Capitulo 1: Todo Inició esa noche

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Arisu POV

—¡Qué no iré a la maldita discoteca! —repetí por lo que parecía ser la millonésima vez el mismo día.

No llevábamos más de cinco minutos en la cafetería vintage de la esquina y mi conversación con Kaede ya era de todo, menos amigable.

—Ay, Ari, no seas aburrido —insistió Kaede, cruzándose de brazos—. ¿No te gustaba ir de fiesta? Además, me lo debes, ¿o debería recordarte quien te mantiene?

Maldije mentalmente. Kaede tenía un punto indiscutible ahí, sin embargo me mantuve firme, dirigiendo una mirada desafiante.

—Primero que todo, te he dicho que no me gusta que me llames Ari, Kaede —reclamé, imitando su postura—. Y segundo, mañana tendré a Hikari todo el día y no quiero estar con mi hija teniendo una maldita resaca. No voy a ir.

La pelirroja se quedó mirándome suplicante unos segundos.

—Ari, ni siquiera tienes que beber, solo acompañarme —continuó con un tono más vulnerable—. No quiero ir sola después de lo de Takumi...

Maldije para mi mismo nuevamente. Sabía que lo de Takumi era un tema sensible, y no podía decirle que no.

—De acuerdo, iré contigo —suspiré derrotado.

El rostro de Kaede se iluminó inmediatamente, cómo cuando era pequeña y le gustaba mucho algo.

—¡Si! ¡Muchas gracias, Ari!

—¡Arisu! —Fruncí el ceño, a lo que se rió inmediatamente.

Que insistente es cuando quiere....

Para más o menos las diez de la noche ya estaba cansado del lugar. Llevaba ya bastante tiempo sentado en la barra del bar en medio del brillo de las luces, la música estruendosa y de personas bailando por todos lados.

Pase la mano por mi cabello color cobre, con un suspiro en un intento de ignorar mi propio agotamiento.

Maldita Kaede.

¿Por qué tanta insistencia si al final la miserable me iba a dejar solo?

Miré mi vaso. Vacío. Totalmente vacío.

Argh... Tendré que ir a pedir otra.

Tomé la tarjeta de crédito que me había dejado Kaede, riéndome para mi mismo.

Me compraré alguna de las bebidas más caras...

Levanté la mano para pedir, y justo al mismo tiempo, logré ver por el rabillo del ojo a otro joven haciendo lo mismo.

—Un kamikaze —pedimos a la vez.

Cruzamos miradas. Y sin darme cuenta, mi mirada se fijó en la suya, intensa gracias al color azul de sus ojos. Tenía la simple curiosidad de saber quien había pedido exactamente en el mismo momento que yo la misma bebida, y al ver que manteníamos la mirada, me decidí a hablarle.

—¿No te parece curioso el hecho de que hayamos pedido lo mismo al mismo tiempo? —le pregunté riéndome tras mi propio comentario.

Silencio. Se formó un silencio incómodo.

El joven, cuyo cabello estaba perfectamente dividido a la mitad entre un azul y un rojizo vinotinto, no respondió. Solo se quedo mirando.

¡¿Y este pelotudo quien se cree que es para ignorarme así?!

Me aclaré la garganta antes de tratar de volver a empezar la conversación.

—Y... contame pibe, que te trae por acá... —pregunté con un tono alegre, después de todo, nunca fui alguien penoso.

Camino al DescubrimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora