—¿Así que el Sem Leo te envía porque sabes leer y escribir? —preguntó el Archivador Jefe a la muchacha.
Aveun asintió con decisión. Junto a ella, estaba también el niño de nombre Hego, quien al parecer provenía de una casa noble de Limba y había recibido también clases de alfabetización. Eran los únicos de los Zeros que podían escribir sin dificultad y por ello eran destinados como ayudantes del Archivador hasta la fecha de la Reunión. Eso implicaba dos horas diarias sin realizar tareas de sirviente, lo cual bastaba para convencer a la joven. Odiaba portear agua, aquel lago la hacía sentir muy muy pequeña con su inmensa profundidad y su silencio inquietante. Cada vez que hundía el cántaro, formando silenciosas hondas en su superficie acristalada, se imaginaba que algo enorme y con múltiples tentáculos la cogía y la arrastraba hasta el fondo.
El trabajo de archivador era bastante tranquilo por lo general, pero en aquellas dos semanas apenas si daban abasto con la búsqueda, transcripción y devoluciones de dones. Cientos de Carsios entraban diariamente en las dependencias con nuevos nombres que tachar. Jamás pensó que echaría tanto de menos un boli hasta que tuvo que escribir palabras y más palabras con una pluma de ganso impregnada en tinta.
El otro punto positivo de estar allí, bajo la tenue luz de la velas, era que comprendió un poco mejor en qué consistían los dones. Tal y como Liam le había dicho, los poderes de cada Carsio eran muy privados, y sólo los Decks superiores tenían la lista de las habilidades de las personas a su cargo. Ellos, y el Archivador por supuesto. El hombre era muy anciano y ya no podía acarrear los libros, además de andar medio ciego a causa de las cataratas, por lo que las búsquedas las hacía el Carsio ayudante que conoció el primer día en el Archivo, de nombre Kion. Y ahora ellos. Hego y Aveun ayudaban a portear los libros, y cuando las colas se alargaban, tachaban Carsios junto con el Archivador.
Al lado de los cientos de nombres que tuvo que suprimir, la inmensa mayoría con muertes horribles y violentas, había una palabra escrita pulcramente entre paréntesis. Muy rara vez, había dos. Podía encontrar fuego, tiempo, salud, curar, mente, oír, voz, detección... cada palabra podían significar tantas cosas que entendió lo hacían por seguridad, para proteger a aquella persona de gente como ella, una extraña ayudando en tiempos de guerra.
Se preguntó si en alguno de aquellos estantes, encontraría el nombre de sus amigos y el don que se les había otorgado.
Al fondo del archivo, casi medio kilómetro en el interior de la tierra, se encontraba la biblioteca de los Carsios. Seguía el mismo patrón de orden que el archivo, primero por fechas, lugares y después alfabéticamente según el alfabeto zoriano que constaba de diecinueve letras. A Aveun le llevó varios días aprender el sistema para poder orientarse.
La biblioteca sólo era para personas con un permiso especial, por lo general Sems de alta categoría o Decks, aunque también se aceptaban cualquier Carsio con permiso de los dos anteriores. El único que se salía de aquella norma era Ora el mago. La primera vez que se cruzó con él en los largos pasillos, ambos se sorprendieron.
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La Marca de los Dioses
FantasyBelalia llega a su fin. Todas las razas luchan tratando de detener el avance del Enemigo, sin éxito. Una profecía indica que sólo un hombre de otro mundo podrá acabar con la Hiena y devolver la paz. Pero cuando al fin llega descubrirán que ni es un...