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Marzo de 2024, Francia, Estados Unidos de Auradon

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Ser reina de Auradon no era fácil.

Debía admitir que incluso ella alguna vez había subestimado la cantidad de trabajo que conllevaba ser consorte.

-Su único trabajo es ser una cara bonita -se había burlado en su adolescencia, cuando aún vivía en la Isla y no tenía que lidiar con el estrés de la corte.

Por la boca muere el pez, decía un dicho y Mal era la persona más bocona del mundo, lastimosamente para ella el universo siempre encontraba una forma de hacer que se tragara sus palabras.

Y aún así seguía sin aprender.

Uno pensaría que el embarazo le permitiría descansar, pero en realidad solo le agregaba más trabajo, debía supervisar que la habitación del nuevo bebé estuviera lista antes del nacimiento, porque si no supervisaba todo quedaba mal hecho, también debía planificar el bautizo porque después no tendría tiempo y además buscar el segundo nombre para la bebé al tiempo que se aseguraba de que su marido eligiera un nombre adecuado.

La última vez que lo dejó elegir un nombre sin su supervisión su hijo menor resultó con nombre de viejo. El pobre Beaufort tenía solo horas de nacido pero el nombre de un jubilado con hijos, nietos y recién enviudado.

Por suerte para ella esta vez, por fin, iban a tener una niña.

Adoraba a sus hijos, August era el solecito que iluminaba sus días y los gemelos, Matheus y Beaufort, eran los terremotos que la mantenían alerta... Pero ya habían demasiados hombres en la familia.

Su felicidad sólo rivalizaba con la de su suegra, quien estaba encantada de al fin tener una princesita para malcriar.

-Ví estos zapatitos y no pude evitar comprarlos, son tan lindos -le mostró.

Sonrió con ternura, eran en verdad hermosos, de un blanco brillante con grandes lazos en las puntas.

-A este paso va a ser la niña más malcriada del reino.

-Esa es la idea -Bella le guiñó el ojo.

Un estruendo la hizo volver la cabeza hacia la habitación, vió a un joven agachado en el suelo recogiendo a todas prisas los restos de un jarrón.

-Perdón, majestades -se disculpó con voz agitada.

Ella sabía que tenía fama de ser malgeniada, pero tampoco hacía falta exagerar tanto, de momento no había matado a nadie coma para generar esa reacción.

Mal suspiró y con un simple movimiento de mano el jarrón volvió a armarse.

-Ten más cuidado la próxima vez -fue todo lo que le dijo.

El muchacho asintió con vehemencia, luciendo a punto de desmayarse de puro alivio.

Tal y como decía antes, nada se hacía bien si ella no estaba allí vigilando.

A Bella eso no parecía importarle mucho, porque minutos después la arrastró a la cocina para que comiera algo y descansara.

-No puedes estar haciendo tanto esfuerzo -la regañó.

Magia InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora