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「 ᴅᴇʙᴏ sᴇʀ ғᴜᴇʀᴛᴇ 」








―Newt, ¿estás bien? ―Mi madre me llama la atención mientras no puedo dejar de pensar en la rosa de Snow. Su amenaza está muy viva ahora, más que nunca―. Te has puesto pálido de repente, cariño.

Tardo un poco en contestar porque me distraigo por Erica y su hija adoptada, "Bichito". Ambas están siendo bien atendidas por vigilantes de la Zona 13, y aunque me gustaría mucho estar a su lado para brindarles confianza, ahora mismo, siento la cabeza embutida.

Como si de alguna manera, manos invisibles me estuviesen estrujando la cabeza sin piedad.

―SÍ, mamá. Estoy bien ―digo, estrechando con fuerza mis manos.

Ella no parece creerme, pero mi atención ahora se desvía hacia mi padre y el piloto del aerodeslizador que parecen tener una conversación confirmando que el espacio aéreo está libre y que no hay peligro. Al menos eso es lo que parece, y lo que es una verdadera sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta que parece que no me creen del todo muerto.

Pero es una suerte, realmente, porque ahora lo que menos tengo ganas es de huir a velocidad supersónica o algo por el estilo. Estoy seguro de que me marearía mucho.

Me hundo en el asiento almohadillado junto a la ventana frente a mi madre. No soporto estar mucho tiempo sentado, no después de haberme pasado tres malditos meses en rehabilitación. Y menos, teniendo en cuenta lo nervioso que me siento. Hoy voy a ver a todo el mundo, hoy voy a conocer a nuestros nuevos amigos y compañeros rebeldes. Hoy me doy a conocer y a dejar claro a todo el mundo que sigo vivo, y dispuesto a seguir luchando por lo correcto.

Y aunque sigo teniendo mis reservas con la última parte, no pienso echarme atrás.

Mi madre, no obstante, no me cree. Me conoce demasiado bien y además, siempre ha sido muy asertiva con respecto a cómo me siento.

Maggie Grey toma asiento junto a mí, mientras algo distraída, me pasa una mano por el cabello. Su toque es cálido, terso y resulta algo reconfortante.

―Dime la verdad, ¿estás bien?

Vuelvo a tomar breves segundos de silencio, en los que me fijo en que Bichito está dormida en los brazos de la adulta que hace unos momentos ha tomado un vaso de agua con varias pastillas. Probablemente para el dolor, o puede que para olvidar. Ninguna de las dos opciones suena bien del todo.

—No podría estar peor —contesto.

No digo nada más. La miro a los ojos y veo mi propia pena reflejada en su mirada. La presión me ahoga. Nuestras manos se encuentran la una a la otra, y siento de alguna manera que tenerla allí conmigo recompensa todas las pérdidas y todo el dolor. Que de alguna manera ella me ayuda a aferrarme a una parte del Distrito 12 que he perdido para siempre.

―Pero... No estás solo, mi niño. Thomas y tus demás amigos están deseando verte. Y no solo ellos, todo el mundo quiere conocerte.

La noticia me ayuda a mejorar un poco el ánimo, pero permanezco en silencio. Ella hace lo mismo. Noto sus leves caricias en mis nudillos y después mi padre toma asiento a su lado; eso hace que me suelte, repentinamente, para hablar con él. No tomo mucha importancia al vacío que noto de inmediato y después me siento en silencio durante el resto del viaje al 13, que sólo toma aproximadamente cuarenta y cinco minutos. Siento la mirada intensa de mi padre encima, pero no levanto la mía del suelo en ningún momento.

𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇 𝐓𝐎 𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐎𝐂𝐊𝐈𝐍𝐆𝐉𝐀𝐘, Newtmas ( au )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora