Capítulo 6: Recuerdos

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𝑪𝑨𝑻𝑯𝑳𝑬𝑬𝑵 𝑪𝑨𝑹𝑫𝑾𝑬𝑳𝑳

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𝑪𝑨𝑻𝑯𝑳𝑬𝑬𝑵 𝑪𝑨𝑹𝑫𝑾𝑬𝑳𝑳

Las discusiones traen consecuencias, esa es la lección que lastimosamente la vida me enseñó con mi papá.

Debí obedecerle desde un principio, no debí ir al Sunsetz a sus espaldas, tampoco debimos discutir, pero la angustia que sentía por él y por su obsesión con el alcohol me enfureció, hasta el punto que salí corriendo de casa. Papá me siguió por detrás gritándome e indicándome que me detuviera, pero yo solo crucé la pista, y fue en ese instante que papá decidió recibir la embestida del camión.

Algunos piensan que solo ves pasar tu vida como película, cuando mueres, sin embargo, yo la vi pasar en ese instante que papá cayó con brusquedad contra la fría pista de la avenida. Las voces de la gente se nublaron en mi conciencia, e incluso el sonido de las sirenas de la ambulancia se escabulleron entre la multitud.

Verlo estático e inconsciente sobre aquella camilla, solo me hizo rememorar las veces que papá entraba a mi cuarto para arroparme a mí y a mi hermana, también sentí en mi paladar el sabor de sus postres que preparaba cuando mamá se iba a trabajar y nos consentía, a pesar de habernos portado mal. Desde que ellas dejaron un vacío en nuestra existencia, nada volvió a ser igual. Papá no volvió a cocinar, ni tampoco volvió a ingresar a mi habitación.

Es increíble ver como tu vida cambia en tan solo cuestión de segundos.

Si la única persona que me quedaba en este mundo se iba, estaba segura que nunca más volvería a ver un atardecer. El hilo desgastado y aparentemente invencible que sujetaba mi mano desde el abismo se rompería con una simple vibración, dejándome caer en un agujero sin salida.

—¡Mis hijas más preciadas comerán esta noche un rico pastel de chocolate!

—¿Por qué las estás premiando? —mamá entró por la puerta principal de la casa, haciendo un puchero, levemente molesta—No limpiaron sus habitaciones.

—Lo limpiaré por ellas, amor, no las molestes. —papá dejó la torta en la mesa de la sala—¿Quién quiere una rebanada de pastel?

—¡Nosotras! —Dijimos al unísono con Coney.

Dejé mi libro sobre la mesa, Coney lanzó su móvil sobre el sofá y ambas corrimos con tanta alegría que incluso nuestro corazón palpitaba al mismo tiempo. Antes de sentarnos, decidimos abrazar a papá, y él solo besó las coronillas de nuestras cabezas. Mamá no tuvo más remedio que unirse a nuestro abrazo, no sin antes darnos unas palmaditas en nuestras espaldas por haberle desobedecido.

Alguien ingresa por la puerta, mas no le tomo importancia, sigo centrando mi atención en la ventana que refleja la luz del atardecer. Mi cuerpo lleva sedado una semana, pero no mi cerebro. Quisiera que también lo sedaran, para que no tuviera que recordar con exactitud los momentos mágicos que viví con mi familia. Si tuviera la oportunidad de borrarlos para siempre, lo haría. Cada noche me hablan, cada noche me visitan... Es agotador tratar de dormir con esos recuerdos que solo me provocan delirios nocturnos.

Sunsetz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora