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Eleonor Russell
¿Un nuevo comienzo?
El ruido de los motores se desvaneció al tiempo que la escotilla del avión se abría. Con un leve temblor en las piernas, di el primer paso hacia lo desconocido. El aire fresco me envolvió, impregnado de promesas y peligros.
—¿Un nuevo comienzo? —murmuré para mí misma, mientras mi mirada recorría el paisaje desconocido que se extendía ante mí.
Las luces de la ciudad brillaban en la distancia, como un faro que me llamaba a dejar atrás mi pasado.
Pero sabía que, aunque el entorno era nuevo, los fantasmas de mi vida anterior no se desvanecerían tan fácilmente.
Con un nudo en la garganta y respirando con un poco de dificultad, bajé las escaleras del avión, agarrando con fuerza mi pequeña maleta. Eso era lo único que tenía por el momento, lo único que realmente me pertenecía.
Con cada paso, la adrenalina se mezclaba con el miedo, un cóctel familiar. Al llegar al vestíbulo, observé a la multitud. ¿Sería capaz de pasar desapercibida en un mundo donde el peligro acechaba en cada esquina?
Pero estaba decidida. Con un último vistazo al avión que me había traído hasta aquí, respiré hondo. Era hora de enfrentar lo desconocido. Tal vez este nuevo comienzo me ofreciera la libertad que tanto anhelaba.
El vestíbulo del aeropuerto era un bullicioso crisol de culturas y emociones. A medida que cruzaba las puertas automáticas, fui recibida por una ola de sonidos: el murmullo de conversaciones en varios idiomas, el tintinear de maletas rodantes y el anuncio lejano de vuelos.
Las paredes, de un gris pulido, reflejaban la luz brillante de los fluorescentes, mientras grandes ventanales ofrecían una vista panorámica de aviones despegando y aterrizando en la pista. El aire estaba impregnado de una mezcla de aromas: café recién hecho, comida rápida y un leve rastro de desinfectante.
A mi alrededor, viajeros apresurados se movían con determinación, algunos revisando sus teléfonos, otros arrastrando maletas de ruedas desgastadas. Un grupo de niños corría riendo, sus risas contrastando con la seriedad de los adultos que aguardaban en las áreas de espera.
Respirando hondo, me quedé parada al lado de los asientos, un poco desorientada. No era la primera vez que viajaba, pero igualmente todo era nuevo para mí.
—¡Señorita, con permiso! —oí la voz gruesa y lejana de una mujer. Me di la vuelta, viéndola mejor, y quedé impresionada con lo que veía: una hermosa mujer morena, de pelo rizado y largo, con unos ojos celestes y una nariz respingona. Llevaba un elegante traje azul marino y una maleta en la mano.
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La muñequita de la mafia (PRÓXIMAMENTE)
Romansa¿Yo? Yo me fui del país buscando un mejor futuro para mí, pero no sé ni cuándo ni cómo terminé en Italia haciendo una entrevista de trabajo para niñera y mucho menos sé cómo terminé metida en una relación con los señores Kuznetsov. Pero nunca creí q...