'Nunca tengas sexo con tu ex' así se llama la obra que tiene de protagonista a Naz, pero un accidente en la nieve de su compañero de actuación hace que su productor elija a la única persona en el mundo que ella quiere evitar.
Oh, mierda. No es JungKook y yo no lo tengo bajo control.
Acaba de subir al escenario y no hay forma de que pueda fingir que es alguien más que Kim SeokJin World- Wide- Handsome, mi exmarido, amado por millones de mujeres y unos cuantos hombres también por sus hombros sexis y su sonrisa asesina.
No puedo respirar. ¿Nadie se ha dado cuenta? ¡Llamen a un médico, llamen a los paramédicos, llamen a un sacerdote! ¡No puedo respirar aquí, gente! ¿Así es morir?
Me doy la vuelta y trato de regular mi respiración mientras Joonie presenta a SeokJin a la compañía. Se toma el tiempo de estrechar la mano a la gente o besarles la mejilla y compartir una risa o dos con ellos. Él es así. Tiene una forma especial de hacer que los extraños se sientan cómodos, de hacer que la gente se sienta como si fuera la única persona allí, incluso si están en una sala llena.
Viene hacia mí. Dios mío, no te acerques a mí. Por desgracia, no parece capaz de oír mi monólogo interior, porque avanza por las tablas en mi dirección.
¿Puedo salir del escenario por la izquierda? Podría, pero sólo llamaría la atención sobre mí, sobre nosotros, y eso es lo último que quiero que pase. Oh, sé que todo el mundo aquí está al tanto de la historia entre SeokJin y yo. Por supuesto que lo están. Sin duda ha sido el tema estrella de los chismes en las cantinas, y estoy segura de que no soy paranoica cuando digo que esta mañana hay más actores y personal técnico de los necesarios en el teatro. El lugar parece tan lleno como la noche del estreno, por el amor de Dios.
Cálmate, Naz, vamos. Me doy el sermón más severo y me obligo a echar los hombros hacia atrás y hacia abajo, de alrededor de las orejas.
Sigue yendo hacia mí. A tres personas de distancia. A dos personas de distancia. A una persona de distancia. Esta es como la sesión más agonizante de contar ovejas de la historia. Ojalá estuviera en casa, en la cama, a punto de quedarme dormida, en lugar de estar aquí, en el escenario, a punto de encontrarme con mi exmarido por primera vez en varios años.
—Y conoces a Naz, por supuesto —rebuzna Joonie en voz alta, y luego prácticamente me empuja a SeokJin hasta el punto en que tengo que dar un paso hacia atrás o chocar mi pecho con el de mi exmarido.
Lo miro a la cara. Él mira hacia la mía. No me mires así, no me hagas eso de que soy la única persona en la habitación porque no caeré en eso. Oh, Dios. ¿Soy la única persona en la habitación?
—Sí —dice—. Naz y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo.
Asiento y esbozo una pequeña sonrisa tensa que me duele porque tengo la mandíbula muy apretada. No hablo porque las palabras improvisadas están prohibidas.
Siento que todos los presentes nos observan con distintos grados de interés y me niego a alimentar a la bestia chismosa ni un segundo más.
—Muy bien, se acabaron las presentaciones —grito en voz alta y con un tono exagerado, y aplaudo para darle efecto mientras me alejo por el escenario—. Vamos a empezar de una vez, tenemos mucho terreno que recuperar y poco tiempo para hacerlo. ¿Desde el principio?
Joonie me mira con los ojos entrecerrados, confundido con razón porque él es el director y yo estoy haciendo su trabajo, pero, afortunadamente, se muerde la lengua, sigue su ejemplo y hace que todos se pongan en posición de salida.
Estoy en la cama con mi ex. Bueno, hay una frase que nunca esperé decir. Dios mío, esto es raro, ¿no?
La obra comienza en el dormitorio y se supone que yo debo despertarme primero. Las luces son bajas, diseñadas para emular el amanecer de una mañana otoñal en Seúl. Tengo que mirarlo con adoración; estudiar sus rasgos dormidos. Intento con valentía imaginar que es JungKook.
¿Quién es JungKook?
Bueno, ese hombre está muerto, porque SeokJin está llenando mis ojos y mi cabeza, hasta el último rincón y grieta. Está dormido, o más bien tiene que parecerlo ante el público. Sábanas blancas arrugadas cubren la cama y está desnudo de cintura para arriba, ligeramente de lado mirándome, con un brazo casualmente extendido sobre su cabeza.
La sábana lo cubre desde la cadera, y sé que no importa cómo luzco en ese instante, porque todos los ojos del lugar están puestos en la gloriosa extensión de su torso desnudo.
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