𝑻𝒖 𝒎'𝒂𝒔 𝒔𝒖𝒂𝒗𝒆́ /𝐻𝑎𝑟𝑟𝑦 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟/

12.

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¿Baile?

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—¡Arnell!— a sus espaldas una voz la llamó.

La rubia iba en camino al carruaje de Beauxbatons, después de almorzar con los chicos. Se detuvo girando su cuerpo por completo. Una chica venía corriendo en su dirección.

—¡Padma!

Ambas chicas se dieron un fuerte abrazo, pues tenía varias semanas sin verse.

—Hasta que por fin puedo hablar contigo— le dijo la pelinegra jadeando, cansada de correr por todo el pasillo—. Nomás te la llevas con los Gryffindors ahora, eh.

—Bueno, desde la selección de los campeones me lleve muy bien con ellos. Nos hicimos buenos amigos.

—Ya lo note. ¡Ya ni te sientas conmigo en la mesa de Ravenclaw!— le reprochó Padma indignada.

—Lo siento— se disculpó Arnell riendo—. Te prometo que ahora me turnare y me sentaré contigo. Es más a la hora de la cena me siento en la mesa de Ravenclaw.

—Ya dijiste, eh.

Padma paso su brazo por el de Arnell, enredándose entre sí. Continuaron su camino por el gran pasillo, poniéndose al día.

—¡Tenemos que ir a Hogsmeade por vestidos para el baile!— dijo emocionada Padma.

—¿Baile?— preguntó Arnell confundida.

—¡Si!— gritó Padma feliz—. ¿No te has enterado?

Arnell negó con la cabeza.

—Bueno, a nosotros nos dijo el profesor Flitwick está mañana— comentó—. Tendremos un baile de navidad, nos explicó que es una parte tradicional del Torneo.

—Espero y alguien me invite— dijo la rubia—. ¿Imagina ir sola al baile? Que pena sinceramente.

—Por supuesto que alguien te invitará— le dijo con obviedad la pelinegra—. Eres demasiado hermosa, el que diga lo contrario es un envidioso o está ciego.

Arnell rió —Eso es mentira, no soy lo suficientemente linda, delgada, no lo soy— comentó, refiriéndose a lo primero.

—¡Claro que sí!— regañó Padma—. Eres muy linda, no pienses lo contrario.

Seguían su camino al carruaje de Beauxbatons. Justo antes de llegar Padma soltó:

—¿Sales con Harry?

La rubia juró que se puso de todos los colores.

—¿Que? ¡No, no!— respondió nerviosa.

—Como siempre los veo juntos— indicó—. Además la otra vez los ví llegar juntos al gran comedor, agarrados de la mano.

—Es que... esa vez pues...— balbuceó.