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Capítulo 1.

Ser un animago era difícil, no todos aquellos que lo intentaban podían lograrlo. Requería tiempo y dedicación, y sobre todo, valentía. Habías escuchado de muchos casos fallidos donde las mutaciones abundaban, pero eso no te impidió querer lograrlo hasta conseguirlo. Llevabas dos años así, transformándote en una gata carey, sin contárselo a nadie.
Ni siquiera te habías inscrito en el registro de animagos del ministerio de magia, sabiendo que eso traería muchos problemas para ti si eras descubierta.

—Bueno chicos, se acabó la diversión —Escuchaste decir a Malfoy cuando entraste en el salón de pociones.

Él era tu enemigo desde primer año, cuando tenían once años. Siempre se encargaba de hacerte la vida imposible, te molestaba y te hacia sentir avergonzada por sus comentarios clasistas. Si bien eras de sangre pura, la economía de tu familia no era la mejor. Y Malfoy siempre te lo recordaba.

Ni siquiera te molestaste en responder, tomaste tu lugar e ignoraste su presencia. O eso intentabas, porque cada vez que tus ojos se deslizaban hacia la derecha, él estaba mirándote. Algunas veces, te hacía sentir nerviosa, no entendías porqué lo hacía, o con qué fin buscaba siempre irritarte.
Cuando la clase terminó, abandonaste el salón rápidamente.

Querías salir al exterior, querías vagar por los campos alrededor de Howgarts siendo una felina. Todo parecía ser un día normal, un día más en que podías disfrutar del sol y el viento en tu rostro peludo, pero no contabas con que alguien estuviera por los alrededores.

Draco había salido de la clase de pociones sintiéndose completamente agobiado. Siempre había intentado complace a su padre con excelentes calificaciones, pero últimamente no estaba dando resultado.
Dejó a sus amigos atrás y camino lejos del castillo, cerca de la lechucería, donde normalmente los estudiantes rara vez acudían.

Pero en esta ocasión, algo o más bien alguien llamó su atención.

La felicidad de volver a ser una gata te lleno de alegría. Te sentias libre después de varias semanas en que habías dejado de transformarte. Pero aquella felicidad duro apenas un segundo. Habías corrido apenas unos diez metros cuando lo esuchaste.

—¡___! —Era Draco Malfoy, que gritaba tu nombre —¡¿___? Sé que estás por ahí. Te vi, maldita sea!

Te giraste en tus cuatro patas, notando la figura que te observaba. Él no podía enterarse, sería tu fin, te enviarían a Askaban de por vida, y te volverías loca. No tenías más opciones que fingir ser una gata real.

—No seas estúpida —Draco escuchó tus ronroneos y como frotabas tu lomo contra su pierna —Así te quería ver, humillada.

Tus acciones no estaban dando resultado.

—Te vi transformarte, no sufro de ningún desequilibrio mental —Continúa Malfoy —Pero sigue haciendo eso, se te da de maravilla humillarte a ti misma.

Sus palabras fueron suficientes para ti. La ira de invadió y cambiaste a un ser humano. Él se sorprendió y ese echo para atrás, una parte muy pequeña de su cerebro quería creer que estaba loco. Levantándote del suelo lo encaras.

—¡Bien, me has descubierto! —Gritas —¿Y ahora qué? ¿Irás con papá a contarle lo que has visto?

—¿Porqué iría con él? Ser animago no es... —Él se detiene un momento —No estás en el registro del ministerio de magia,___.

Querías decirle que sí, pero él lo descubriría fácilmente a través de su padre.

—No.

Tus temores ahora se han hecho realidad. Este era tu fin, por culpa de querer un poco de libertad jamás notaste que Draco estaba cerca. Esperaste unos segundos, para verlo reír con orgullo de que te tenía en la palma de su mano, pero su rostro estaba lleno de preocupación hacia ti. No lo entendías ¿Porqué?

—Vas... —Susurraste —¿A decirlo?

—Yo... no lo sé. ¿Porqué demonios no estás inscrita en el registro del ministerio? —Se quejó, enfadándose.

—Porque eso significa tener poder sobre mí, y si adquirí esta facultad es para ser libre.

—Te enviarán a Askaban ¿Lo entiendes? ¡Está prohibido!

—No me enviarán si tú no dices nada —Te atreves a decir, sabiendo que Draco no te debe lealtad.

—Me enviarían a mí también, por ocultarlo.

—Solo finje que no has visto nada... Por favor.

Te sentias extraña al pronunciar esas palabras hacia él, pero tu futuro estaba en sus manos. Draco te observó por largos segundos, aún sin creer que esto estaba pasando.

—¿Hace cuanto tiempo? —Te preguntó.

—Dos años —Dices, con impaciencia —¿Me delatarás o no?

—No lo sé... —Él sonríe con malicia.

—Sin chantajes, Draco. No te haré la tarea, no seré tu exclava. Acepté mi futuro en cuanto decidí ocultar mi condición y...—

—Ay ya cállate. No se lo diré a nadie... No podría... Porque tú... —Dice, con un leve sonrojo en las mejillas —Olvídalo. Sigue tu vida salvaje como gata de las montañas.

Una gran sonrisa apareció en tus labios mientras acortabas las distancias entre ustedes y abrazabas su cuello para agradecer. Ni siquiera lo pensaste, simplemente lo hiciste por agradecimiento. Él se sorprendió por tu acto inesperado.

—¡Oye, oye, me llenarás de pelos! —Se quejó, pero su tono era bromista.

En otra ocasión te hubieras ofendido, pero ahora te reíste. Juntos caminaron más al interior del bosque, buscaron el tronco seco de un árbol caído y charlaron sobre como inicio todo su proceso. Él te escucho y al final de la conversación, te preguntó si podías ayudarlo a ser un perro.

—¿Un chihuahua? —Bromeaste.

—Un Dogo alemán, tonta.

Se rieron, dando por finalizado años de rivalidades. Y dando inicio a algo... algo mucho más agradable.

Animago - Draco Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora