| CANCELADA. |
"Luzbel es el único Omega de la familia Morningstar y nunca se ha involucrado mucho en los asuntos del cielo. Su trabajo era simple: hacer feliz a la gente. Mientras sus hermanos, Amenadiel y Miguel, estaban ocupados con sus deberes c...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el Alfa, su voz grave y autoritaria resonando en la habitación apenas iluminada por la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de terciopelo.
Ambos hermanos estaban petrificados, con sus corazones latiendo desbocados en el pecho. La atmósfera estaba cargada de tensión y un silencio sepulcral envolvía la escena.
Miguel, el más alto y robusto de los presentes, sintió una oleada de ira que le quemaba en el pecho. No pudo contenerse más. Caminó hacia ellos con pasos decididos, sus ojos fijos en el mayor y en el que creía era el culpable de toda la situación.
Amenadiel, con una expresión de desesperación en su rostro, se movió con rapidez. Deslizó ambas manos debajo de la túnica de Luzbel, tratando de ocultar su miembro parcialmente erecto e hinchado. La vergüenza se reflejaba en sus ojos, que se encontraban con los del Arcángel.
Luzbel, por otro lado, permaneció inmóvil, sintiendo la humillación envolviéndolo por completo. No fue sino hasta que escuchó la voz de su hermano Miguel, llamándolo, que finalmente reaccionó, dándose cuenta del peso abrumador de la realidad que lo oprimía.
—Luzbel, salte. Yo me encargaré —clamó Miguel, con un tono firme pero con un matiz de suavidad para no agravar la situación.
El corazón de Luzbel se hundió en un torbellino de emociones contradictorias. Sabía que había cometido un grave error al intentarlo en ese lugar, y el temor a que Miguel pensara lo peor de él le atormentaba.
Eso arruinaba por completo sus planes.
—No, no, yo... —comenzó Luzbel, pero su voz se quebró mientras intentaba encontrar las palabras correctas—. No era mi intención...
Con la cabeza baja, comenzó a moverse lentamente hacia el borde de la cama, evitando mirar a los demás. Su arrepentimiento y vergüenza se apoderaban de él con cada paso que daba. Su trasero húmedo y su entrada, apenas cubiertos por la túnica blanca con tonos dorados, eran un constante recordatorio de su error.