Culpa.

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Un gemido ahogado escapó de los labios de Akutagawa. "Me duelen las caderas..." murmuró, mientras se deslizaba como una sombra por los pasillos laberínticos de la sede de la Port Mafia. Sus ojos oscuros escudriñaban cada rincón en busca de su mentor, Dazai, quien se había esfumado misteriosamente hacía unos minutos.
El joven mafioso avanzaba con paso lento, su gabardina negra ondeando suavemente tras él. El silencio era tan denso que podía oír el eco de sus propios pensamientos. "¿Dónde está?", se preguntaba, mientras su mirada saltaba de una puerta a otra, esperando encontrar algún indicio de la presencia de Dazai.

De repente, como atraído por un imán invisible, Akutagawa se detuvo frente a la imponente puerta del despacho de Mori-san, el jefe de la organización. Un presentimiento le hizo contener la respiración. "Tal vez esté ahí", pensó, mientras alzaba lentamente su mano pálida hacia la madera pulida.Antes de que sus nudillos pudieran rozar la superficie, la puerta se abrió de golpe, revelando la figura esbelta de Dazai. El mentor de Akutagawa emergió con una sonrisa enigmática bailando en sus labios y un brillo peculiar en sus ojos. Su rostro estaba perlado de sudor, como si acabara de realizar un esfuerzo considerable.

"Akutagawa-kun", saludó Dazai con voz entrecortada, "justo estaba saliendo. ¿Sucede algo?" Su tono era casual, pero había un deje de agitación en su respiración que no pasó desapercibido para su pupilo. Akutagawa, sin embargo, decidió no indagar. Su corazón latía con fuerza ante la mera presencia de su adorado mentor. "Solo lo buscaba, Dazai-san", respondió con voz suave, retrocediendo instintivamente mientras el otro salía por completo de la oficina. "Pero ya lo encontré."

Dazai se pasó las manos por el cabello castaño, en un intento de recuperar su compostura habitual. Sus ojos brillaron con picardía cuando volvió a hablar. "Oh, ya veo. Bueno, Mori-san me dio una excelente bienvenida", hizo una pausa dramática, "pero claro, la que tú me diste fue mejor en muchos aspectos."El rostro usualmente pálido de Ryunosuke se tiñó de un intenso carmesí al comprender la insinuación. Los recuerdos de su encuentro anterior con Dazai inundaron su mente, provocando una mezcla de vergüenza y excitación. Rápidamente, aclaró su garganta, intentando disipar esos pensamientos inoportunos. "Me halaga que piense eso, Dazai-san", logró articular, y con esas palabras, la conversación entre ambos hombres llegó a su fin por el momento.

Con el regreso de Dazai, la Mafia se transformó en un hervidero de terror y sadismo, para deleite de Mori y desgracia de los nuevos reclutas y enemigos por igual. Cada misión se convertía en un festín macabro donde Osamu parecía desatar años de represión homicida. La tortura quedaba corta ante las atrocidades que el castaño infligía a sus víctimas, quienes osaban desafiarlo o negarse a someterse. Aquellos desdichados hubieran preferido mil veces arrancarse la lengua que enfrentar la ira desquiciada de un enfermo cuya sed de sangre parecía insaciable.

(7:29 pm)

Un silencio sepulcral reinaba en el lugar cuando Ryunosuke se aproximó a la oficina de su mentor. Con papeles en mano, cortesía de Mori-san, el joven ni se molestó en tocar - su relación con Dazai había trascendido hace mucho tales formalidades. Al girar el pomo y empujar la puerta, una oleada de hedor nauseabundo lo golpeó con la fuerza de un puñetazo. El aroma putrefacto de excrementos, vómito y carne descompuesta invadió sus fosas nasales, provocándole arcadas instantáneas.

Ryunosuke se cubrió la nariz con su gabardina, sus ojos lagrimearon ante el asalto olfativo. "¿Qué rayos...?" murmuró, adentrándose en la penumbra de la oficina. La oscuridad era casi tangible, pero eso no impidió que su zapato de cuero chocara contra algo blando y húmedo.
Al bajar la mirada, la tenue luz que se filtraba desde el pasillo reveló una visión sacada de las más retorcidas pesadillas. Ahí, a sus pies, yacía la cabeza cercenada de un hombre. El rostro, hinchado y amoratado, lucía una mueca de agonía perpetua. Donde deberían estar los ojos, sólo había dos cuencas vacías y sanguinolentas, grotescamente adornadas con piedras brillantes que parecían burlarse de la muerte misma.

La piel del rostro, desprendida en algunos puntos, dejaba entrever la carne putrefacta debajo. Un río de fluidos oscuros y espesos manaba de la boca abierta y del cuello brutalmente seccionado, formando un charco viscoso que se extendía por el suelo.

Ryunosuke sintió cómo la bilis le subía por la garganta. Con un esfuerzo sobrehumano, logró contener el vómito y se movió hacia la derecha, sus zapatos producieron un sonido pegajoso al despegarse del suelo manchado de sangre coagulada. "¿Cómo Dazai-San puede aguantar este olor?" Se preguntó a si mismo sin saber que su pregunta tendría una rápida respuesta. 

"Uno simplemente se acostumbra, Akutagawa-kun". La voz, un susurro siniestro que parecía emanar de las mismas sombras, provocó que el cuerpo del azabache se estremeciera violentamente. Akutagawa logró disimular su sobresalto con un ceño fruncido, pero el sudor frío que empezaba a perlar su frente lo traicionaba.Entornando los ojos, logró distinguir la silueta de su mentor tras el escritorio. Dazai estaba ahí, sentado como un rey en su trono de pesadilla, sosteniendo una taza que humeaba con un líquido espeso y oscuro que Akutagawa prefirió no identificar. Sobre la mesa de madera, un plato de vidrio relucía con un brillo bajo la tenue luz, su contenido oculto por las sombras pero sugiriendo horrores inimaginables.

"¿Qué se te ofrece? Al parecer ya te acostumbraste a pasar sin tocar. Qué confiado," ronroneó Dazai logrando que la piel de Akutagawa se erizara.Ryunosuke bajó la mirada, sintiendo como si mil agujas se clavaran en su nuca. "Perdone mi falta de respeto," musitó "Vine a darle unos informes realizados por el jefe. Desea que los lea y responda antes del viernes." Con pasos vacilantes, como si caminara sobre un campo minado, Akutagawa se acercó al escritorio. El hedor a putrefacción se intensificaba con cada paso, haciendo que sus entrañas se retorcieran en protesta y de forma rápida dejó el sobre sobre la mesa.

Dazai hizo un gesto de molestia por lo mismo "¿Antes del viernes? Pero si pasado mañana es viernes... Ah, qué flojera," se quejó, su tono juguetón contrastando grotescamente con el ambiente macabro que los rodeaba."Bueno, debo irme," murmuró Ryunosuke, ansioso por escapar de aquel antro de horrores. "Nos vemos luego, Dazai-san."

Pero cuando su mano tocó la perilla, sintió un agarre férreo en su muñeca. Los dedos de Dazai se clavaron en su carne como garras, impidiéndole la huida. Akutagawa maldijo internamente, su estómago revuelto amenazando con vaciar su contenido allí mismo."¿Sucede algo?" preguntó, girándose para enfrentar a su mentor. El rostro de Dazai estaba demasiado cerca, su aliento cálido acariciando la mejilla de Akutagawa con la promesa de atrocidades por venir. "¿Solo viniste para darme unos aburridos papeles?" susurró Dazai mientras sus ojos se clavaron en Akutagawa. "Sabes, Akutagawa-kun... torturar y oír las súplicas de las personas es divertido, lo admito, pero también necesito otro modo de quitar mi estrés..."La mano libre del castaño se deslizó por el cuello de Ryunosuke, sus dedos dejaron un rastro húmedo y pegajoso que olía a hierro. "Lo comprendes, ¿verdad?" ronroneó, dejando un pequeño beso en dichosa zona logrando que el azabache suelte un ligero suspiro. 

"Lo sé muy bien Dazai-San, pero..."
El aire se puso pesado, cargado de una tensión que hacía crujir los dientes. Akutagawa tragó saliva, su garganta se secó por completo. La palabra "pero" había sido su sentencia de muerte, el detonante de la ira de Dazai.

Una bofetada resonó en la silenciosa oficina, dejando un ardor punzante en la mejilla de Akutagawa. El azabache se encogió, sintiendo la furia de su jefe como un látigo que le azotaba el alma. "¿Pero?", repitió Dazai con un siseo venenoso. La sonrisa que solía adornar su rostro había desaparecido, reemplazada por una mueca de rabia contenida. Las manos de Dazai se aferraron al cuello de la gabardina de Akutagawa, apretando con una fuerza que le cortaba la respiración. Las uñas se clavaron en su piel, dejando marcas rojas. "Pensé que eras más inteligente, Akutagawa-kun", gruñó Dazai con un tono de voz cargado de desprecio puro. "Sin embargo, eres tan estúpido como él". Hizo un gesto con la cabeza hacia el suelo, donde yacía aquella que le dio la bienvenida a Ryunosuke al entrar al lugar. 

"Tú nunca te negaste a nada que te propusiera, nunca me diste la contraria", continuó Dazai. "Y eso era perfecto, Akutagawa-kun". Lágrimas de rabia y frustración brotaron de sus ojos, era un gran actor. "Sabes cómo me hace sentir eso?", preguntó Dazai. "Desolado... triste... y, claramente, muy, muy enojado".

El miedo se apoderó de Akutagawa, paralizándolo por completo. La ira de Dazai era palpable, un torbellino de emociones que amenazaba con engullirlo. Sabía que no había escapatoria, que estaba a merced de su despiadado jefe.Dazai apretó aún más el agarre, sus dedos hundiéndose en la carne de Akutagawa. "Te enseñaré a no volver a desafiarme, te haré pagar por tu insolencia".

Y con esas palabras, Dazai desató su furia sobre Akutagawa, golpeándolo sin piedad. Cada golpe era un grito de rabia, cada patada un juramento de venganza. Akutagawa se encogió en el suelo, protegiendo su cabeza con los brazos, mientras el dolor recorría su cuerpo como una descarga eléctrica. Los gritos de Akutagawa se mezclaron con las risas sádicas de Dazai, creando una macabra sinfonía de violencia y terror. 
Cuando finalmente Dazai se detuvo, Akutagawa yacía en el suelo, inconsciente, su cuerpo adornado de moretones y heridas. El lugar era un desastre, los muebles volcados y los papeles esparcidos por todas partes. Dazai se irguió, respirando con dificultad. La ira había drenado su energía, pero una sonrisa cruel se dibujó en sus labios al ver su obra de arte.

(3:45 am)

El peso de la culpa se cernía sobre Ryunosuke como una losa aplastante. Sentado en el borde de la cama, contemplaba cómo las gentiles manos de Dazai se deslizaban sobre sus magullados labios, aplicando el ardiente ungüento con delicada precisión. Un escalofrío recorrió su espina dorsal ante el roce de esos dedos sobre su carne lacerada, transportándolo a aquel instante en que esas mismas manos lo golpearon sin piedad. Cada fibra de su ser clamaba de agonía, y sin embargo, anhelaba con desesperación ese contacto casi reverencial, símbolo de la cercanía que tanto ansiaba.

"Tú provocaste esto..."

La voz de Dazai despertó un estremecimiento en su pecho. Ryunosuke se aferró a esas palabras como un náufrago a una tabla de salvación. Por supuesto, era su propia insensatez la que había desatado semejante castigo. ¿Qué clase de necio osaba desafiar a su mentor, su guía, su deidad terrenal? Con los ojos arrasados en lágrimas de arrepentimiento, Ryunosuke se inclinó ante Osamu. "Le ruego me perdone, Dazai-san. Esta afrenta no volverá a repetirse". Pues sabía, en lo más profundo de su alma atormentada, que el sufrimiento no era más que una ofrenda para apaciguar al ser que se había convertido en su todo. 

La mirada penetrante de Dazai se clavaba en Ryunosuke como un halcón acechando a su presa. Sus facciones severas se curvaron en una fugaz sonrisa siniestra, pues su juguete favorito había vuelto a caer en la trampa de la culpa, aceptando sumisamente la responsabilidad pese a su inocencia. Ryunosuke era la perfección hecha carne, y Dazai se regocijaba en ser su titiritero, orquestando cada movimiento con retorcido deleite. Afortunadamente, había tenido la cautela de no quebrar por completo a su preciada marioneta, de lo contrario, se habría visto privado de su fuente de diversión más preciada.

Dazai alargó una mano para apresar la barbilla de Ryunosuke, alzando su rostro hasta encontrarse con aquellos ojos cristalinos que tanto le fascinaban. Sin pedir permiso, selló sus labios con un beso aparentemente tierno, aunque imbuido de un deseo voraz apenas contenido. Percibió la torpe correspondencia de Ryunosuke y una oleada de hastío lo invadió, mas pronto fue reemplazada por un fuego abrasador en su vientre. Necesitaba saciar su lujuria sin demora, y su fiel peón sería el instrumento para aplacar ese ardor.

Una vez más, Dazai se saldría con la suya, como siempre. Ryunosuke era suyo para poseer y destruir a su antojo. Después de todo, ¿qué era un dios sin fieles que lo adoraran?

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⏰ Última actualización: Aug 02 ⏰

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