03. Celo imparable.

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El Guerrero de Dios, con una sonrisa tonta en su rostro al escuchar las palabras de su hermano, no podía evitar sentir una necesidad insaciable de tomarlo y hacerlo completamente suyo

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El Guerrero de Dios, con una sonrisa tonta en su rostro al escuchar las palabras de su hermano, no podía evitar sentir una necesidad insaciable de tomarlo y hacerlo completamente suyo. Sin embargo, tenía que controlarse; estaban en un lugar público y su celo estaba actuando ferozmente. Le era difícil, casi imposible, controlarse. Para calmarse, soltó sus feromonas de forma disimulada.

Por su parte, Luzbel observaba cómo su hermano mayor sufría internamente por no ser atendido de inmediato. Sentía su dolor y verlo tan vulnerable hizo que Luzbel sintiera su entrada vaginal algo húmeda. El deseo de estar con su hermano en una cama, bajo las sábanas, era demasiado tentador, pero sabía que tenía que controlarse. Si soltaba una sola feromona Omega frente a su hermano, sería como dejar un dulce a un niño. Aunque eso era lo que más deseaba; sentirse deseado era algo de lo cual nunca se cansaría.

—¿Sabes? —inquirió Amenadiel, su mueca una mezcla de picardía y diversión—. Te aceptaré el masaje, ya no aguanto ni los hombros ni la espalda —informó Amenadiel, dejando claro su deplorable estado, mientras estiraba sus alas con un gesto de dolor antes de abrir un portal dorado y resplandeciente como el oro. Luzbel observó el portal por unos segundos, sabiendo que los teletransportaría hacia su hogar.

Ambos pasaron por el portal y al llegar a su destino, Luzbel notó que estaban en el cuarto de Amenadiel. Con un rápido chasquido de dedos, Amenadiel cerró el portal, apagando un poco la iluminación del cuarto, lo cual le era más cómodo a Luzbel, quien sentía menos vergüenza de esa manera.

Las ventanas, cubiertas por cortinas de terciopelo, dejaban pasar una luz tenue. El olor embriagante de rosas impregnaba la habitación, estremeciendo el cuerpo de Luzbel, deseoso de más. La cama matrimonial de Amenadiel se veía sumamente cómoda, y los candelabros lujosos en el techo daban al lugar un aire romántico.

Amenadiel notó esto, sonriendo ampliamente. Se agachó hasta la altura de Luzbel, envolviendo su cintura con una mano grande y pesada, acariciándola con movimientos lentos y provocativos. El serafín sintió sus mejillas arder de calor, su corazón acelerado a punto de explotar.

—¿Ves esa puerta blanca? —dijo Amenadiel, su voz ronca y grave por los efectos del celo, susurrándole al oído—. Es mi baño personal. En el lavamanos a un lado encontrarás cremas que necesitas para el masaje o cerca de la bañera. Quizás también en la regadera —informó, tocando el hombro de Luzbel, subiendo y bajando de forma lenta y repetitiva.

ଘ𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄𝐍̃𝐎 𝑺𝑬𝑹𝑨𝑭𝑰𝑵ଓ ╎ ᴹⁱᵍᵘᵉˡ ˣ ᴬᵐᵉⁿᵃᵈⁱᵉˡ ˣ ᴸᵘᶻᵇᵉˡ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora