𝐕𝐈

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Yuuji se despertó de su angustiado sueño al escuchar una voz familiar gritando fuertemente fuera de su habitación. Se incorporó rápidamente, sentándose en la cama, y pudo escuchar con claridad aquella voz que gritaba con furia. ¿Sukuna?¿Había vuelto a casa?

De repente, la puerta de su habitación se abrió de golpe, emitiendo un estruendoso sonido, y el pequeño omega pelirosado se sobresaltó asustado cuando Sukuna entró, luciendo completamente furioso. Antes de que pudiera reaccionar, Sukuna se acercó a Yuuji y lo tomó con demasiada fuerza de los brazos, sacándolo de la cama con un violento tirón.

"Pequeña perra malagradecida." Gritó Sukuna, su voz llena de enojo. "¿Cómo te atreves a rechazar a ese hombre rico? ¡¿Ni siquiera puedes hacer ese pequeño sacrificio por nosotros?!"

Yuuji se sintió intimidado por la fuerza de Sukuna y su enojo. El menor tampoco pudo evitar sentirse dolido y asustado por sus palabras.

"Sukuna, s-sueltáme." murmuró Yuuji con la voz quebrada. "No podía... No puedo. ¡No soy un objeto al cuál le pueden poner un precio y sacar provecho de él!"

"¡No quiero escuchar tus estupideces!" Respondió Sukuna, apretando aún más fuerte a Yuuji. "¡Todo esto es tú maldita culpa!" Sukuna gritó, girando el rostro y observando a Choso, quien solamente miraba la escena sin hacer nada, solo estaba ahí de pie, en medio del marco de la puerta. "Es tú culpa por haberlo mimado y haberlo mantenido dentro de su maldita burbuja de fantasía todo este maldito tiempo... ¡Despierta, Yuuji! ¡Ya no eres un jodido niño!"

"¡Déjame en paz, Sukuna!" exclamó Yuuji, sus ojos llenos de lágrimas. "No puedes culparme por todo. Soy una persona, no un jodido objeto que puede ser usado y desechado... Si tanto quieres ese maldito dinero, entonces, ¡¿por qué no te vendes tú?!"

Yuuji le gritó con furia a Sukuna, descargando toda la ira contenida en su pequeño cuerpo, sin embargo, pronto el menor fue silenciando, al sentir un fuerte impacto de un golpe aterrizar en su mejilla. Su cabeza giró hacia un lado con la fuerza de la bofetada que Sukuna le había propinado. El dolor ardiente se extendió por su rostro, y las lágrimas comenzaron a fluir aún más. Sukuna se acercó lentamente a él, con una sonrisa maliciosa en su rostro.

"¿No te gusta cuando te tratan con rudeza?" Dijo Sukuna, su voz llena de burla, mientras que con su mano tomaba a Yuuji por la barbilla, alzándole el rostro y obligándolo a mirarle. "Eres patético, Yuuji. Eres un completo bueno para nada. No mereces nada más que esto. Adelante, sigue llorando, como la pequeña perra que eres. Solo para eso sirves."

Sukuna soltó a Yuuji, y se puso de pie. El pequeño pelirosado observó a Sukuna retirarse de la habitación, caminando hasta la puerta y empujando a Choso con un choque de hombros al pasar por su lado.

"Ah, claro. Lo olvidaba." Sukuna detuvo sus pasos justo al estar fuera de la habitación del pelirosado, y se giró sobre sus pies para poder dirigirle la mirada al pequeño omega. "Vas a aceptar esa propuesta. Quieras o no." Habló con firmeza, para posteriormente girarse y finalmente alejarse.

Yuuji aún lloraba en su lugar, su cuerpo temblando ante los espasmos del llanto. El menor pronto sintió unos brazos rodeándole, y al alzar la mirada se encontró con su hermano Choso abrazándole. Yuuji, con lágrimas en los ojos y el corazón aún dolido por la situación anterior, se alejó del abrazo de su hermano.

"Tú también piensas qué soy una molestia, ¿verdad? Qué soy un mal agradecido, un estorbo..." El pequeño omega susurró, mostrándole a Choso una pequeña sonrisa en medio de todo el llanto. "Ya lo escuchaste, ¿no?... Está bien. Dile a tú jefe que acepto."

"Yuuji... No, no es así..." Choso comenzó a hablar, la duda era palpable en su tono de voz, al mismo tiempo que volvía a tratar de acercarse a su pequeño hermano menor.

Pero Yuuji no lo estaba escuchando. Con el corazón roto y las lágrimas desbordándose, el pequeño omega huyó de la casa y de Choso. La angustia y la confusión se apoderaron de él, y necesitaba, urgentemente, alejarse de todo, al menos por un momento.

Corrió sin rumbo fijo, dejando atrás todo lo que había sucedido, y todo en lo que había confiado alguna vez. Sus pies descalzos golpeaban el pavimento, pero el dolor físico era insignificante en comparación con el dolor emocional que sentía.

Las lágrimas caían sin cesar, llevándose consigo parte de su tristeza y desesperación. Yuuji se sentía perdido y solo, buscando desesperadamente un refugio donde pudiera encontrar consuelo y claridad.

Yuuji, exhausto y confundido, encontró un pequeño parque solitario en medio de su desesperada huida. Cansado, decidió quedarse allí un rato. Se sentó en uno de los columpios, dejando que el viento cálido lo balanceara suavemente.

El sonido de las hojas y el suave susurro de la brisa le proporcionaban un poco de paz en medio de su tormento emocional. Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de encontrar algo de calma en su mente atormentada.

Mientras las horas pasaban y la oscuridad se cernía, el estómago de Yuuji gruñó con hambre. Se acarició el estómago y decidió que era momento de regresar a casa. Aunque aún sentía un nudo en el corazón, sabía que necesitaba enfrentar la realidad.

Con un suspiro, Yuuji se levantó del columpio y comenzó a caminar hacia casa. A medida que avanzaba, la tristeza y la incertidumbre se mezclaban en su interior. Distraído en sus propios pensamientos, Yuuji caminaba sin darse cuenta del auto que lo seguía. Su mente estaba llena de preocupaciones y emociones, lo que le impedía prestar atención a su entorno.

De repente, los faros del auto se iluminaron, y Yuuji finalmente se percató de la amenaza que representaba. Su corazón se aceleró y la adrenalina se apoderó de él.

Rápidamente, Yuuji buscó una salida y corrió hacia un callejón cercano, tratando de alejarse del peligro. Su respiración era agitada y su cuerpo temblaba por la tensión del momento. El menor sintió un escalofrío recorrer su espalda al darse cuenta de que el auto se había detenido justo en la entrada del callejón, y su miedo se intensificó aún más, cuando cuatro hombres salieron del vehículo y comenzaron a acercarse a él.

El corazón de Yuuji latía desbocado mientras observaba con horror la situación. Su instinto de autopreservación se activó y comenzó a buscar una salida, buscando desesperadamente una manera de escapar de esos hombres.

Sin embargo, la situación se volvía cada vez más tensa y Yuuji se sentía atrapado. Yuuji se quedó paralizado del miedo en cuanto vió como uno de los hombres se acercaba rápidamente a él, tomando su cuerpo entre sus brazos y cubriéndole la boca para evitar que gritara. La sensación de asfixia y la sensación de impotencia lo invadieron por completo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por liberarse, pero las manos del hombre lo sostenían firmemente. Yuuji luchó con todas sus fuerzas, pataleando y resistiéndose, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. El hombre logró someterlo por completo y le colocó un paño impregnado con un olor desconocido, cubriéndole la nariz y la boca.

A medida que el aroma penetraba en sus sentidos, el pequeño omega sintió una sensación extraña que se apoderaba de él. La conciencia se le desvanecía gradualmente y su cuerpo se volvía débil e indefenso.

Las imágenes se volvieron borrosas y su mente se nubló, hasta que finalmente, la oscuridad lo envolvió por completo. Yuuji se desplomó, inconsciente, en manos de aquellos hombres desconocidos que le habían arrebatado su libertad y lo habían sumido en un profundo letargo.

𝑫𝒖𝒍𝒄𝒆𝒔 𝒎𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓𝒂𝒔. | 𝑁𝑎𝑛𝑎𝐼𝑡𝑎, 𝐺𝑜𝑌𝑢𝑢, 𝑇𝑜𝑗𝑖𝐼𝑡𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora