Capítulo 3: Encuentro

24 8 4
                                    

Cinco siglos atrás

La luz de la mañana acariciaba mi rostro con suavidad, despertándome antes de lo habitual. La emoción de volver a ver a Nykyrian me llenaba de energía. Me levanté de la cama y me dirigí hacia las cortinas para abrirlas. Los rayos del sol se colaban entre las copas de los árboles, creando un espectáculo de luces y sombras que llenaba el paisaje de una belleza inigualable.

En ese momento, la puerta de mi habitación se abrió y Peonía, mi sirvienta personal, entró con una sonrisa amable. "Su alteza, qué sorpresa verla levantada tan temprano", dijo con voz suave.

"No podía dormir", respondí con una sonrisa pícara. "La emoción de este día me tiene ansiosa".

Peonía, con su habitual amabilidad y eficiencia, me ayudó a prepararme para el día. Me bañó con agua perfumada y me vistió con un hermoso vestido de día de un azul claro brillante, que combinaba a la perfección con mis alas iridiscentes. Completó mi atuendo con una tiara que brillaba con luz propia, realzando mi belleza natural.

Con mi libro de historia de los dioses en mano, abandoné mi habitación, lista para comenzar el día. Los pasillos del majestuoso castillo que era mi hogar estaban decorados con hermosos vitrales que narraban la historia de las hadas y con tapices de seda adornados con hilos de oro. El techo de mármol blanco, salpicado de estrellas plateadas, iluminaba el camino, mientras que el piso estaba cubierto por una alfombra de colores pasteles, entretejida con hilos de oro y delicadas flores.

Aprovechando la soledad del pasillo, extendí mis alas y descendí al comedor en un elegante vuelo.

"Tienes suerte de que tu madre no te haya visto hacer eso", dijo mi padre desde la cabecera del comedor, con una sonrisa divertida.

"¡Oh, lo siento!", exclamé, un poco avergonzada. "¿Le dirás a mamá?", pregunté con cierta inquietud.

"Será un secreto entre nosotros dos, mi pequeña Seraphina", respondió mi padre con un guiño cómplice.

Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. "Eres el mejor papá del mundo", dije con cariño.

Nos sentamos juntos en la mesa y conversamos sobre mis clases, las lecciones que estaba recibiendo para convertirme en la futura reina de las hadas y, por supuesto, sobre mis planes para el día con Nykyrian. La conversación fluía con naturalidad, llena de sabiduría, consejos y el profundo amor que unía a padre e hija.

Terminando de desayunar salí al jardín del palacio. Los rayos de los soles acariciaban mi rostro mientras paseaba por los jardines del palacio, saludando con una sonrisa a las hadas trabajadoras que se cruzaban en mi camino. El canto de los pájaros llenaba el aire de una melodía alegre y el aroma de las flores perfumaba el ambiente. Me dirigí a mi lugar de lectura favorito, bajo la sombra de un gran árbol frondoso, ansiosa por sumergirme en las fascinantes historias de nuestros ancestros. La historia de nuestros dioses me cautivaba, y conocer cómo les dieron a nuestro pueblo el poder para gobernar y mantener la paz en el mundo siempre me resultaba fascinante. Sentía que comprender a fondo nuestra historia me ayudaría a ser una mejor reina.

Mientras estaba absorta en la lectura, una sombra se proyectó sobre mi libro. Levanté la mirada y me encontré con Nykyrian, de pie frente a mí. Su figura alta y varonil, vestida con su atuendo de día, resaltaba la definición de sus músculos. Jamás había visto a un hombre con un físico tan atlético. La contextura de los hadas masculinos solía ser más delgada y menos musculosa. Sentí un impulso de pasar mi mano por sus brazos.

Tragué saliva y miré a su rostro, donde una sonrisa pícara y engreída se dibujaba en sus labios. Se había dado cuenta de que lo había estado observando fijamente. Un rubor se extendió por mis mejillas y me levanté rápidamente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 24 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Venganza RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora