Capítulo I: Bajo la luna

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Dragonstone era abrazado por la claridad de la luna y el oleaje del mar, todo estaba en calma y no se oía más que las olas rompiendo contra la orilla a la lejanía, en guerra o no, las horas de la avanzada noche guardaba a todos en sus sueños. En un cuatro, que no era de prisionera ni de invitada real, Mysaria saltó de la pequeña cama al oír un sonido tras la puerta. No le hicieron falta más de dos movimientos para levantarse  con una daga bien empuñada en la mano. Hace tiempo que vivía en el castillo de la reina y bajo su protección, pero nunca dormía completamente dormida, la vida le había enseñado que no podía dormir cuando había allí tantos peligros.

Estaba lista para saltar sobre quién estuviese tras la puerta, un ruido le hizo saber que habían descolocado el segundo que ella misma había puesto y nada más la figura entrar, se abalanzó sobre esta.

— ¡Soy yo!

— ¡¿Mi reina!?

No sabían cuál de las dos estaba más sobresaltada. Rhaenyra sostenía con firmeza el brazo de Mysaria el cual amenazaba con desgarrarle la yugular, y Mysaria sudó frío al ver bajo la túnica oscura a la reina.

— hubiese deseado saber el peligro que corría mi vida al venir hasta acá.—Rhaenyra exclamó con una sonrisa corta y nerviosa.

Mysaria alejó su brazo de inmediato, sin perder de vista a la reina.

— debería saber que es peligroso intentar entrar secretamente en el cuarto de alguien como yo, mi reina.

Rhaenyra aclaró su garganta e intentó persuadir los ojos de intenso negro que la miraban serena.

— quiero que vengas conmigo, hay algo que quiero discutir.— la reina no esperó repuesta, salió del cuartillo y tras ella Mysaria.

Ambas caminaron en silencio por los pasillos llenos de antorchas y Mysaria intentaba ver de vez en cuando al rostro de la reina y descifrar que era lo que pasaba por su mente, sin embargo no se esforzó mucho, su actitud calmada se vio perturbada cuando la reina se detuvo en el umbral de una puerta y delante de ella vio bajo la luna un dragón cobrizo que al verla  hizo ademán de atacar pero se detuvo cuando se dio cuenta que venía con la reina.

Mysaria ya había visto de cerca a un dragón, y lo había tocado, a Caraxes, cuando Daemon la llevó a conocerlo, pero incluso en ese momento y ahora no perdía del todo el miedo a los grandes dioses. Salió de sus pensamientos cuando la reina la tomó de la mano y la guió hasta estar lo suficientemente cerca de Syrax.

— M-mi reina ¿Qué hace?

Rhaenyra ve volvió para mirarla nerviosa. Era la reina, gobernada sobre los siete reinos, tenía todo un ejercicio bajo su mando y nadie, que apreciara su vida, se atrevía a contradecir sus órdenes, y aún así estaba nerviosa cuando miró sutilmente a Mysaria y sostuvo su mirada para hacer su petición.

— quiero que montes conmigo.

El corazón le daba mil vueltas a la reina, aún así se mantuvo sería y habló con un tono de voz autoritario. Mysaria sabía que no podía rechazar una petición de la reina, no solo por ser la soberana, sino porque ella misma no podía rechazar aquella mirada, tras la cual vio su nerviosismo y fingió no hacerlo para intentar persuadirla.

— mi reina, los gusanos nacieron para andar entre la tierra, no sobre dragones.

— así que ¿Rechazas la orden de tu reina?

— con todo respeto, mi reina, usted dijo "quiero" en ningún momento usó "te lo ordeno"

— ¿debería ordenarte entonces? Para que me obedezcas

— mi reina— Mysaria inclinó un poco hacia abajo la cabeza para disimular que lo que la detenía era el miedo a volar.— mis disculpas, debería hacer lo que crea correcto.

Rhaenyra lo comprendió, ese era el caso, no necesitaba muchas palabras de la enigmática mujer para saber que tenía miedo. Tomó su mano y la colocó entre el gran hocico de Syrax y su propia mano. Mysaria sintió que se quedaba sin aire en los pulmones cuando sintió bajo su tacto las escamas de la dragona, pero Syrax no se molestó en lo absoluto, se limitó a soltar un gruñido y nada más.

— le agradas, no tienes que tener miedo. — la reina esta vez guió a la mujer al escalante para subir sobre la dragona. Ambas subieron, y una vez arriba Mysaria se agarró al manubrio de copiloto con toda la fuerza que su cuerpo le permitió.

— Soves Syrax.— ordenó Rhaenyra.

Syrax alzó el vuelo, al principio un poco brusco y rápido hasta alcanzar una altura considerable, entonces disminuyó la velocidad y el vuelo se volvió sueve y lento.

A esa altura la luna que percibía con mayor claridad, el castillo enorme de veía diminuto, y las no nubes se colaban ente las alas de Syrax.

— ¿ves? No da miedo.— Comentó la reina.

— lo dice porque usted tiene sangre de dragón ¿Cómo podría temer a los suyos?— Mysaria contestó, apenas podía gesticular palabras al tener la vista clavada en el suelo que parecía tan lejano.

— ¿Tienes miedo?— inquirió Rhaenyra

La mujer de cabellera negra levantó la vista del suelo miró a la mujer de cabello blanco ondulante en el viento, y su espalda erguida y sus hombros firmes ante el agarre de la montadura; entonces poco a poco se fue soltando de si propia montadura y fue amoldando sus brazos alrededor de la cintura de Rhaenyra, aspirando su aroma mezclado con la brisa fría.

— No ¿Cómo podría tener miedo? Si es con usted, mi reina.

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