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Ken despertó con una mueca en el rostro.
Sentía la boca reseca. Abrió los ojos con lentitud intentando acostumbrarse a la luz .
Hasta que noto algo...
Esa no era su cama, mucho menos su cuarto, se levantó de golpe ocasionando que le viniera un dolor un punzante en la cabeza .
- mierda...- se masajeó la cien y los recuerdos de la noche anterior lo azotaron con fuerza .
Lexa...
Si, Lexa lo había llevado a su casa.
- doble mierda- murmuró tomando su cabello .
Observó el lugar y sonrió de lado al ver una foto de ellos juntos cuando fueron los primeros juegos olímpicos de ella, en donde ganó la medalla de plata en la competencia de nado de mariposa.
Nunca lo podría olvidar, pese a que ella se veía un poco frustrada por el resultado aun así ella mantuvo su sonrisa, el la había cargado en su hombro y ella presumía su medalla con orgullo.
Se levanto de la cama notando que traía puesta una pijama vieja de el, lo que lo hizo sentir calor en su corazón y esperanza de poder arreglar las cosas con ella .
Recorrió aquella enorme casa, que fácilmente podría ser una mansión, demasiadas habitaciones, entre ellas un gimnasio bien equipado.
Cuando estuvo en la sala de estar una voz conocida lo sobresalto.
-¿Tío Ken?- aquella voz infantil inconfundible lo sobresalto y giro encontrándose con unos ojos azules que lo miraban con mucho cariño- ¡Tío Ken!- y de un momento a otro ya tenía al pequeño sobrino de Lexa colgado de el .
Ken pese a que no le gustaban los niños, con el pequeño Duke era diferente, era un niño de 7 años que era demasiado inteligente, risueño, educado y nunca lo veías hacer un berrinche por algo, demasiado maduro para su edad, un niño que lo admiraba y quería mucho.
Ken lo abrazo contra el, admitía que extrañaba horrores a ese pequeño niño.
-¿hace cuanto que llegaste?-pregunto con inocencia.
-en la noche Lex me trajo- respondió sin dar muchos detalles.
-hubiera preferido que me despertaran para poder saludarte- hizo un puchero tierno y Ken sonrio con nostalgia, sin duda ese niño era la viva imagen del difunto hermano de Lexa -¿vas a desayunar con nosotros?- pregunto el niño con entusiasmo y Ken sonrió asintiendo mientras lo bajaba con sumo cuidado- perfecto- tomo su mano y lo llevo arrastrando con en a la parte de afuera donde tenían una inmensa alberca techada y climatizada donde se podía ver a Lexa nadando estilo mariposa- tía Lexa vamos a desayunar - la llamo alzando su voz.