Capitulo:003

1 0 0
                                    


[...]


 Mi teléfono vibró justo cuando Emilia y yo estábamos terminando de prepararnos para nuestro viaje a La Push. Mi papá había tenido una emergencia en el hospital y no podría llevarnos como habíamos planeado. Con una mezcla de sorpresa y emoción, le respondí que todo estaba bien, que iría manejando yo. 

—¿Vas a confiar en mí como conductora? —le dije a Emilia, riéndome mientras subíamos al auto.

 —Bueno, solo asegúrate de que no terminemos en medio de la selva... o en la guarida de los lobos —bromeó por las historias que habíamos leído sobre el pueblo, haciéndome reír aún más.

 El viaje hasta La Push estuvo lleno de risas, bromas y canciones a todo volumen. El clima, sorprendentemente soleado para ser Forks, nos dio la bienvenida cuando llegamos a la playa. Emilia y yo desplegamos una manta sobre la arena y sacamos unos bocadillos. El sol, aunque tibio, era una bendición, y por un rato nos olvidamos de todo, simplemente disfrutando del sonido de las olas. Después de una hora, mientras estábamos hablando sobre nuestras clases y cualquier cosa que cruzara nuestras mentes, vi a un grupo de chicos caminando por la orilla. Lo primero que me llamó la atención fue cómo iban vestidos: shorts y poleras, como si el frío no les afectara. Me resultó imposible no observar al chico que caminaba al frente, moreno, musculoso, y con unos ojos rasgados que parecían brillar bajo el sol. 

—¿Has visto al moreno de ojos rasgados? —le susurré a Emilia, sin apartar la vista de él.

 —No, pero sí al que está al lado. Está de infarto —respondió Emilia con una risa nerviosa. Ambas nos reímos y comenzamos a dar nuestras opiniones, como toda mujer. Hablábamos de ellos como si no fueran reales, como si fueran personajes de una película. Pero entonces Emilia tuvo una idea. 

—¿Vamos a mojarnos los pies? —sugirió, con una sonrisa traviesa.

 —Claro, aunque el agua esté helada —dije, levantándome de la manta. Nos acercamos a la orilla, empujándonos entre risas. El agua estaba tan fría que solté un grito cuando la sentí tocar mis pies, pero antes de que pudiera quejarme demasiado, Emilia me tiró agua en la cara. 

—¡Te vas a arrepentir! —le dije mientras le devolvía el ataque. Seguimos así, entre risas y gritos, hasta que de repente, una pelota chocó contra mis piernas. Me giré y vi al mismo chico moreno que había estado observando antes. Me sonrió de una forma tan natural que me dejó un poco descolocada.

 —¿Me la puedes pasar? —preguntó, su voz era profunda y amable. Sin decir nada, le pasé la pelota, pero cuando nuestras miradas se cruzaron, todo a mi alrededor pareció desvanecerse. El frío del agua ya no me importaba, el ruido de las olas desapareció, incluso las bromas de Emilia se desvanecieron. Solo estábamos él y yo, como si el mundo hubiera dejado de girar. Y entonces, sin previo aviso, el chico se arrodilló frente a mí. Lo miré, completamente desconcertada.

 —¿Estás bien? —le pregunté, aunque las palabras apenas salieron de mi boca. Antes de que pudiera reaccionar, el otro chico, el que había captado la atención de Emilia, corrió hacia nosotros. Pero algo extraño ocurrió: cuando sus ojos se encontraron con los de Emilia, él también cayó de rodillas, como si no pudiera evitarlo. La situación era surrealista, y no podía entender lo que estaba pasando. 

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Emilia, con la voz llena de confusión. Antes de que pudiéramos procesar lo que había pasado, el resto de los chicos, el grupo que habíamos visto antes, corrieron hacia nosotros. Había algo tenso en sus expresiones, como si supieran exactamente lo que estaba ocurriendo, pero no quisieran explicarlo. 

El chico más alto, que parecía ser el líder, se acercó y habló con tono calmado pero serio. —Lo siento por esto... Seth y Jacob están... cansados. Ha sido un día largo para todos. —La excusa sonaba extraña, pero no podíamos decir nada al respecto. 

Sentí una punzada de frustración, no sabía qué estaba pasando realmente, pero sus explicaciones no parecían sinceras. Aun así, no era el momento ni el lugar para insistir. El ambiente se volvió más tenso por un momento hasta que una chica se acercó. Era guapa, con cicatrices visibles en el rostro, pero su expresión era cálida y amable. Se presentó como Emily, la novia de Sam, aquel chico que parecía el líder, y al instante cambió el ambiente. Con una sonrisa tranquilizadora, nos invitó a Emilia y a mí a su casa para merendar al día siguiente. 

—Podemos pasar un buen rato y conocernos mejor —nos dijo Emily con una sonrisa auténtica—. Será agradable verlas de nuevo, y de paso, charlar un poco más tranquilamente. - con Emilia nos miramos y sabíamos a que se refería con hablar tranquilamente. 

intercambiamos números antes de que se marcharan, y acordamos ponernos de acuerdo más tarde sobre la hora exacta. Había algo en la mirada de Emily que me transmitía calma, como si supiera que tenía muchas preguntas y estaba dispuesta a responderlas, pero no ahora. 

Cuando finalmente se alejaron, me giré hacia Emilia, quien tenía una expresión similar a la mía: una mezcla de confusión, sorpresa, y una chispa de curiosidad.

 —¿Tú entiendes lo que acaba de pasar? —le pregunté. 

—Ni la menor idea —respondió Emilia, con una risa nerviosa—. Pero... me dio la impresión de que esto no ha terminado aquí. 

Asentí. Algo me decía que Emilia tenía razón. Y mientras miraba la figura de Seth alejándose por la playa, supe que ese encuentro había sido el comienzo de algo mucho más grande de lo que cualquiera de nosotras imaginaba. 





gracias por leer.

Seth clearwater; Un nuevo amanecer Where stories live. Discover now