Obediencia a la fuerza

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En la casa principal de los Bakugou, que pertenecía a la abuela, la familia solía quedarse a menudo.

Sala de estar

En una tarde, la luz del sol se filtraba por las ventanas, iluminando la sala de estar de la casa de los Bakugou. Mitsuki y Masaru se encontraban sentados en el sofá, observando con indiferencia a su hijo, Katsuki, quien estaba limpiando la sala

La sala estaba decorada con muebles de estilo moderno, y las paredes estaban adornadas con fotos familiares, aunque ninguna de ellas mostraba a Katsuki.

Katsuki había comenzado el día con la esperanza de tener un descanso. Había completado todas sus tareas escolares y había limpiado su habitación y la casa a la perfección.

Masaru: (Con tono grave) Mocoso, acércate.

Katsuki: Sí, bruja. Lo último lo dijo bien bajito

Masaru: (Mirándolo con indiferencia) Hoy, Violeta y Daichi van a pasar el día aquí, te toca cuidarlos.

Katsuki: ¿Por qué siempre tengo que encargarme de mis primos? Ellos son mayores, pueden cuidarse solos.

Mitsuki: (Con una sonrisa fría) ¿Crees que puedes hablarle así a ti padre, mocoso?

Masaru: (Acercándose amenazante) veo que no comprendes cómo funcionan las cosas aquí, Katsuki, harás lo que te digamos y punto.

Katsuki: No soy su sirviente.

Pero de repente, Mitsuki levantó la mano y abofeteó a Katsuki sin previo aviso, dejando una marca roja en la mejilla del niño, Mitsuki siempre había mostrado un temperamento fuerte y no dudaba en recurrir a la violencia para mantener a Katsuki bajo control.

Mitsuki: (Gritando)¡Debes aprender a obedecer!

Con los ojos llenos de lágrimas que se negaba a derramar, Katsuki apretó los labios y asintió sin pronunciar una palabra más. Sabía que cualquier intento de resistencia solo empeoraría las cosas, se dio la vuelta lentamente, sintiendo el ardor en su mejilla, y se dirigió a la cocina para preparar todo lo necesario para cuidar a sus primos. Mientras caminaba, escuchaba a sus padres hablar como si él no estuviera presente.

Mitsuki: Este mocoso nunca aprenderá, es demasiado terco.

Masaru: Quizás necesita más disciplina.

Katsuki intentó bloquear sus voces, concentrándose en las tareas por delante. Sabía que Violeta y Daichi no serían fáciles de manejar, Violeta, con 15 años, era una adolescente alta y delgada, con una actitud altanera y un gusto por causar problemas y Daichi, de 14 años, era robusto, corpulento, con una mirada cruel y una risa burlona.

Katsuki comenzó a preparar el desayuno, anticipando los caprichos de sus primos, sabía que cualquier error, cualquier descuido, sería castigado. Mientras cocinaba, escuchaba el sonido de pasos de Violeta y Daichi que estaban entrando a la casa.

Violeta: (Con exigencia) ¡Inútil, tengo hambre! ¿Dónde está mi desayuno?

Daichi: (Con una sonrisa maliciosa) Sí, perdedor, apúrate.

Katsuki: Ya casi está listo.

Violeta: Más te vale que esté bueno, no quiero comer basura.

Katsuki apretó los dientes, sintiendo la rabia y la impotencia arder dentro de él, pero se mantuvo en silencio, sirviendo el desayuno en la mesa, sabiendo que cualquier protesta solo empeoraría las cosas.

Violeta: (Mirando la comida) Esto no se ve bien, ¿Qué clase de cocinero eres?

Daichi: (Riéndose) Eres un desastre, inútil.

Fragmentos de EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora