🪻| Parte I.

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(🪻) 1. ❝𝐸𝑙 𝑝𝑒𝑟𝑓𝑢𝑚𝑒❞

—Max.

Estaba totalmente sumergido en mi videojuego favorito, Mario Kart, con los ojos pegados a la pantalla mientras mis dedos volaban sobre el control, manejando a mi personaje favorito, el simpático fontanero italiano con bigote.

Ni siquiera me di cuenta si alguien tocó la puerta, ya que P.J. y Bobby, mis compañeros de cuarto y mejores amigos de casi toda la vida, tenían llave y solían entrar sin avisar.

—¡Joder! ¡Vamos, muévete más rápido estúpido italiano con bigote! —exclamé con frustración, concentrado en mantener mi posición entre los primeros lugares de la carrera.

De repente, la puerta se abrió de golpe, sobresaltándome. Ni siquiera levanté la vista, estaba demasiado absorto en mi partida para prestar atención a nada más.

—Maxi, ¿es así cómo vives con tus amigos? —dijo una voz de tono grave y nasal, cargada de desaprobación. Una voz que conocía muy bien.

Pausé el juego y giré la cabeza para ver a mi padre de pie en el umbral de la puerta, con las manos en las caderas y una expresión molesta en el rostro mientras inspeccionaba mi habitación.

Lo primero que noté fue su mirada de desaprobación recorriendo el desorden a mi alrededor. Sí, lo admitía, mi cuarto era un auténtico caos: ropa sucia esparcida por todas partes, libros y papeles amontonados en el escritorio, restos de comida rápida...

Había pasado un año desde la graduación de mi padre de la universidad; tenía más libertad al no tenerlo merodeando lo que hacía. Pero a veces, justo como ahora, se pasaba a ver cómo me iba —lo cual veía algo innecesario, porque los fines de semana me lo pasaba en casa—, y terminaba regañándome por tener un desorden en nuestra habitación.

—Hola, papá —respondí, tratando de sonar casual mientras apartaba un envoltorio de hamburguesa del escritorio—. No esperaba verte por aquí.

Papá hizo una pausa, apretó los labios y soltó un suspiro pesado.

—Este desastre... —Señaló la habitación—. No puedo creer que ustedes vivan así, Maxie.

Me encogí de hombros, visiblemente incómodo bajo la mirada crítica de mi padre.

—Nos las arreglamos. No es tan malo, solo... desordenado.

Papá arqueó una ceja y se acercó al borde de mi cama, moviendo algunas cosas para sentarse. La pila de libros y papeles crujió bajo su peso, pero él no parecía notarlo.

—Mira, hijo, sé que la vida universitaria puede ser todo un desafío a veces. Pero sabes, Sylvia dice que el desorden es un reflejo del estado de tu mente. Según ella, aquellos que viven rodeados de caos suelen tener igual de desordenadas sus prioridades y sus pensamientos.

El perfume ☢︎︎ | Max & Bradley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora