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Habían pasado apenas unos días desde mi llegada a Forks, pero la rutina ya empezaba a tomar forma. Cada mañana me levantaba temprano, me vestía, y mi padre me llevaba a la escuela antes de ir al hospital. Durante el trayecto, solíamos hablar de cualquier cosa: cómo estaba adaptándome, los nuevos pacientes que él conocía, o lo diferente que era este pequeño pueblo en comparación con Italia. Mi padre, a pesar de lo que habíamos perdido, parecía más relajado aquí. Tal vez era el hecho de que no estábamos constantemente rodeados por los recuerdos de mamá. O tal vez Forks, con su tranquilidad, le ofrecía un respiro. Yo, por mi parte, aún no sabía cómo sentirme. Ese día, tras regresar de la escuela, decidí que era hora de ponerme en contacto con Chiara y Ludovica. Habíamos intercambiado algunos mensajes desde que llegué, pero aún no habíamos tenido una conversación larga. Encendí mi portátil y me conecté al chat. Como siempre, ellas ya estaban allí, esperando una actualización de mi "nueva vida americana". El primer mensaje no tardó en llegar.
**Chiara**: ¡Por fin! ¿Cómo va todo, chica americana?
**Ludovica**: Sí, ¿cómo es vivir entre vampiros?
Me reí, recordando nuestras bromas sobre Forks. Desde que les había mencionado lo misterioso del lugar, ellas no habían parado de hacer chistes sobre vampiros porque según ellas en este lugar frio donde nunca sale el sol y repleto de bosques es el lugar ideal para los vampiros, pero como los vampiros no existen no me preocupó
**Julieta**: Nada de vampiros todavía, chicas. Pero Forks... es muy diferente. Todo es tan gris y húmedo.
**Chiara**: ¿Y ya hiciste alguna amiga? ¿O todos son súper raros?- rio
**Julieta**: No todos son raros, pero sí hay mucha gente... callada. Aunque conocí a una chica hoy. Se llama Emilia. Parece simpática.
**Ludovica**: ¡Al menos ya tienes a alguien! ¿Cómo es ella? - dijo ludovica curiosa
**Julieta**: Muy aplicada, de esas que siempre entregan todo a tiempo y sacan buenas notas. Pero también es muy divertida. Nos sentamos juntas en biología, y al rato ya estábamos hablando como si nos conociéramos desde hace años.
**Chiara**: Me alegra que ya tengas a alguien, pero no te olvides de nosotras. - dijo mientras rei tratando ser amenazante
**Julieta**: ¡Nunca lo haría! Ustedes son mis mejores amigas. - dije levantando mis manos
Continuamos hablando durante un rato más. Ellas me contaron sobre las últimas novedades en Florencia: la cafetería nueva que habían encontrado, los exámenes que se acercaban, y cómo todo el mundo me extrañaba. Aunque me hizo bien hablar con ellas, había algo en la conversación que me hizo sentir aún más distante. Italia seguía con su vida, y yo estaba atrapada en este pequeño rincón del mundo, tratando de encontrar mi lugar.
La semana pasó con rapidez. Emilia y yo nos habíamos vuelto inseparables en la escuela. Ella era todo lo que yo necesitaba en ese momento: alguien amigable, fácil de hablar y, sobre todo, divertida. Siempre tenía una broma lista o una historia graciosa para contar. Era el tipo de persona que podía hacer que cualquier día lluvioso pareciera un poco más soleado. Durante esa semana, aprendí más sobre ella. Vivía con su madre y su hermano mayor, que estaba en la universidad. Emilia era la hija perfecta: siempre sacaba buenas notas, ayudaba en casa, y tenía un plan claro para su futuro. A veces, me hacía sentir como si estuviera un poco perdida a su lado, pero nunca me hizo sentir menos.
El viernes, después de la última clase, Emilia me detuvo en el pasillo.
¿Tienes planes para esta tarde? - me preguntó, con una sonrisa.