Venganza Roja

Capítulo 2: El comienzo

Cinco siglos atrás

Mis pies se deslizan sobre el suelo de mármol pulido, tan liso como la seda que acaricia mi piel desnuda. La música me envuelve como una ola cálida, una melodía encantadora que fluye de las flautas y violines de las hadas músicas, sus instrumentos mágicos emitiendo notas que parecen brillar con luz propia. Las paredes del salón de baile, adornadas con tapices de seda fina, representan escenas de bosques encantados y hadas danzantes en un ballet eterno. Enredaderas de flores silvestres y hojas de helechos trepan por las paredes como si quisieran formar parte de la fiesta, creando un ambiente etéreo y natural que se funde con la majestuosidad del lugar. El techo, alto e imponente, está adornado con miles de estrellas doradas que parecen guiñar un ojo a los invitados, reflejándose en el suelo de mármol y creando un espectáculo de luces mágico. Mis alas iridiscentes, que cambian de color con cada movimiento, brillan bajo la tenue luz de las luciérnagas y el suave resplandor de las lunas llenas que se asoman por las amplias ventanas del castillo, bañando el salón en una luz plateada y etérea.

A mi alrededor, el salón de baile es un torbellino de colores y movimientos. Hadas, elfos, gnomos, centauros, licántropos, vampiros y, para mi sorpresa, algunos dragones, revolotean por la pista de baile en un vals mágico. Sus vestidos brillantes, confeccionados con las telas más finas del reino, giran alrededor de sus cuerpos como corolas de flores multicolores, creando un caleidoscopio de belleza y alegría. La música, alegre y vibrante, llena el aire con su ritmo contagioso, invitando a todos a unirse a la danza.

Me siento como si flotara en un sueño, rodeada de belleza y alegría. La magia vibra en el aire, tan espesa como la miel que se derrama de un panal. Cada paso, cada giro, cada sonrisa es un hechizo que me transporta a un mundo de pura felicidad, donde las preocupaciones se desvanecen como hojas al viento.

En la distancia, veo a mis padres, el rey Regas y la reina Naara, reyes de las hadas, radiantes con sus trajes de gala más hermosos. Sus coronas de estrellas, elaboradas con las piedras preciosas más brillantes del reino, brillan con luz propia, enmarcando sus rostros sonrientes y llenos de amor. Son los anfitriones perfectos, asegurándose de que todos sus invitados se diviertan y disfruten de esta noche tan especial. Mi padre, con su porte regio y su mirada amable, me guiña un ojo y me envía un gesto de "diviértete" con sus labios. Sé que está orgulloso de mí, de la mujer en la que me he convertido en estos 2000 años de vida. Algún día estaré ocupando su lugar al frente de la casa real, gobernando con sabiduría y justicia, pero por ahora puedo disfrutar de mi hermosa fiesta de cumpleaños, un momento que marca mi paso a la adultez en el mundo de las hadas.

Con paso lento y elegante, me acerco a la pista de baile, sintiendo el ritmo de la música resonar en mi corazón. Un hada apuesto, con una sonrisa encantadora y ojos que brillan como estrellas, me invita a bailar. Acepto su invitación con una sonrisa tímida y juntos nos unimos al torbellino de colores y movimiento. Mis alas rozan las suyas mientras giramos y giramos, nuestras risas mezclándose con la música y creando una melodía única que solo nosotros podemos escuchar.

De repente, una presencia llama mi atención. Un hombre alto y elegante, con una aura de misterio que me intriga desde el primer momento, se acerca a mí. Sus ojos azules, como dos zafiros pulidos, brillan con una calidez que me cautiva al instante. Su sonrisa, tan radiante como el sol naciente, es capaz de derretir la nieve más fría y encender un fuego en mi interior.

Sin una palabra, me invita a bailar. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y una sensación extraña recorre mi cuerpo cuando su mano toca la mía. Es como si una corriente eléctrica me atravesara, encendiendo un fuego en mi interior que nunca antes había sentido. Acepto su invitación, fascinada por este hombre misterioso que ha aparecido de repente en mi fiesta de cumpleaños.