Capítulo 3

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La señorita Kim salió del auto sonriendo y yome vi siguiéndola escaleras arriba hacia su departamento, como si de repentemis piernas hubieran adquirido vida propia.

                   

¿Qué estoy haciendo? No debería hacer esto.

                   

-Pasa -dijo al abrir la puerta-.

                   

Me recibió un olor dulzón que parecía impregnarel ambiente. No desagradable, pero desde luego exótico.

                   

¿A qué huele? ¿A flores?

                   

Al entrar mire a mi alrededor y me quedehorrorizada en el acto. Su casa era una autentica leonera. Era pequeña, consolo tres habitaciones, o al menos hasta donde la vista me alcanzaba: unacocina diminuta, un baño, y una amplia sala que hacía las veces de dormitorio ycuarto de estar.  Me quede mirando sucama preguntándome en qué demonios estaría pensando al decorarla. El armatoste,ataviado con una colcha de color morado oscuro y enormes cojines en tonos dorados,rosas y morados, parecía sacado de una versión pornográfica de Las mil y unanoche. Hasta tenía un dosel. A los pies de la cama había un arcón de madera conaire exótico en la misma gama de tonalidades y un soporte incienso.

                   

Ah, de ahí el olor. 

                   

Me di la vuelta hacia ella, que claramenteestaba a la espera de que me pronunciase sobre esa monstruosidad.

                   

-Su cama es muy..., eh..., interesante -comente, lo cualfue de lo más amable que puede decir al respecto-.                    

-Gracias. -sonrió-. Sé que es un poco extravagante, pero megusta tener un sitio bonito donde dormir -añadió-.

                   

Parpadeé varias veces, tratando averiguar siera consciente de la insinuación de su comentario. Parecía estar totalmente asus anchas, prendiendo una vela tras otra, como si se tratas de unaconversación de lo más normal.

                  

-¿Te apetece tomar algo, Byul? -pregunto y apago el fosforode un soplo-.

                   

Me quede perpleja, de nuevo. Jamás me habíaencontrado en una situación parecida.

                   

-Po-por eso estoy aquí -titubeé-. Me ha invitado a tomaralgo.

                   

-Efectivamente. ¿Vino? ¿Cerveza? ¿Café? ¿Té? -Me bombardeocon las opciones-.

                   

-¿Qué va a tomar usted? -pregunte finalmente-.

                  

-A ti -respondió con una sonrisa-.

                   

¿Qué ha dicho? Las mujeres no dicen semejantescosas en la vida real. Debo de haberla entendido mal.

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