Capítulo 34

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Mi Guardián

¿Cuándo fue la última vez que la hicieron o más bien, obligaron a comer tanto? No lo recordaba como tal. La situación en la que se encontraba era algo singular, desde que entraron al templo principal una cantidad considerable de zorros habían entrado con bandejas de comida y preparaban la mesa para al parecer el gran banquete. Quedo pasmada al momento que todos se arrodillaban ante ellos y se dirigían a ella como: "Hime-sama".

No era la primera vez que la llamaban así, pero era un nombre con el cual no estaba acostumbrada a ser llamada, normalmente y como era común, se dirigían a ella por su nombre o como "señorita sacerdotisa"

Dejando eso de lado, se esforzaron por hacerla sentir bienvenida y cómoda, sin embargo, lo que lograron fue la incomodidad y la frustración de la muchacha, llevándola a pedirles "amablemente" que la dejaran en paz ya que podía hacer las cosas por su cuenta.

Y se preguntaran ustedes, ¿Qué demonios fue lo que hicieron? La respuesta era sencilla: la estaban sofocando de todas las maneras posibles, la tomaron de los brazos y la sentaron en unos finos y sueves cojines, le sirvieron de aquel exagerado banquete en bandejas de plata, vertieron las bebidas en copas y le dieron a elegir, se decidió por un ponche de frutas. Como hubiese deseado que lo dejaran así, por desgracia no fue así, algunas de las demonios que estaban sirviendo se acercaron a ella y comenzaron con leves masajes en sus hombros, otras tomaron sus manos arreglando sus preciadas garras que ahora se arrepiente de haberse dejado, las muy tontas se las cortaron, limaron y pintaron de un horrible color rosa a su parecer, otras más tomaron su cabello y comenzaron a cepillarlo

Joder...

Le decían que debía comer el delicioso bufet, pero... ¡¿Cómo carajo querían que comiera si la tenían tomada de ambas manos?! Aunque se los dijo de una manera más sensible, fue ahí entonces que otros chicos se acercaron, no tenían malas intenciones, solo que el albino tenía una cara de pocos amigos donde claramente desprendía su característica aura asesina, estaba más que claro que estaba celoso y no queria que se acercaran a ella, así que tras tragar saliva y alejarse, los chicos fueron sustituidos por unos niños, muy adorables a su parecer, le daban de comer en la boca como si de un bebe se tratase.

Una vena le palpitaba en la sien, llevaba buen rato en esa horrible y extraña situación, que ya no lo soportaría por más tiempo, estaba siendo atendida con sumo cuidado y atención que le agobiaba, en medio de todo eso estuvo por abrir la boca para protestar, sino fue porque el albino intervino:

— Muy bien niños, es suficiente, pueden retirarse —ordenó mostrándole una alegre pero muy fingida sonrisa.

— Ya era hora, ya me estaban hartando —escupió con fastidio—. Ahora me pondré como vaca por haber comido tanto, mamá me regañara por esto...

— Serias una vaquita muy linda~

— Serás desgraciado... —se lanzó contra el albino tomándolo de algunos mechones de cabello.

— ¡Moroha, basta! ¡Ya no diré nada más, lo prometo!

— ¡Te lo mereces por tonto!

Ambos comenzaron una pelea entre jalones e insultos, Moroha estaba sentada sobre el abdomen del kitsune, mientras este tomaba sus manos para alejarlas de su cabello, era todo un espectáculo, una discusión no común de una pareja, pero por favor, hablamos de una relación entre un daiyoukai y una shihanyo, cuyos sentimientos son difíciles de expresar, dos personas sumamente orgullosas, que eran tan tontos que por esas razones no eran capaces de poder alejarse del otro debido al gran amor que se tenían.

Pero no entremos en detalles de esas cursilerías. Mientras ellos peleaban la kitsune de orbes azules reía en voz baja por la escena que era testigo, se detuvo tras escuchar los pasos de alguien más, volteo a ver de quien se trataba y tras verla hizo una reverencia en señal de respeto.

Mi Guardián | YashaHimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora