VII

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"En la sombra de la noche, un fuego arde lento,
entre risas y temores, se forja el momento.
Una comida reconforta, un gesto de calma,
pero el viento susurra, la tormenta desarma."




El alfa despertó con el suave aroma de comida casera flotando en el aire.

El olor era una delicia inesperada en medio de su dura realidad, un consuelo en un mundo que parecía haber olvidado el calor y la calidez.

Se desperezó lentamente, estirando los músculos adoloridos mientras el aroma lo guiaba hacia la fuente de su inesperada salvación.

Frente a él, un hermoso omega lo esperaba con una dulce sonrisa, sosteniendo un tazón de comida con manos cuidadosas.

La sonrisa del pelinegro era un faro de calidez, y se sintió conmovido, no solo por el gesto, sino por el contraste que ofrecía con la frialdad que había llegado a conocer demasiado bien.

— Buenos días, Hoseok — dijo, su voz suave y acogedora, como una brisa cálida en medio de la tormenta. — Te he preparado algo de comer.

El tazón de comida, humeante y fragante, fue recibido con gratitud.

Se sentó en un rincón de la carpa improvisada, su cuerpo aún tenso, pero al probar el primer bocado, un sabor reconfortante lo envolvió.

Era un sabor que evocaba memorias de tiempos más sencillos, un contraste revitalizante con el amargor de su realidad actual.

— No puedo decir que no me sorprende lo bien que sabe esto — dijo con una sonrisa, que era más una mueca de alivio que una verdadera expresión de felicidad. — De hecho, podría decir que podría convertirse en una de mis favoritas.

El pelinegro soltó una risa suave, un sonido que llenó el aire de una ligera alegría.

— Siempre me ha gustado cocinar — murmuró el omega.

— Ah, ¿sí? Te sale muy bien. — Respondió entre mordiscos.

El contrario sonrió, una sonrisa triste mientras miraba su comida.

— Sí, aunque no había muchos ingredientes para escoger donde vivía, así que tenía que improvisar con lo que tenía.

— Un huerto, que se extienda con muchos alimentos, sería perfecto, hay que hacerlo — añadió, divertido. — De paso, una granja con muchos animales... no, mejor no muchos, cuesta mucho cuidarlos, yo voto por gallinas y vacas.

El omega lo observó con una mezcla de incredulidad y diversión, antes de estallar en carcajadas.

— Estás demente — dijo aún entre risas.

Una vez que terminaron, comenzaron a limpiar y preparar todo para continuar el viaje.

La atmósfera se cargó con una tensión palpable, como si el aire mismo estuviera presionando contra ellos, mientras empujaba suavemente al omega a moverse más rápido.

Cada paso resonaba en el desolado paisaje, una sorda melodía de apremio y miedo.

Lo ayudaba a avanzar, su rostro marcado por un esfuerzo visible, mientras ambos se dirigían hacia el próximo destino.

Finalmente, llegaron a un edificio viejo y destruido, un cascarón de lo que alguna vez debió ser un lugar importante.

La estructura, ahora un esqueleto de su antiguo esplendor se alzaba como un recordatorio sombrío de la decadencia.

Hopeless [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora