Parte 1: El Encuentro Inesperado

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El sol de la tarde se filtraba a través de las ventanas del salón de clases, creando patrones dorados en el suelo de la escuela secundaria de San Luis. María García, con su cabello castaño recogido en una coleta alta, estaba sentada en su pupitre, mirando con desinterés los papeles que la profesora había dejado sobre su mesa. La tarde no prometía ser nada especial; al menos, eso pensaba ella mientras esperaba el final de la clase de matemáticas.

María era una joven de diecisiete años con una vida bastante normal: buenos amigos, buenas notas y una rutina que conocía al dedillo. Sin embargo, todo eso estaba a punto de cambiar. La puerta del aula se abrió con un chirrido y, con un suave susurro de risas, entró Alicia, su mejor amiga, que estaba claramente emocionada.

"¡María, tienes que conocer a alguien!" exclamó Alicia mientras avanzaba hacia el pupitre de María. Sus ojos brillaban con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo.

María levantó una ceja, intrigada. "¿A quién quieres presentarme? ¿Otro chico de la clase? No me digas que has hecho una nueva 'cita a ciegas'."

Alicia se rió y sacudió la cabeza. "No, nada de eso. Es mi primo, Diego. Está de visita y, honestamente, creo que podría gustarte."

María no pudo evitar soltar una risa ligera. "¿Así que quieres presentarme a tu primo para que sea tu conejillo de indias? ¿Qué tiene de especial?"

Antes de que Alicia pudiera responder, la puerta se abrió nuevamente y un joven de cabello oscuro y ojos intensamente verdes apareció en el umbral. Diego Fernández, con una actitud relajada y una sonrisa que parecía iluminar la habitación, se asomó. Llevaba una camiseta gris y jeans desgastados, y su presencia era a la vez casual y magnética.

"Hola, Alicia. ¿Te importa si me siento aquí?" preguntó, dirigiéndose a Alicia y luego a María.

Alicia asintió con entusiasmo y le hizo un gesto para que se sentara en el pupitre vacío a su lado. "Claro, Diego. María, este es Diego, mi primo."

María lo miró con curiosidad mientras él se sentaba. Diego le devolvió la mirada con una sonrisa amable. "Mucho gusto, María."

El saludo fue sencillo, pero la forma en que Diego le sonrió hizo que el corazón de María diera un pequeño brinco. No era solo su sonrisa lo que capturaba la atención, sino también la forma en que su presencia parecía llenar el espacio de una manera tan natural.

"El gusto es mío," respondió María, tratando de mantener la compostura. "Así que, ¿de dónde vienes, Diego?"

Diego se acomodó en el pupitre, pareciendo relajado a pesar de ser un extraño en el aula. "Vengo de la ciudad, pero estoy aquí para pasar unas semanas con mi prima y su familia. Hacía tiempo que no venía, así que Alicia ha planeado todo tipo de cosas para que hagamos juntos."

Alicia, que estaba sentada entre ellos, hizo un gesto exagerado con las manos. "Sí, he planeado desde excursiones hasta maratones de películas. Y, por supuesto, no podía perder la oportunidad de presentarte a Diego."

La conversación continuó de forma ligera y natural. Diego tenía una manera de hablar que hacía que las palabras fluyeran sin esfuerzo, y María comenzó a sentirse cada vez más cómoda a su lado. Había algo en su risa contagiosa y en la forma en que parecía escuchar con interés lo que ella decía.

La clase finalmente terminó, y el timbre marcó el final de la jornada escolar. Alicia se levantó y miró a María con una sonrisa traviesa. "Bueno, Diego, ¿te gustaría venir con nosotras al café de la esquina? María y yo solemos ir después de clase."

Diego asintió con entusiasmo. "Claro, suena bien."

Mientras salían del aula, María y Diego caminaron juntos detrás de Alicia, intercambiando sonrisas y pequeñas bromas. La tarde prometía ser mucho más interesante de lo que María había imaginado.

El café estaba lleno de ese cálido aroma a café recién hecho, y las conversaciones se mezclaban con el suave murmullo del lugar. Mientras los tres se acomodaban en una mesa junto a la ventana, María comenzó a sentir que, tal vez, esa tarde había comenzado algo nuevo y emocionante. Diego tenía una forma de hacer que todo pareciera más brillante, y María se preguntaba si, quizás, esa era solo la primera de muchas sorpresas que le esperaba.

El camino hacia el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora