El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la habitación de Valeria, iluminando su rostro mientras se desperezaba. La rutina de tener a Diego Silva siguiéndola a todas partes comenzaba a agotar su paciencia. No soportaba la sensación de estar constantemente vigilada, y hoy había decidido que tomaría el control de su propio destino, al menos por un día.Desde el momento en que Diego había entrado en su vida, su libertad había sido restringida. Valeria tenía una reunión importante en la ciudad, pero lo que realmente quería era un poco de normalidad, aunque fuera por unas horas. Había hecho planes para almorzar con su amiga Sofía, algo que Diego seguramente no aprobaría sin una escolta rigurosa.
Después de vestirse con un conjunto casual pero elegante, Valeria bajó las escaleras con su teléfono en la mano, pretendiendo revisar correos electrónicos importantes. Diego la esperaba en la planta baja, su postura relajada pero alerta.
—Buenos días, Valeria —la saludó con una leve inclinación de cabeza.
—Buenos días, Diego —respondió ella con una sonrisa forzada. Sabía que no podría pedirle directamente que la dejara sola, así que tendría que ser más astuta.
Desayunaron en silencio, aunque Valeria notó que Diego observaba cada uno de sus movimientos con la precisión de un halcón. Después del desayuno, se dirigió a su despacho para revisar unos documentos, o al menos eso fue lo que dijo.
Diego se quedó fuera de la puerta, pero Valeria sabía que no bajaría la guardia. Miró por la ventana de su despacho y observó el jardín. Era una caída de unos dos metros, no demasiado alta. Decidida, tomó su bolso y lo puso al lado de la ventana. Luego, revisó su teléfono, asegurándose de que Sofía estaría lista para recogerla.
—Esto va a ser divertido —murmuró para sí misma, sonriendo.
Valeria abrió la ventana con cuidado, agradeciendo que no hiciera ruido. Lanzó su bolso al césped y luego, con agilidad sorprendente, se deslizó fuera de la ventana. Aterrizó con gracia y se puso en pie rápidamente. Recolectó su bolso y se dirigió a la parte trasera de la mansión, donde sabía que el coche de Diego no estaría a la vista.
Cuando llegó al garaje, encontró su propio coche, un deportivo rojo que raramente usaba desde que Diego había asumido su papel de guardián. Abrió la puerta, se metió dentro y arrancó el motor. Con un rugido satisfactorio, el coche salió disparado por el camino de entrada antes de que cualquier guardia pudiera detenerla.
Mientras tanto, Diego se mantenía en su posición, ajeno a la fuga de Valeria. Estaba revisando informes de seguridad cuando un guardia llamó a la puerta del despacho, nervioso.
—Señor Silva, la señorita Valeria no está en su despacho —informó el guardia, con una expresión preocupada.
Diego sintió un golpe de adrenalina en su sistema. —¿Cómo que no está? —preguntó, levantándose de un salto y entrando al despacho vacío. La ventana abierta y el césped pisoteado le dieron una pista clara.
—Demonios —murmuró, corriendo hacia el garaje.
Afuera, el deportivo rojo ya no estaba. Diego apretó los dientes y se dirigió a su coche, un sedán negro equipado con tecnología de rastreo. Mientras encendía el motor, llamó al equipo de seguridad de la mansión.
—Necesito la ubicación del coche de la señorita Valeria. Ahora —ordenó, tratando de mantener la calma.
En segundos, su sistema de rastreo mostró la ubicación del deportivo, avanzando rápidamente por las calles de la ciudad. Diego aceleró, decidido a alcanzar a Valeria antes de que pudiera meterse en problemas.
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El guardaespaldas (ACABADA)
Acciónsigue la apasionante y tumultuosa historia de amor entre un guardaespaldas y la hija del magnate al que protege. Lucien , un exmilitar con un pasado misterioso, es contratado para proteger a Valeria, la hija de un poderoso empresario que ha recibido...