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Minjeong

Yo había asesinado a un hombre.

El pánico se apoderó de mí. A mí alrededor todo lucía tan confuso. Sólo pude reparar débilmente en los hombres que entraron corriendo, guiados por Ryujin, en el griterío que inundó el lugar, y en Jimin, que me tomaba en brazos, hablándome.

No podía oír lo que decía. Sólo veía sus labios moverse frente a mí, como en cámara lenta. Las imágenes estaban distorsionadas, y comencé a hiperventilar. Jimin seguía hablándome, con los ojos fuera de lugar.

Luego todo se volvió negro.

Alguien estaba acariciando mis cabellos acompasadamente.

Jimin, era mi Jiminie.

Me abrazaba por detrás, mientras me consolaba tiernamente. Olía a casa. Me giré entre sus brazos, y me encontré de lleno con sus preciosos ojos mieles y su rostro, algo más pálido de lo normal.

Jimin no dijo nada, y yo tampoco lo hice. Nos miramos durante minutos, en silencio, evaluando el estado del otro sin decir palabra. Sin previo aviso, el horror me golpeó con fuerza.

—Shh, tranquila— Jimin me estrechó contra su pecho, mientras sollozos desgarradores escapaban de mi pecho sin control.

—M-minji— logré susurrar entre lágrimas.

—Está con Taemin, dejé a cinco guardias protegiéndolos cuando nos fuimos. Los llamé, nada sucedió allí.

Me sentí más aliviada, pero el espanto seguía allí, muy presente.

—Mis manos— murmuré, contemplando las palmas de mis manos con los ojos muy abiertos.

—¿Qué sucede con ellas?

—Están manchadas de sangre— susurré, y Jimin las tomó entre las suyas, acercándolas a su boca para besarlas, primero una y luego la otra.

Las levantó, examinándolas cuidadosamente.

—Yo no veo ni una sola mancha en ellas— declaró cuando hubo terminado, y volvió a estrecharme entre sus brazos.

Rendida, me dejé rodear por aquella bruma de dolor, sollozos y palabras de consuelo susurradas.

—Esto tiene que parar— susurré finalmente, cuando mis ojos ya estuvieron irritados por tantas lágrimas derramadas.

—Ya hablamos sobre esto— la sentí tensarse bajo mis manos, pero su voz no sonó brusca como pensé, simplemente decidida.

No lo haría. No lo intentaría.

—Necesito darme un baño— mascullé, y ella se relajó ante el cambio de tema.

Se incorporó conmigo en brazos, y me cargó hasta el cuarto de baño. Con paciencia, me ayudó a despojarme de mi vestido, y luego me miró fija.

—¿Quieres que me valla?

—No— respondí al instante— quédate.

La necesitaba ahora. Ahora más que nunca, luego de haber tomado mi decisión.

Me dejé hacer, mientras Jimin me enjabonaba como a una niña pequeña. Acaricié sus cabellos empapados, mientras ella frotaba mis piernas acuclillada frente a mí, luego levantó el rostro, para dedicarme una de esas sonrisas preciosas que conseguían hacerme sonreír todo el tiempo, pero que ahora provocó un vuelco en mi corazón.

La amaba tanto. Tanto que dolía. Tanto que nunca podría soportar el verla muerta. Y por eso necesitaba irme. Ya lo había decidido.

__________

Cuatro horas más tarde, a las cinco de la mañana, me separé de Jimin con suavidad, y me levanté de la cama, caminando hacia la habitación de Minji. Tomé el bolso que había escondido bajo la cama de mi hija, ese que había preparado hace unas horas, mientras Jimin me preparaba un café, y volví a caminar a nuestra habitación.

Deposité el bolso en la puerta, y me acerqué a Jimin una vez más.

Por última vez.

Mi ojimiel dormía boca abajo, con el rostro vuelto hacia un lado, y todos los cabellos revueltos. Yu Jimin, es tan peligrosa despierta pero tan dulce como una niña pequeña cuando está dormida.

Inspirando hondo, deposité la carta que había escrito sobre la mesa de noche, y acaricié su rostro por última vez antes de partir.

Logré salir sin ser interceptada. Sabía que los guardias tenían órdenes estrictas de no molestarme, pero en cuánto pudieran, le avisarían a Jimin que había partido. Debía ser rápida.

Tomé la carretera hacia la casa de mi padre, y conduje con rapidez y determinación. Sin mirar atrás.

Era extraño, porque pensé que dolería. Pensé que mi corazón se rompería en mil pedazos. Pero no fue así. En lugar de eso, no sentía nada. No sentía absolutamente nada, lo cual era peor, porque sabía que cuando la realidad me golpeara de golpe, y ya no encontrara a Jimin a mi lado, el dolor sería insoportable.

Jimin

Resoplé, molesta con aquel maldito rayo de sol que no paraba de caer directo sobre mis ojos, para nada tenue. Intenté volver a dormir durante unos cuantos segundos, y cuando por fin me di por vencida, estiré un brazo, buscando a Min por la cama, extrañada de no tenerla durmiendo justo encima de mi pecho, como siempre.

Frunciendo el ceño, miré a mi lado.

Min no estaba en la cama. Quizás había madrugado, y había decidido preparar el desayuno, lo cual era extraño pues Min nunca madrugaba. No, ella dormía hasta que alguna fuerza mayor la obligara a separarse de la cama.

Me estaba poniendo de pie cuando divisé una carta, allí, doblada justo al lado del reloj despertador. Extrañada, volví a sentarme en la cama y la desdoblé. Una página completa escrita con la desaliñada y apresurada letra de Min me esperaba allí.

Jiminie:

Siento estar haciendo esto. No sabes cuánto. Jimin yo... te amo. Te amo demasiado, y espero que nunca olvides eso. Intenté hacerte entrar en razón, pero no quieres escucharme. No puedo seguir con esto. No puedo seguir viviendo con miedo. Sabiendo que algún día de estos algo podría ocurrirnos. A mí, a Minji, o a ti.

Jimin, sí algún día te sucediera algo, no podría soportarlo. No tengo un plan. No sé cómo haré para vivir sin ti de ahora en más. No sé si pueda hacerlo siquiera. Pero debo intentarlo. Por Minji y por mí. Es demasiado peligroso, y nuestra niña no merece eso.

Te amo tanto que duele. Pero la idea de perderte, de verte muerta...me pone enferma. Ayer hice algo que nunca creí poder hacer, Jimin. Asesiné a alguien. Y realmente no me importa cuáles fueron los motivos. Lo hice. No puedo vivir con eso. Necesito terminar con todo... Empezar de nuevo.

Te imploro que no nos busques, no ahora. Quizás luego, cuando todo haya amainado un poco. Lo siento tanto, amor.

Siempre tuya. Kim Minjeong.

No. No. No. ¡Mierda, Min, no!

Arrojé la carta al otro extremo de la habitación, y echando chispas, me puse de pie para revisar nuestro vestidor. No se había llevado toda su ropa, sólo un poco. Igual que la de Minji.

Se había ido. Se había llevado a nuestra hija con ella. Y me había dejado. Y a pesar de que intenté no hacerlo, supe que la culpa era mía. Ella lo había dicho. Me había pedido por favor que parara con todo esto, y yo no la había oído. Y ella se había marchado.

Mi Min me había dejado.

Caí sentada contra la pared de la habitación de Minji, frente a su cama. Faltaban algunos de sus muñecos de felpa. Y amargas lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas.

¿Hacía cuánto que no lloraba? ¿Por qué me dolía tanto el pecho?

"Te imploro que no nos busques, no ahora"

Si Kim Minjeong de verdad pensaba que no la buscaría hasta el fin de la tierra, y no la traería de vuelta así tuviera que hacerlo a la fuerza, era porque no me conocía en nada. Después de todo la secuestre dos veces, nada quita que lo haga una tercera. 

Mía; winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora