11

23 1 0
                                    

Miró las amplias llanuras, sentado cómodamente sobre aquel corto acantilado. Admirando como los primeros rayos de luz iluminaban el territorio y cambiaban ligeramente los tonos de verde de la naturaleza. Un par de árboles solitarios, en los que cada tanto los cachorros jugaban entre ellos, correteando libres y felices.

—¿Tan temprano y ya aquí?— preguntó una voz grave y familiar, al voltear encontró a Jungkook pero claro que aquel no era su nombre, no en esa vida, tal como él no era Taehyung.

Neul se sentó a su lado y el Omega se apoyó en él, acomodando la cabeza sobre su hombro. Su abrigo hecho de piel, negro al igual que su cabello, siempre le había resultado cómodo.

—Neus dijo que yo soy el sol de la manada y tengo que despertar con el sol del mundo.

—Mi hermano no sabe de qué habla, sigue siendo un cachorro lleno de cursilerías.

—A mí me pareció tierno.

—Eres hermoso y brillante pero nadie puede brillar cuando se madruga— dijo el Beta y el rubio rió, principalmente porque le parecía absurdo que lo dijera si él también había madrugado. —Bich, ayer te quedaste hasta tarde, ¿cuánto has dormido?

—Ni un aullido de luna— dijo negando, a lo que recibió una mirada de reproche del pelinegro. Neul alzó las cejas como preguntando si hablaba en serio. —Me quedé con Neus toda la noche, no dormimos.

—¿Haciendo qué?— preguntó el Beta en tono chismoso.

—Haciendo esto— Bich tuvo que girarse un poco para mostrar la marca, pobremente cicatrizada por ser tan reciente, de tan solo un par de horas.

El Omega no notó ese algo que se rompió en los ojos del Beta, tal como el Beta no lo notó tampoco en los del Omega.

—¿Ya te uniste a él? ¿No es muy pronto? Ni siquiera era tu destino o eso dijiste.

—Ya hace como mil lunas que me presenté, no puedo estar soltero, sino, me quedaré sin un mate Neul— el Omega tenía lágrimas en sus ojos.

—Fueron dos ciclos, no mil lunas, serán... ¿Veinticinco? ¿Treinta como mucho?

—Neul— el Omega tomó la mano que el Beta estaba usando para contar, quedando pequeñas y siendo envueltas fácilmente por las manos del mayor. —Ya soy un adulto, lo soy desde que me presenté y hasta ahora... Sólo sigo siendo un Omega esperando un destino que nunca llegó y pues, ya es hora de que tenga crías y esas cosas, no voy a estar aquí para siempre.

—Pero no es esta la forma en que quieres que sea— murmuró el pelinegro.

—No tengo opción, es lo que esperan de mi, soy un Omega al final de todo Neul, para esto vengo al mundo y puedo hacer que la manada crezca y que perdure. Ya soy muy grande, ¿cuánto más voy a esperar? No puedo permitirlo y el resto de la manada tampoco.

Neul apartó la vista, suspiró, asintió y se rindió, todo al mismo tiempo y el Omega hizo casi lo mismo volviendo a mirar el paisaje. Sus manos seguían unidas en un gesto normal para ellos pero con un anhelo oculto.

Ambos no eran nada mas que compañeros, tal como los Alfas estaban para liderar y los Omegas para dar vida, los Betas eran destinados a acompañar.

Cada vez que nacía un Alfa o un Omega, se les asignaba un compañero, un Beta quién sería su mejor amigo, su cuidador. En el caso de los compañeros de Alfas, debían quedarse con ellos hasta su lecho de muerte y en batalla, dar la vida por ellos.

Los compañeros de los Omegas eran distintos, se quedarían con ellos hasta que consiguieran pareja, después se irían y los acompañarían si su Alfa faltaba o si necesitaba protección de más pero casi siempre se separaban en cuanto el Omega conseguía un Alfa que lo cuidara.

Our last days ✧ KOOKVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora