La Huida

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Jay y Kate estaban en el auto, acercándose al elegante edificio donde se celebraba la boda. La tensión en el ambiente era palpable, y Kate, al volante, no podía evitar mirar de vez en cuando a Jay con preocupación.

—Jay, ¿estás seguro de que esto va a funcionar? —preguntó Kate, su voz reflejando una mezcla de ansiedad y esperanza mientras observaba el imponente lugar a través del parabrisas. Jay, que estaba sentado en el asiento del copiloto, se ajustó el tirante de su chaqueta con una mano temblorosa. Miró hacia el edificio, con su fachada iluminada por las luces de la boda.

—Sí, Kate —respondió Jay, intentando sonar más confiado de lo que se sentía—. Solo necesito pasar desapercibido como uno de los meseros.
Una vez dentro, buscaré la habitación de Clarissa y me cambiaré antes de salir.

Kate frunció el ceño y se detuvo en un semáforo en rojo. Sus ojos reflejaban una preocupación sincera mientras dirigía su mirada hacia Jay.

—Pero, ¿qué pasa si alguien te reconoce? ¿O si algo sale mal? —su tono era de preocupación genuina, su mano apretando el volante.

Jay intentó esbozar una sonrisa tranquilizadora, aunque su nerviosismo era evidente. Se pasó una mano por el cabello, intentando recomponer sus pensamientos.

—Lo hemos planeado todo al detalle. Me he estudiado el uniforme y los movimientos de los meseros. Mientras me mantenga en mi papel, nadie sospechará.
Kate suspiró, mirando el reloj del auto mientras el semáforo cambiaba a verde.

—Está bien. Solo asegúrate de no hacer nada que llame la atención. No quiero que termines en problemas.
Jay asintió, sus ojos reflejando una mezcla de determinación y ansiedad.

—Lo tengo bajo control. Recuerda, tu parte es esperar en el auto. Si todo sale como lo planeamos, estaré fuera de allí en menos de una hora.

Kate ajustó el espejo retrovisor y le dedicó una sonrisa alentadora.

—Asegúrate de mantener la calma. Y si ves a alguien que parezca sospechoso, vuelve inmediatamente. No quiero que te pongas en peligro.—Entendido —dijo Jay, con una voz más firme—. ¿Qué hay de Clarissa? ¿Cómo sabré si está lista para salir?

Kate miró el reloj nuevamente, su expresión se suavizó mientras pensaba en su amiga.

—Debe estar preparándose en la habitación. Tendrás que ser rápido para encontrarte con ella.
Jay respiró hondo, sintiendo la presión de la misión sobre sus hombros.
—Exactamente. El plan es que me cambie antes de que regrese al baño. Así no levantaré sospechas si alguien entra.

Kate sonrió, con una mezcla de nervios y confianza en su mirada.
—Confío en ti, Jay. Sé que puedes hacerlo. Solo mantén la cabeza fría y sigue el plan.Jay asintió, sintiendo una ola de determinación recorriendo su cuerpo.
—Gracias, Kate.

Estoy listo para esto. Voy a entrar, encontrar a Clarissa y salir de ahí.
Kate estacionó el auto frente al majestuoso edificio y se volvió hacia Jay, con un último gesto de aliento.
—Aquí estamos. Recuerda, el bolso que llevas es clave. Asegúrate de que todo vaya bien.
Jay miró el edificio una vez más, tomando una respiración profunda.

—Sí, lo tengo. No te preocupes, todo saldrá bien. Mantente alerta y si ves algo raro, dame una señal.—Lo haré —dijo Kate, con una sonrisa que trataba de ser tranquilizadora—. Buena suerte, Jay.

Jay tomó una última mirada a Kate, su expresión cargada de determinación.

Abrió la puerta del auto y se bajó, dirigiéndose hacia el edificio con pasos firmes.

—¡Vamos, Jay! ¡Hazlo bien! —le gritó Kate desde el auto, su voz cargada de esperanza.
Jay asintió, con una mirada de determinación.
Se adentró en el edificio, preparado para enfrentar el desafío que tenía por delante.

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