Capítulo 7

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POV Moonbyul

                   

Conduje a casa, desde el campus, presa de unextraño aturdimiento. Apenas recuerdo el momento de entrar a mi departamento,pero no tarde en conectarme a Facebook, una vez más, para fisgonear en elperfil de la señorita Kim. Había actualizado su estado hacia escasos minutos.

                   

"¡¡¡Concierto en Busan!!!"

                   

¿Busan? ¿Es en serio? ¡Que locura!

                   

No daba crédito. La señorita Kim habíacomentado que tenían un "buen trecho" por delante, lo cual era untremendo eufemismo. Busan se encontraba a seis horas en coche. La idea de quela señorita Kim hiciera un trayecto tan grande solo en compañía de otras doschicas me desagradaba terriblemente. ¿Acaso no le preocupaba su propiaseguridad?

                 

¿Es que no basta con ir a un concierto aquí?

                   

En mi opinión, nadie en sus cabales conduciríaseis horas de un tirón con tal asistir a un concierto de dos horas. ¿Tenía lacostumbre de hacer este tipo de cosas? Encima había mencionado que volverían aldía siguiente con resaca, de modo que era conveniente que ninguna condujeradespués del concierto en vista de que iban a beber.

                   

Reflexione sobre su ofrecimiento de que pasarapor su departamento al día siguiente por la noche. Casi con toda seguridad,ella no contaría nada a sus amigas de la universidad si me presentaba allí denuevo, pero ¿qué sentido tendría en realidad? No me caía bien. La manera en laque se había encarado conmigo por falta de espíritu aventurero en la vida mehabía canteado y deseaba que se me ocurriese un contraargumento.

              

Suspire, apague el ordenador y seguidamentepuse música clásica y me tendí en el sofá con el propósito de echar una siesta.Tenía que ir a casa de mis padres en unas horas.

                   

Me había despertado adolorida y con muchaexcitación, con imágenes revoloteando mi cabeza en las que la señorita Kim y yoaparecíamos en diversas posturas comprometedoras.

                   

Al llegar a casa de mis padres seguía de unhumor de perros. Ver el carro de mi hermanastra estacionado en el camino deentrada no hizo más que empeorar las cosas, dado que sabía, casi con todaseguridad, no cesaría en su incesante pitorreo sobre la señorita Kim.

                  

-Hola cielo -dijo mi madre risueña al abrir lapuerta-.  ¿Cuántas veces tengo quedecirte que entres directamente y que no llames al timbre como si fueras undesconocido?

                   

-Perdón mamá -farfullé y le di un abrazo-.

                   

Me quite el abrigo y me acompaño al salón,donde Seulgi y mi padrastro, ya estaban sentados. Mi padrastro y mi madre sehabían conocido en un grupo de apoyo a viudos cuando yo tenía diez años. Trasvarios meses de relación, Seulgi y su padre se mudaron a nuestra casa, y pocodespués Seulgi y yo pasamos a ser hermanastras.

Aprendiendo a AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora