Capítulo 8: Quite a Feeling

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Cuando el nuevo mes comenzó todo eran buenas expectativas para nosotros en cuanto a ventas. Diciembre siempre es y será la mejor fecha para todos, tanto vendedores como compradores. Con bancos alargando la cadena un poco para que los clientes puedan comprar cosas para toda la familia, era nuestra época fuerte. Esas fechas siempre se prevenían haciendo pedidos extra grandes de todo. Ropa, calzados y sobre todo, regalos. Cosas que nunca vendemos como los llaveros, accesorios y prendas pequeñas eran la sensación siempre en diciembre, antes de que terminara el mes y regresaran a su hibernación durante todo el año.

En aquellas fechas, casi no había tiempo para salir ni a comer, ya que los clientes avasallaban la tienda en busca de la prenda para el hijo o el sobrino que venía desde otro estado o país. Eran como perros arrebatándose prendas en descuento o edición limitada solo para complacer a la familia. En uno de esos pesados días de diciembre, cuando terminamos el servicio estábamos destruidos.

Mis vendedores y yo cerramos un poco más tarde de lo habitual por un par de clientes que esperaban una llamada telefónica del primo de Japón que acababa de aterrizar en el país. Después de atenderlos y acomodar todo, les di salida a mis compañeros mientras cerraba todo. Fue cuando hacía mis reportes del día que un comentario de George me llamó la atención.

—Hey, ¿Ya vieron quien está afuera? –sonó muy animado en ese momento.

—¿No es la chica que vino con hugo? –

El comentario de Sarah me paralizó y levanté los ojos por encima de la computadora. Pegada a la puerta, con un divertido gorrito de duende en color rojo, estaba Yasmin. Cuando notó mi mirada saludó con la palma en alto.

—Vaya vaya, parece que alguien tiene novia.-

—Andrew, no es mi novia. –le dije sin mirarlo y regresando a mis reportes.

—Hermano, no pensé que la traición fuera conmigo. –

—¿Qué diablos estás diciendo? –miré a George quien se acercó por mi lado.

—Sabias que esa chica me gustaba, pero asi serán las cosas. –

—Dos cosas. La primera: todas te gustan. La segunda: no es mi novia. –

—¿No es la que terminó con su novio ese día que fuimos a la tienda después del trabajo?. –comentó Sarah saludando a Yasmin con amabilidad desde dentro de la tienda.

—Ah, osea que sabias de que no tenía novio y en lugar de decirle a tu amigo George lo aprovechaste para ti. –

—Por última vez, no es mi novia. Y eso pasó con Hugo sin que tuviera que interferir. Ahora, si nadie tiene algo productivo que aportar a mis reportes, pueden ayudarme a adelantar sus acomodos de zona de mañana o pueden retirarse. –les dije con una sonrisa sardónica.

—Ya cálmate. Ya nos vamos. -sonó de Andrew. –Menos mal que ya tienes novia porque te pones de un humor... -

—No se ve tan mal como Natali. –El comentario de Sarah me sorprendió.-Bueno, nos vemos mañana. –

Con eso, los tres dejaron la tienda mientras terminaba mis deberes. Salí minutos después asegurándome de cerrar bien y me encontré con esa duendecilla abandonada por Santa.

—Tardas mucho. –

—Lo siento, pero si sigues más al norte puede que llegues con Santa. –

—Ja ja, que gracioso. –decía Yasmin con seriedad. –El jefe nos obligó a usar estos sombreros al atender a la gente. Y si el gorro no me dejara el cabello como madeja de estopa, ya me lo hubiera quitado. –

—¿Prefieres ir con un gorrito navideño de duende que con un peinado algo alborotado? –

—No entiendes nada de imagen, Alexito. –me dijo mientras comenzábamos a caminar. –Por cierto, ¿Qué se cuchicheaban dentro cuando te saludé? –

—Nada. –le dije recordando la pésima conversación que tuve con mis vendedores.

—Parecían muy animados. ¿Hablaban de mi? –

—¿No era yo el paranoico? No eres el centro del universo para que todo se trate de ti. –le dije riéndome.

—Bueno, pero no tienes por qué ser tan grosero. Yo soy una damita y tienes que tratarme con respeto. –me dijo fingiendo un tono decente,

—Eso hasta que te toca hablar de tu jefe. –

—Ash, no me recuerdes a ese puerco desgraciado infeliz. –dijo secamente.

—Exclamó la damita. –rematé con una risa.

—Nos hizo usar los gorros y después nos regañó a todos por las malas ventas, como si pudiera decirle a un cliente con pistola en mano: Oye, cómprame o disparo. –

—Si tuvieras una pistola, seguro así lo harías. –

—¿Quién dice que no tengo una? –

Mi sonrisa se esfumó en ese momento mientras mis ojos se clavaron en Yasmin, quien mantuvo su expresión seria un par de segundos antes de botarse de risa. Subimos al transporte y ella seguía riéndose.

—Debiste ver cómo se activaba tu paranoia. –se reía en mi cara.

Suspiré negando con la cabeza, pero aun con el pensamiento de si Yasmin en verdad tenía un arma de fuego.

—¿Ves? Ese es tu problema Alex. Te preocupas por cosas que no pasarán. –

—Conociéndote, no dudaría que empezarías un tiroteo por ahí. –

—A veces, tengo miedo del concepto en el que me tienes. –dijo con cierta tristeza.

—Yo solo juzgo lo que veo. –dije mientras bajábamos el puente.

—No no Alex, juzgar es malo. –

Subimos al transporte hasta que una pregunta vino a mi cabeza.

—Hoy salí mucho más tarde que siempre. ¿Por qué me esperaste? –

Hasta ese momento, nunca había visto dudar a Yasmin. Fue un solo segundo, casi de forma imperceptible, pero lo vi.

—¿Qué no puedo esperar a mi amigo Alex para no tener que irme sola? –

—Puedes, pero se me hizo extraño que lo hicieras. No pareces una mujer paciente. –

—¿Disculpa? Si sabes que yo...–

—Ay, no hagas como que lo eres porque ambos sabemos la verdad. -la interrumpí.

Nos miramos un momento y nos reímos por el comentario.

—Me voy a bajar ahora antes de que sigas ofendiendo a una damita como yo. –me dijo mientras se levantaba del asiento. –Nos vemos luego. Cuídate. –

—Tú también. –

Nos despedimos con una mano al aire cada quien y Yasmin se fue. 

Casi como fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora