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Desperté temprano, como siempre. La rutina en la mansión de Richard Rios comenzaba al alba, y no había margen para la pereza. Me levanté de la cama y me dirigí al baño compartido. Me miré al espejo, tenía unas ojeras muy marcadas, no había dormido mucho, estaba preocupada por las deudas de mi madre.

Al salir del baño, vi a Ana, caminando hacia la cocina. Ana era todo lo que yo no era: alta, rubia y con un porte elegante. Siempre me trataba con amabilidad, aunque a veces notaba una ligera frialdad en su mirada.

—Buenos días, _____ —me saludó Ana con una sonrisa.

—Buenos días, Ana —respondí, tratando de esconder mi nerviosismo. A pesar de su amabilidad, su presencia siempre me ponía algo tensa.

Me dirigí a la cocina y comencé a preparar el desayuno. Richard aún no se había levantado, pero eso no tardaría. Tenía entrenamiento con la Selección más tarde, y siempre le gustaba empezar el día con un desayuno nutritivo.

Mientras batía los huevos, mis pensamientos se desviaron hacia los últimos días. Había algo diferente en la manera en que Richard me miraba, en cómo se acercaba demasiado cuando me daba instrucciones. Intentaba no darle importancia, pero era difícil ignorar esas miradas que parecían traspasar mi alma.

De repente, la puerta de la cocina se abrió y Richard entró. Su presencia llenó la habitación. Era imposible no notar su aura de confianza y carisma.

—Buenos días, _____ —dijo con una sonrisa que hizo que mi corazón latiera más rápido de lo que debería.

—Buenos días, señor Rios —respondí, sin mirarlo directamente.

—Richard, por favor. Llámame Richard —corrigió, como lo hacía siempre.

Asentí, tratando de concentrarme en mi tarea.

—Tengo una noticia para ti, _____ —dijo, y noté un tono inusual en su voz. Me volví para mirarlo y vi una expresión seria en su rostro.

—¿Qué sucede? —pregunté, sintiendo una punzada de preocupación.

—Mi familia viene de visita este fin de semana y necesito que trabajes tus días libres para ayudar con los preparativos —dijo sin rodeos.

Me quedé paralizada. Mis días libres eran lo único que me permitía mantener un equilibrio entre mi vida en la mansión y mi propia existencia.

—Pero, Richard, esos días son importantes para mí. Necesito ese tiempo para descansar y... —traté de explicar, pero él me interrumpió.

—Lo sé, _____, pero esto es importante. Necesito tu ayuda —insistió, su tono cada vez más firme.

Sentí una mezcla de frustración y tristeza. Sabía que no tenía muchas opciones, pero tampoco podía permitir que se aprovechara de mí de esta manera.

—Está bien —dije finalmente, con voz apagada. Sentí que había perdido una pequeña batalla.

Richard me miró por un momento más antes de asentir.

—Gracias, _____. Lo aprecio de verdad —dijo, antes de salir de la cocina.

Seguí con mis tareas, tratando de mantenerme ocupada para no pensar demasiado en la conversación. Ana entró poco después y me preguntó si todo estaba bien. Le aseguré que sí, aunque sabía que no era verdad.

El resto del día transcurrió en una rutina monótona. Preparé las habitaciones para los invitados, limpié los salones y me aseguré de que todo estuviera perfecto para la llegada de la familia de Richard. Pero no podía quitarme de la cabeza la sensación de injusticia y el extraño comportamiento de Richard.

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⏰ Última actualización: Jul 23 ⏰

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Amor Prohibido - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora