𝙈𝙞𝙙𝙣𝙞𝙜𝙝𝙩 ┊ ┊ ⋆˚ 𝘛𝘰𝘮 𝘒𝘢𝘶𝘭𝘪𝘵𝘻 ☪

Capítulo 34 ☪

El sol irradiaba más calor que días anteriores, los estudiantes se habían quitado los abrigos para quedarse en camisas de manga corta o largas, el clima estaba cálido, aunque no tan excesivamente como para andar de shorts y chanclas, pero sí estaba ideal para sacarse el gran abrigo de polar.

Una rubia caminaba pisando con sus botas el corto césped, moviendo sus caderas sensualmente. Sus dorados y ondulados cabellos se movían lentamente por la poca brisa que hacía, pues un poco de viento había de vez en cuando. La rubia iba con su amiga Clarisse, quien la perseguía como perro a su dueño. Ambas se encargaban de repartir las invitaciones de la fiesta a todos los estudiantes posibles, pues el día de mañana sería su cumpleaños, y quería disfrutarlo al máximo.
Sus ojos se detuvieron al divisar a un chico de alta estatura, al chico de rastas. Sin dudarlo comenzó a caminar con más energía hacia él, y sin importarle los que le acompañaban, se le lanzó al cuerpo como pulga a un perro.
Aunque ella no podía ver las expresiones del de rastas, este se veía incómodo, tratando de soltarla y apartarla.

La rubia, al percatarse de su actitud, se reincorporó en el suelo y lo miró con una falsa sonrisa, tratando de fingir las ganas de lanzarle miles de insultos, pues no quería comportarse de esa manera siendo que la castaña estaba justo ahí.

-Tommy, ¿Estás bien? -se acercó para acariciar la mejilla del mayor, pero este sólo se apartó. Borró su fingida sonrisa y lo miró de una manera profunda, tratando de descifrar el porqué de su comportamiento.

-Lo estoy. -dijo secamente, como si no tuviera ganas de hablar.

-Oh, ahm... mira -le mostró uno de los sobres de invitación, colocando una sonrisa- estamos repartiendo las invitaciones.

-Genial, me da gusto saberlo. -el de rastas esquivó la mirada de la rubia, la centró en sus amigos, específicamente en Sally, quien ya lo estaba mirando.

Daisy se dio cuenta de ello, y sintió tanta impotencia que quiso hacer lo primero que se le vino a la mente.
Tomó el rostro del de rastas haciendo que este centrara su vista en ella, y en un inesperado y rápido movimiento unió sus labios con fuerza.

Sally observó la escena totalmente perpleja, sus ojos comenzaron a escocerle en cuestión de segundos. Bill tomó de la mano a la castaña, le dolió verla tan paralizada y con los ojos rojos, viendo algo que a cualquiera le dolería.

-Vámonos. -les hizo un ademán a Ethan y Blair, quienes de inmediato comenzaron a seguirlo.
El rubio no sentía nada en absoluto, sabía que en cualquier momento Daisy sería capaz de hacer algo así, sobre todo si era frente a Sally, lo haría con más ganas. Lo hizo. Negó con su cabeza lentamente, antes de colocarse a un lado de su castaña amiga para caminar a su lado.

Tom se dejó llevar por unos segundos, pero la imagen de Sally en su cabeza le hacía querer retroceder, se arrepintió en cuanto lo hizo, pero antes de que él pudiera tomar la iniciativa para apartarse la rubia lo hizo, dejándole un último beso, pero esta vez uno menos duradero.

Observó a sus espaldas, pero ya nadie se encontraba allí. Sus amigos -excepto Ethan- habían decidido irse, haciéndolo ver como un simple patán. Vio como el rubio acariciaba el hombro de su amiga, Bill se hizo para atrás caminando junto a Blair, dejándole el pase libre -Por así decir- a Ethan.
Sintió celos al verlos juntos, al ver como el tipo la acariciaba en un intento de consuelo, ella apoyó su cabeza en el hombro del rubio, y entonces el de rastas se sintió terrible.
Él quería ser quien consolara a la castaña cuando ella estuviera en un mal momento, como en este caso. Pero la diferencia de sus pensamientos y de la realidad, eran que, en sus pensamientos él la consolaría por algún mal momento que pasó la castaña, y la realidad era que su mal estar era por su propia causa, y no tendría ni un poco de sentido acercarse a consolarla cuando él mismo lo provocó.