02. Tensión entre Alfas.

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Luzbel, al ver que su plan marchaba en buen rumbo, decidió seguir adelante

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Luzbel, al ver que su plan marchaba en buen rumbo, decidió seguir adelante. Tal vez esta vez su sueño, lleno de lujuria y pasión, se haga realidad.

Por otra parte, Miguel estaba averiguando qué se traía Luzbel. Esas acciones no eran comunes en él. ¡Claro! El mencionado era alguien que llevaba el amor y la felicidad en las manos. Ese fue su propósito desde un principio, pero se preguntaba Miguel a sí mismo: ¿por qué tanta amabilidad?

En eso, Luzbel se acercó lentamente al oído del mencionado...

—Estás muy tenso, tendré que darte un masaje en la espalda también —susurró de manera intrigante Luzbel.

Miguel sintió un fuerte escalofrío, tanto que sus propias alas alteraron un poco por los nervios. Unas cuantas plumas cayeron de ellas, dando a entender que las palabras de Luzbel eran bastante intrigantes.

El Serafín, ya con ganas de dar el siguiente paso, decidió tocar las alas de su hermano, cepillándolas como si de un perrito buscando cariño se tratara. Sabía que las alas de un Ángel eran el punto débil de ellos. Usualmente no les dolía si se trataban con cariño, pero la manera en que Luzbel lo hacía era estimulante.

¿Cómo lo sabía? Bueno, él también se estimulaba sus alas al acariciarlas, tocarlas e imaginar que eran Miguel o Amenadiel quienes realizaban esa acción.

No obstante, ambos seres divinos de cabellos dorados pudieron percibir las feromonas de un Alfa. El olor era fácil de identificar: lluvia primaveral con toques de lavanda. Luzbel se sonrojó por ese dulce olor, consciente de que no era Miguel quien desprendía esas feromonas.

Por otra parte, Miguel ya sabía de quién se trataba. Al ser él también un Alfa, era inmune a esas feromonas. Le eran tolerables, pero el temperamento de Miguel era algo con lo que no se debía jugar jamás.

Miguel tomó una pluma de punta fina, esperando la llegada de ese alguien que ya sabía quién era. Estaba listo para lanzarle la pluma en el ojo como recordatorio de que a Miguel NO le gustaban las visitas innecesarias.

Entonces, alguien entró a la oficina.

—¡Hola, queridos hermanos! ¡Que padre los bendiga! —dijo Amenadiel, quien rápidamente se agachó para evitar que Miguel lo dejara tuerto. La pluma se había enterrado por completo en la puerta, mientras Luzbel dejó de hacer lo que estaba haciendo rápidamente por miedo a ser descubierto.

ଘ𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄𝐍̃𝐎 𝑺𝑬𝑹𝑨𝑭𝑰𝑵ଓ  |  ᴹⁱᵍᵘᵉˡ ˣ ᴬᵐᵉⁿᵃᵈⁱᵉˡ ˣ ᴸᵘᶻᵇᵉˡ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora