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Tom caminaba por los pasillos del castillo rumbo a la sala común de Slytherin. Sus pensamientos el día de hoy estaban puestos en ti, lo que resultaba molesto e irritante. ¿Quién eras tú para invadir su mente de esa manera? Lo que había sucedido en las mazmorras después de la clase de Snape, había sido un desliz. Un error, o al menos así intentaba hacerle creer a su mente.

Sin embargo, la imagen de ti abrazando su cuello y tomando todo lo que tenías para ofrecer, es algo que no puede olvidar. Incluso soñó con aquel momento una noche, y al despertar, tenía una erección que tú habías provocado. ¿Lo enfadó? Demasiado, pero había más que no terminaba de entender. El sabía que eras una chica guapa e inteligente a pesar de los defectos que veía en ti, eso era mucho más irritable para él.

Por tu parte, no dejabas de recordar la escena como algo sumamente sorprendente. No creías que ese Tom Riddle podría besar tan bien, ni mucho menos que fueras tú precisamente la chica que él haya elegido. Un segundo ¿Elegido?, no no, pensabas que lo había hecho para molestarte, una vez más.

Los días siguientes, habían sido una locura. Los enfrentamientos entre ambos, habían disminuido y todo el mundo era consciente de aquello. Evitabas la mirada de Tom, como él evitaba la tuya. La atmósfera después de aquel beso lo había cambiado todo, aunque él había asegurado que no sería así.

Honeydukes era el lugar perfecto para estar en épocas navideñas. Tu amor por los caramelos era tan grande que tus padres te habían prohibido comerlos por exceso, pero de todas formas te escapabas al pueblo para comprar una o dos paletas. Al salir de la tienda, y con el frío calandote en los huesos caminaste sobre la nieve caída del día anterior.
A las distancias escuchabas las risas de un montón de chicos.

Eran Draco, Blaise, Regg, Enzo, Mattheo, Theodore y Tom. Jamás los habías visto comportarse de una manera tan infantil. Jugaban con la nieve, haciendo bolas y tirándolas entre ellos. Incluso Tom, quién observaba la escena y esquivaba las bolas de nieve, se veía feliz y relajado.

Feliz y relajado hasta que sus ojos cayeron en ti. Un nudo se instaló en tu vientre al saber que tenias que pasar por allí, ya que era el único camino de regreso al castillo.

—¡Una víctima! —Gritó Regg, quién no dudó en lanzarte una bola de nieve. Esta rozó tu rostro.

—¡Oye, eso no es jugar limpio! —Te quejaste.

—Jamás hemos dicho que jugamos limpio —Añadió Mattheo, quién te lanzó otra, y cayó directamente en tu hombro.

Tenías dos opciones. Tener una pelea de bolas de nieve contra 6 idiotas (ya que uno solo estaba mirando. Sí, Riddle mayor) o salir corriendo y evitar quedar herida por la velocidad que estas caían. La segunda era más factible, así que te echaste a correr mientras esquivabas. Todos rieron a carcajadas.

—¡Oye! —Gritó una voz que reconocías muy bien. No hiciste caso, seguiste avanzando por el sendero —¡Estúpida enana, tengo algo que es tuyo!

Tus pasos se detuvieron en seco y te dista la vuelta para ver a Tom alzando una de tus paletas de caramelo. Debió hacerse caído cuando estabas huyendo.

—Oh —Murmuraste, acercándote a él para que te la devolviera, pero se echo hacia atrás con una risa burlona.

—No tan rápido, pequeño duende —Se burlo mientras te miraba con malicia —¿Has venido a Hogsmeade solo por esto?

—No es asunto tuyo.

—No, pero quiero saber lo tonta que eres al recorrer toda esta distancia por un simple caramelo.

—Sigue sin ser asunto tuyo, Riddle. Dámela —Le exijiste, pero él se río.

—Parece tener buen aspecto, veamos que tal sabe —Dijo, y comenzó a quitarle la envoltura.

—¡Oye, es un sabor nuevo! —Gritaste mientras corrías hacia él —¡Ni siquiera la he probado!

No sabes cómo, pero de un momento a otro te viste a ti misma sobre Tom. Esté resbaló y ambos cayeron sobre la nieve, tú sobre su cuerpo.

—¡¿Qué te pasa niña tonta?! —Se quejó, sin dejar de alzar su brazo para evitar que alcanzaras la paleta de caramelo.

—¡Dámela, estúpido! —Te quejaste —¡Es mía, cómprate la tuya

—¡Ahora es mía! —Gritó. La envoltura cayó sobre la nieve y él aprovechó la oportunidad de metérsela en la boca —¡Puaj, es demasiado dulce!

—¡Idiota! —La ira te invadió cuando lo viste saborear la paleta que habías comprado —¡¿Cómo te atreves?!

La escena para Tom estaba resultado demasiado divertida. Tú sobre su cuerpo luchando por una paleta de caramelo e intentando golpearlo con tus pequeños brazos.

—¿La quieres devuelta? —Te ofreció con burla.

—¡Asqueroso! —Intentaste levantarte de su cuerpo, pero él era más fuerte que tú y logró girarse para dejarte sobre la nieve y él aplastarte con su cuerpo —¡Dejame ir!

—¿Quieres probarla al menos? —volvió a burlarse, mientras llevaba la paleta a tus labios sellados —Vamos, abre la boca. Es tuya.

—¡Dejame en paz! —Gritaste cuando él volvió a meterse la paleta en la boca —Te odio, Tom Riddle. ¡Te odio, y ahora sal porque tengo frío!

Pero Tom estaba lejos de dejarte ir. Por su mente se cruzó aquel día en que te besó y el deseo volvió a inundar su cuerpo. Miró tus labios como aquella vez, y sin poder soportarlo un poco más, te besó.
Tu cuerpo se derritió bajo el suyo. Fue una lucha en vano, porque muy en el fondo de tu corazón, anhelabas volver a sentir su boca sobre la suya.

La brisa fría del invierno y el frío de tus extremidades se habían vuelto irrelevante al sentir la calidez de sus labios, y el sabor dulzón que había dejado en su lengua aquella paleta de caramelo que te había robado. No tenias idea como iba a terminar todo esto, pero estabas segura que querías disfrutar del momento.

Mientras su lengua invadia y exploraba el interior de tu boca, tu mano se deslizó por su mejilla. Era la primera vez que lo tocabas sin sentir deseos de golpearlo. Tus yemas se deslizaron por su pómulo, era suave, pero estaba frío debido al lugar en el que estaban.

—Te odio, Tom Riddle —Gemiste sobre su boca.

—No más de lo que yo te odio a ti.

—Sí vuelves a besarme contra mi voluntad, te mataré —Te quejaste, con voz débil, sabiendo que era la peor mentira que estabas diciendo.

Él lo notó y sonrío un poco.

—Estúpida, como si besaras tan bien —Se quejó también, pero no dudo en tomar tu labio inferior entre sus dientes y morderlo —Solo mírate, jadeando por mí.

—Ay sí, no te creas tanto Riddle. He tenido mejores besos —Soltaste, notando como su mirada se oscurecia.

—Sabes perfectamente que no es así —Dijo en tono seco —Ahora, déjame en paz ¿Has entendido?

—por si no lo has notado, me estás aplastando, sal y no volverás a verme el rostro. Y así, yo tampoco tengo que verte a ti.

—Eso espero, no tener que verte más —Te respondió, sabiendo que eso era imposible de suceder —Arruinas mis días —Añadió.

—¡Y tú los míos! —Te quejaste —¡Verte me da nauseas, es como si el sol se escondiera y la felicidad se desvaneciera y...!

No pudiste continuar, porque él volvió a besarte, esta vez más fuerte, con las pasión, con más necesidad. Ambos eran orgullosos, pero al momento de unir sus labios todo parecía no importar.

—Vete al castillo, tonta —Dijo, alejándose de ti, pero en un acto bondadoso tiró de tu mano y te levantó —Toma.

Viste la paleta que había estado en su boca. Ya no habían opciones, simplemente la tomaste, la metiste en tu boca y te alejaste de él.

—¡Y no te atrevas a desviarte del camino! —Te grito cuando ya estabas lo suficientemente lejos.

Enemies to Lovers - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora