—Te amare por siempre, mi sultana—Dijo el príncipe Suleiman sosteniendo a su joven hijo en brazos. Mustafa, quien apenas era un recién nacido en ese entonces.
Cuatro años pasaron rápido y el amor se acabó, el príncipe Suleiman fue nombrado sultán.
Sultana Mahidevram, flor de primavera, su primer amor se había marchitado.
Después fue Hürrem.
—Mi amada Sultana, has duplicado mi alegría—Dijo el Sultán acariciando la mejilla de su segundo hijo, Mehmed de un año y miraba a su pequeña hija, Mihrimah, quien apenas acababa de nacer.
Un año paso, el sultán Suleiman dejo de sentir amor por ella. Suleiman no entendía cómo era posible amar tanto y dejar de sentirlo a los días, meses o años.
Varias concubinas pasaron por el camino dorado, varias llegaron a la cama del Sultán, pero ninguna parecía llamar realmente la atención del Khalifa.
—Su majestad— Ibrahim Pasha hablo reverenciándose ante el Sultán.
—Ibrahim, dime ¿Qué sucede?—Suleiman responde aunque claramente estaba irritado por algo.
—El embajador Italiano ha llegado, su majestad— Ibrahim noto de inmediato la irritación en la voz de Suleiman, eran amigos desde la infancia después de todo—su majestad, si me permite preguntar ¿ha sucedido algo que lo mantenga de mal humor?— Ibrahim pregunta en un tono sumamente respetuoso, pues no podía olvidar que estaba ante el Sultán del mundo. Suleiman solo suspiro antes de responder.
—Las concubinas del Harem no llaman mi atención, es cierto que son hermosas, pero no hay nada único en ellas—Suleiman admitió con seriedad.
—¿Y que es lo que desea, mi señor?—Ibrahim se siente ligeramente sorprendido pero trata de mantenerse servicial. El Sultán lo pensó un momento antes de mirar a Ibrahim.
—Hay un cuadro que ha llamado mi atención, la mujer de ese cuadro es simplemente perfecta, quiero que la traigas a mi harén— Ordeno Suleiman.
—¿Cuál cuadro, mi señor?—Ibrahim pregunta respetuoso.
—El nombre del cuadro es 'La rosa de cristal' del pintor griego Clytius—Suleiman se mantiene decidido y señala a uno de los cuadros en su pared, Ibrahim asiente antes de alzar levemente la vista hacia el cuadro de una mujer rubia de ojos bicolor que entre sus manos sostenía una rosa.
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