HARAM (ELLOS Y YO)

CAPITULO 15

NARRA ETHAN

Abrazo a Noa contra mi pecho en medio de la oscuridad del bosque y la tenue luz de la fogata. Apenas logro visualizar su silueta y la de Sai que la abraza por la espalda.

—Noa, no nos dejes solos de nuevo. — dice Sai.

No responde solo gira y lo abraza, siento sus nalgas chocar contra mi pene.

<<Es mi hermana, es mi hermana, es mi hermana, no es una mujer, es mi hermana.>>

A pesar de que la casa de acampar es grande parece muy pequeña para los tres juntos.

—No los dejare, si no me dejan. — dice y esconde su cabeza en el pecho de Sai.

Noa, por favor no hagas que esto sea más difícil, pequeña, lo estamos intentando para que puedas ser feliz.

Sé que sus rabietas son a causa de sus celos, ella como nosotros no puede sacar la idea de su mente, pero si no actuamos así, no va a funcionar.

—Noa, no te dejaremos. — digo inconscientemente.

<<Porque mi cerebro y mi boca no están conectados.>>

Los tres nos quedamos en silencio, intento respirar para que la erección que parece aumentar desaparezca.

<<Deseo saber que hay debajo de esas feas cortinas que llama ropa.>>

Por inercia llevo mi mano a su cabeza y le quito el velo que cubre su cabello, lo tiene atado en una trenza. Siento que da un brinquito cuando agarro la trenza entre mis dedos.

Quito la liga de la punta de su cabello e inicio a destrenzarla con sumo cuidado, sintiendo su sedoso cabello deslizarse entre mis dedos.

—Me gusta más suelto. — digo cuando termino de destrenzarla.

Está en completo silencio.

Inicia a escucharse fuertes gotas de agua caer sobre la carpa. Fue un mal, malísimo día para acampar.

—La fogata. — dice intentando levantarse.

—Si sales ahora, el calor que hay dentro escapara. — dice Sai.

Se queda en su sitio y la lluvia aumenta dejándonos en completa oscuridad al apagar la fogata, afortunadamente la carpa es gruesa, no pasara la lluvia y mantendremos el calor si no abrimos la carpa.

—Tengo miedo. — dice Noa casi en un hilo de voz.

Olvide que mi herm anita le teme a la oscuridad. ¡todo por esos infelices que la encerraban en el kínder!

—Estas con nosotros, no hay porque temer. — digo pegándome a su cuerpo.

No dice nada, sigue en la misma posición sin moverse.

—Recuerdas cuando estuvimos en el bunker. — digo para distraerla.

—Prometimos protegerte. — dice Sai.

—Quiero volver al bunker. — dice y acaricio su cabello.

—¿Por qué? — dice Sai.

—Éramos felices allí. — dice con culpa.

Una punzada cae sobre mi pecho, si nunca hubiésemos salido de allí, quizá nunca hubiésemos desarrollado lo que sea que sentimos hacia ella.

—¿Qué es eso? — dice moviéndose.

—¿El qué? — digo.

—Esto. — dice moviendo su mano.