7

401 50 6
                                    

En cuanto Ariadna supo de la existencia de su papá, se negó a dejar sus brazos. Cada vez que Bruce intentaba ponerla en el suelo, ella se aferraba a su ropa y se doblaba para que sus pies no tocaran el piso. Incluso cuando Clark intentó separarla de Bruce, no pudo hacerlo; la pequeña parecía haberse pegado completamente al murciélago como si su vida dependiera de ello.

—Sé que Ariadna ahora va a tener que ir a Gotham con ustedes —dijo Lois, con una mezcla de disgusto y resignación en su voz—. Aquí solo tenemos algunas cuantas prendas de ella; las demás se quedaron en la casa donde vivía con su madre. —Miró a los dos hijos mayores de Bruce, ya que el hombre estaba ocupado intentando desprenderse de la niña.

—Entiendo. Entonces, antes de marcharnos, iremos a la casa de Alice para llenar una o dos maletas con las cosas de Ariadna y regresar a Gotham. Ya hemos estado demasiado tiempo fuera y, si tardamos un día más, empezarían a darse cuenta de la falta de presencia de Batman —respondió Richard, quien había estado llevando la mayor parte de la conversación con Lois sobre la futura mudanza de Ariadna a Gotham.

—Entiendo —repitió Lois, con tristeza en los ojos. Sabía que no podía retener más tiempo a la familia de murciélagos bajo su techo, comprendiendo la importancia de Bruce en las calles de su ciudad tanto como Bruce Wayne y, sobre todo, como Batman. Sabía que tenía solo unas horas para estar cerca de su pequeña antes de que ella subiera al coche de los Wayne.

Casa de los Kent 12:14 P.M 

Clark finalmente había convencido a Ariadna de soltar a Bruce diciéndole que iban a dar un viaje en carro. La pequeña se emocionó tanto con la idea que finalmente soltó a Bruce y corrió hacia Lois, exclamando con alegría que iban a ir de viaje. Lois la cargó y se la llevó a dar un baño, aunque Ariadna protestó diciendo que ya quería ir al carro, lo que hizo que todos compararan a la hija de Bruce con un gatito que se rehusaba a ser bañado.

El viaje a la casa de Alice se hizo en dos camionetas: la de los Kent y la de los Wayne. Los niños, incluyendo a Damian, fueron en la camioneta de los Kent. Jon había arrastrado a Damian a su camioneta antes de que pudiera subirse a la otra. Damian ahora estaba atrapado escuchando la conversación de Jon, y sirviendo como almohada para Ariadna, quien estaba entretenida con un tablero de madera que simulaba ser el tablero de un carro y movía el volante como si supiera manejar. Lo único que Damian agradecía era que no habían puesto música infantil, porque sus audífonos se habían quedado en el otro carro y se habría vuelto loco. Tanto, que habría preferido tirarse del carro en movimiento.

Unos minutos después, los autos se detuvieron frente a una casa con el exterior pintado de rojo y barandales de madera pintados de blanco. Había muchas plantas en el exterior, incluyendo macetas con flores colgadas en el pórtico.

—¡Casita! —Ariadna dejó su juguete cuando reconoció el lugar—. ¡Es mi casa! —exclamó emocionada, señalando con entusiasmo.

Damian observaba a su pequeña hermana correr emocionada hacia la casa que pronto abandonarían para siempre. Mientras Ariadna corría por el jardín delantero, extendiendo sus brazos como si fueran alas de avión, sus risas llenaban el aire con una mezcla de alegría y melancolía. Damian sabía que esta casa, tan llena de recuerdos, se derrumbaría con el tiempo, quedando en ruinas hasta que Ariadna tuviera la edad suficiente para reclamar su herencia.

Al bajar del auto, Damian siguió a Ariadna, quien corrió a saludar a los demás, mostrándoles con entusiasmo su hogar y el de su mamá. La pequeña tomó la mano de Bruce, arrastrándolo hacia la entrada de la casa, mientras Clark se adelantaba para sacar una llave escondida bajo el tapete de la entrada.

Aunque a Clark le dolía permitir que Bruce entrara en la casa de Alice, sabía que tenía que hacerlo por el bien de Ariadna, a pesar de su resistencia interna a aceptar a Bruce como parte de su familia.

Batman's little girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora