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Jimin

—¿Tienes alguna idea de porqué Kun lo hizo?

—Ninguna. Luego del día en que me dio a Minjeong, no lo volví a ver, ni me interpuse en sus negocios.

—Más poder.

—Tiene que serlo, no hay otra razón.

—¿Qué harás con él?— Aeri se balanceó en su silla, frunciendo el ceño.

—Destruirlo. No permitiré que se salga con la suya luego de lo que hizo. Luego de todo el daño que le causó a Min, toda esta mierda.

—Hablando de eso— Aeri se puso de pie, caminando con total confianza hasta la esquina en donde guardaba las bebidas— ¿Cómo está Minjeong? Ningning va a volverme loca. Quiere ir a visitarla.

Me encogí de hombros.

—Está viviendo en un pueblo perdido en el medio de la nada. Le envié una carta y a un grupo de guardaespaldas. Si Ningning quiere ir, que lo haga— comenté despreocupadamente— Según los informes que recibo cada dos días por parte de los guardias, es mucho más seguro allí que acá. Min está trabajando en una librería, aunque no entiendo el por qué.

—¿Le enviaste dinero?

—Obviamente.

—¿Sabes a dónde irás cuando todo esto termine?

—No tengo ni la menor idea— acepté la copa de vino que me ofreció, mientras suspiraba.

—Estás enfadada con ella.

—Muchísimo. Se comportó como una niña. No debería haberse ido, debería haber hablado conmigo.

—Ella habló contigo, Jimin.

—Siempre pensé que era un encaprichamiento, nunca creí que de verdad le afectara tanto, Aeri.

—¿La extrañas?

Tardé un momento en contestar.

Extrañar.

Si me lo hubieran preguntado hace algo más de un año, habría respondido que extrañar era una mera muestra de debilidad. Que no había espacio en mi vida para extrañar a nadie. Pero ahora sabía que ese pesar que sentía en el centro del pecho, ese dolor que no me dejaba dormir en las noches, y ese maldito espacio vacío entre mis brazos, era eso.

—La extraño tanto que duele. Y a mi hija, mi Minji— sacudí la cabeza, dolida— nunca pensé que podría llegar a doler tanto, Aeri.

—Lo sé, Jimin. Pasé por lo mismo cuando Ningning se fue de casa aquella vez. Fue espantoso.

Asentí, y di por cerrado el tema mientras abría un par de carpetas en donde mantenía guardada información sobre Kun.

Minjeong

—Guarda estos en la sección de terror, Minjeong.

Asentí con la cabeza y tomé la pila de libros que descansaba sobre el mostrador, comenzando a caminar hacia la estantería más lejana de la tienda. Mientras los estaba acomodando, la campanilla de la entrada sonó, e inmediatamente me giré para ver de quién se trataba.

Durante las tres semanas y media que llevaba aquí, me había convertido en una paranoica. Cada vez que sonaba la campanilla de la entrada a la librería o recibía algún recado, mi mente dudaba entre la felicidad de que fuera Jimin, y el terror a que fuera algún enemigo.

Expiré tranquila cuando vi aparecer por la puerta a Yunjin, la dueña de la tienda a un par de casas a la derecha. Yunjin era, morocha y muy guapa. Y estaba interesada en mí. Lo había sabido desde el primer día que me vio comprando en su tienda. Me había sonreído cálidamente, mientras sus ojos brillaban.

Mía; winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora