Un Gran Verano

PRÓLOGO

Dentro de la amistad, existen valores como la lealtad, la confianza, sinceridad, solidaridad, cariño, empatía e incluso el amor se encuentra en ese círculo social, pero ¿Qué pasa cuando el amor deja de ser un valor, para convertirse en un sentimiento?

George sabe que Alberto es su mejor amigo desde la primaria y siempre ha sido considerado como lo que es llamado desde aquel entonces, un amigo. No fue hasta que en una de sus reuniones como lo solían hacer después de salir de la primaria, sintió algo diferente al tenerlo tan cerca.

Ambos muchachos se la habían pasado platicando de la carrera que habían escogido y seguían teniendo los mismos planes que de niños al ser vecinos antes de que se mudará Alberto a otra esquina del Condado.

George estaba empezando a ver a Alberto con diferentes ojos, ahora lo veía como la persona que lo escuchaba hablar de sus problemas, de sus inseguridades, esa persona se emocionaba al saber que le iba bien, estaba ahí cuando lo necesitaba y su compañía no era incómoda, al contrario, le resultaba ser la salida perfecta del estrés en dónde podría ser el mismo y no le daba pena hacer cualquier locura mientras era con él. Si, ya no era su amigo, era su alma gemela y se dio cuenta en ese instante en que estaban hablando en el jardín.

—¿Tu qué piensas?

La pregunta tomó por sorpresa a George, estaba tan concentrado en mirar a su amigo de cabello rubio con una sonrisa que ni siquiera presto atención a lo que le estaba diciendo en ese instante.

—Eh... ¿Perdón? ¿Me decías?

—No pues gracias por escucharme, si claro, te intereso demasiado, mi mejor amigo me ignora hasta cuando estoy a menos de un metro de él—comenzó a hacer su drama como de costumbre.

El joven de piel morena negó con la cabeza con una sonrisa y volvió a ver a su amigo para darle un golpe en el brazo y preguntar de nuevo lo que le estaba diciendo hace unos minutos.

—Deja el drama, ya dime.

—Que el profesor Brown, nos invitó a un campamento de verano, como un tipo reunión de exalumnos.

—Si me llegó un correo.

—¿Piensas ir?

—No lo se, también me interesaría ir a un curso de escritura durante las vacaciones de verano.

—Ojala y te animes —el chico de cabello rubio y despeinado, se puso de pie y colocó sus manos en sus caderas respirando el aire y después miro la hora en su celular, ya era hora de tomar el autobús para su casa junto a su madre.

—¿Tu... Si vas a ir? —se levanto para estar a la altura de él.

—¡Si! Imagínate reencontrarte con todos, sería fantástico volver a verlos.

—Tienes razón —se colocó a un lado de él y miro la hora de reojo en la pantalla del celular de su mejor amigo y supo que ya era hora de retirarse— muy pronto va anochecer, será mejor que te acompañe al autobús.

—Oh, gracias caballero —expresa el joven con voz elegante y guarda su celular para caminar junto a su amigo.

—No hay de que monsieur —hace una  reverencia con la mano derecha, cediendo el paso al joven de piel blanca.

Para ellos, la materia de historia siempre les resultó aburrida, y nunca se dieron la seriedad para comprenderla, por lo que siempre jugaban a ser aristócratas y llamarse de esa manera educada, siendo este, su apodo favorito del uno al otro.

George espero el autobús junto a Alberto y se despidió de él, sabiendo que probablemente no lo vería durante todo un mes, antes de las vacaciones de verano. Miró el autobús alejarse y sabiendo que aquel chico llegó bien a casa se retiró a la suya.

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George no pudo dormir por las vueltas que le daba al asunto de que estaba enamorado de su mejor amigo, y que no podía seguir ocultando sus sentimientos de esa manera, sentía que estaba traicionando la confianza de su mejor amigo y guardaba un secreto muy grande que no sabía cómo sacar a la luz sin tener que sentirse mal por lo que llegara a pasar.

Un par de minutos después de haber pensado bien las cosas, decidió levantarse de la cama y abrir la computadora para escribir un correo, respondiendo a su profesor de primaria.

Buenas noches Profesor Brown. Ya lo pensé bien y si, aceptó la invitación al campamento, nos vemos.

Una vez que envío el correo se pasó las manos por el cabello y suspiro, pensando en que estaba haciendo una locura, una locura de la que pensaba nunca arrepentirse.

—Este se va a hacer un gran verano.

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