El papá de Max le regala un perfume con feromonas para ayudarlo a encontrar pareja, pero el efecto inesperado ocurre cuando Bradley, un chico que no esperaba, se siente irresistiblemente atraído por él.
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(🪻) 4. ❝𝑃𝑜𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑑𝑜𝑟𝑑𝑒𝑒𝑚𝑜𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠❞.
—Max.
Cuando llegué a la fiesta, el ruido y la música me envolvieron de inmediato. Bobby y P.J. se adelantaron, perdiéndose rápidamente entre la multitud. No me sorprendió que Bobby desapareciera tan rápido; las fiestas eran su ambiente natural, y él sabía cómo moverse entre la gente como pez en el agua. Me quedé solo, con las luces parpadeando a mi alrededor y el sonido de la música resonando en mis oídos.
Con un suspiro, me dirigí hacia la mesa de bebidas. La barra improvisada estaba llena de botellas, latas y vasos rojos esparcidos por doquier. Tomé un vaso y empecé a mezclar un poco de ron con vodka, completándolo con un chorro de Coca-Cola. No era la mejor combinación, pero esta noche, me daba igual.
Le di un sorbo, notando la quemazón del alcohol bajar por mi garganta, antes de comenzar a inspeccionar la habitación con la mirada.
Había gente por todos lados, riendo, bailando, charlando. Pero entonces, mi corazón se detuvo por un instante. Entre el caos, mi mirada se encontró con una figura familiar al otro lado de la sala, en la mesa de billar.
Bradley.
Mi pecho se contrajo al verlo. Estaba inclinado sobre la mesa, sosteniendo el palo de billar con una concentración que parecía casi fuera de lugar en una fiesta como esta. Sus ojos estaban fijos en la bola blanca, y su postura, firme y segura, mostraba una elegancia casual que no podía ignorar.
Llevaba una camisa ligeramente desabotonada, lo que dejaba al descubierto parte de su pecho. Su cabello, normalmente impecable, estaba un poco más desordenado, más rebelde. Y juro que nunca lo había visto tan... bien.
Sin querer, me encontré a mí mismo deseando algo que me hacía sentir incómodo. No podía dejar de imaginarme empujándolo suavemente contra la mesa de billar, sintiendo la textura del paño bajo sus manos mientras lo obligaba a apoyar su peso sobre la mesa.
En mi mente, me inclinaba sobre él, sintiendo su respiración acelerarse bajo mí. Mis manos encontrarían los botones sueltos de su camisa, desabrochándolos uno por uno, desnudándolo lentamente mientras el mundo a nuestro alrededor se desvanecía.
Visualicé cómo mis dedos recorrían su torso, cómo su piel reaccionaba al contacto, cómo su cuerpo se tensaba al sentir mi aliento sobre su cuello. En mi fantasía, él me miraba, sus ojos ardiendo con una mezcla de sorpresa y deseo. Y entonces, sin más, me acercaba aún más, mi cuerpo presionando el suyo contra la dura superficie de la mesa, sintiendo cada centímetro de él contra mí.
La escena era tan vívida en mi mente que casi podía oír el leve jadeo que saldría de sus labios al sentir mi cuerpo contra el suyo, al darse cuenta de lo que estábamos a punto de hacer, al comprender lo inevitable de lo que ambos queríamos, aunque ninguno lo admitiera.
