Capitulo 10: Armas biológicas.

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Ubicación: Falmart, Livia Wa Orientalis.

Dos días pasaron desde lo acontecimientos anteriores, ahora, en las majestuosas cordilleras nevadas de Livia Wa Orientalis, que se alzaban hasta los 200 metros sobre el nivel del mar, una actividad frenética se desarrollaba en la base de las fuerzas de Overwatch. La cabeza de playa, casi terminada, bullía de movimiento y anticipación. En la sección sur de la instalación, docenas de lanzadores de misiles múltiples BM-30 Smerch, modificados y mejorados para tener un mayor alcance y potencia que sus contrapartes antiguas del extinto ejército ruso, se alineaban con precisión milimétrica, sus tubos apuntando amenazadoramente hacia el sur.

El aire, frío y cortante, estaba cargado de tensión. Los soldados transhumanos se movían con una eficiencia sobrehumana, sus cuerpos mejorados cibernéticamente apenas afectados por las bajas temperaturas. Sus respiraciones, filtradas a través de las máscaras de gas, formaban pequeñas nubes de vapor que se desvanecían rápidamente en el aire gélido.

Lo que estaba a punto de suceder no era un simple bombardeo de explosivos convencionales. No, eso habría sido casi misericordioso en comparación con lo que estos lanzadores estaban preparados para desatar. Los tubos, relucientes bajo la luz pálida del sol de mediodía, no contenían misiles convencionales. En su lugar, albergaban cápsulas de un gris metálico, su superficie dura y resistente reflejando la luz de manera siniestra.

Dentro de estas cápsulas, se agitaban las formas grotescas de los Headcrabs, parásitos alienígenas de Xen. Criaturas que no pertenecían a este mundo ni a ningún otro conocido por la humanidad. Sus cuerpos, una mezcla repugnante de carne color pálido, mientras otros que parecían ser tan oscuros como el carbón, se retorcían en espacios confinados, ansiosos por ser liberados y cumplir con su único propósito: parasitar y sobrevivir hasta evolucionar a su última etapa.

El oficial al mando, un soldado estándar cuyo rostro oculto tras la máscara de gas no traicionaba emoción alguna, supervisaba los preparativos finales. Su voz, distorsionada por los filtros de comunicación, resonó con una claridad escalofriante:

"Objetivos Imperiales fijados. Bombardeo de parásitos inminente."

Cada palabra estaba cargada de un peso terrible. No era simplemente una orden militar; era la sentencia de muerte para miles de civiles inocentes en las ciudades imperiales cercanas a Orbis Lunamutatus. Hombres, mujeres y niños que, en cuestión de horas, se convertirían en monstruosidades que ni siquiera sus propias madres reconocerían.

"Confirmación de parámetros atmosféricos requerida," respondió uno de los técnicos, sus dedos enguantados danzando sobre una consola holográfica. "Vientos del sureste a 15 nudos. Humedad relativa al 30%. Condiciones óptimas para dispersión máxima."

El oficial asintió, su visor polarizado reflejando las lecturas que se proyectaban frente a él. "Procedan con el protocolo de lanzamiento. Prioridad alfa en núcleos poblacionales densos. Maximizar potencial de infección inicial."

Los dedos enguantados de los artilleros se cernían sobre los controles de lanzamiento, listos para desencadenar un horror que ningún habitante de Falmart podría haber imaginado en sus peores pesadillas. El silencio que precedió al lanzamiento era ensordecedor, como si toda la naturaleza contuviera el aliento ante lo que estaba por venir.

Y entonces, con un rugido ensordecedor que hizo temblar la tierra misma, los lanzadores BM-30 Smerch cobraron vida. Docenas de cápsulas salieron disparadas hacia el cielo, dejando tras de sí estelas de humo blanco que contrastaban brutalmente con el azul pálido del firmamento. Cada una de ellas llevaba en su interior la semilla de una pesadilla biológica, un regalo mortífero de un mundo que jamás debió haber entrado en contacto con Falmart.

GATE: La última oportunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora