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El circo, un lugar de fantasía y alegría para los visitantes, se transformaba en un espacio frío y vacío cuando las luces se apagaban. En la penumbra, las carpas ya no eran brillantes refugios de risas, sino enormes sombras que albergaban una melancolía silenciosa.

En una esquina olvidada del campamento, donde las luces apenas llegaban y el viento soplaba sin interrupciones, Freddie y Roger se preparaban para dormir. Este rincón, junto a una vieja banqueta y unas cajas desechas, era su refugio nocturno, un lugar donde las ilusiones del día se desvanecían y la realidad se hacía presente.

Freddie, con su energía inagotable, no podía dejar pasar aquella noche sin al menos un gesto de cariño hacia Roger. Sabía que, aunque la vida de payaso estaba llena de risas, estas eran a menudo un velo delgado sobre la tristeza. Junto a Mimi (Dominique) y Chispín (Jerry), otros dos payasitos que compartían la dureza de su existencia, prepararon una pequeña sorpresa para el rubio.

Con cuidado, se acercaron a Roger, quien estaba sentado en la banqueta, mirando al vacío con una expresión que denotaba el peso de sus pensamientos.

Freddie sostenía un pequeño pastelillo, apenas si se podía acabar aquel pastel de un mordisco,estaba decorado con una vela que parpadeaba con la brisa de la noche.

—Feliz cumpleaños, Rog— dijo Freddie, su voz tratando de parecer animada y alegre ligeramente, como si cada palabra le costara un esfuerzo inmenso. Mimi y Chispín, con sonrisas forzadas, se unieron a la felicitación, sus miradas reflejando una tristeza que no podían ocultar, pero tratando de mostrar su mejor cara.

Roger levantó la cabeza, sorprendido por el gesto. La sorpresa era más por el intento de felicidad en un mundo tan sombrío. —Chicos, no tenían que...— comenzó a decir, pero su voz se apagó. Freddie colocó el pastelillo en sus manos, sus ojos brillando con una mezcla de cariño y una tristeza profunda. —Claro que sí,mi niño. Todos merecemos un poco de luz, aunque sea pequeña—

Mimi le entregó una brújula vieja y desgastada. —Toma Roggie,para que siempre encuentres tu camino, incluso cuando todo parece perdido— dijo, su voz apenas un susurro. Chispín, el más pequeño y siempre el más optimista, le dio una figurilla de un auto, una baratija encontrada entre las cosas olvidadas del circo. —Para que sueñes con escapar de este lugar, aunque solo sea en tu mente— dijo, su risa ligera como un eco de tiempos más felices.

Roger miró los regalos, pequeños tesoros en un mundo de miserias. Sus manos temblaban al sostener el pastelillo y los presentes, sintiendo una mezcla de gratitud y una tristeza abrumadora. —Gracias, de verdad— dijo, su voz apenas un murmullo, atrapada entre las lágrimas que no se atrevía a dejar caer.

Freddie se sentó junto a él, colocando una mano en su hombro. —Pide un deseo, Rog. Por favor, deja que esta noche sea especial— dijo, su voz cargada de una súplica silenciosa.

Roger miró la llama de la vela, pequeña y vacilante, como su esperanza,sus ojos cristalizados iluminados por la tenue flama. Cerró los ojos, buscando en su interior algo que desear. Siempre pedía lo mismo: una vida mejor para todos ellos, una existencia que no fuera una constante lucha contra la desesperanza. Pero esta noche, su corazón se aferró a algo diferente,algo más ,a un rostro que apenas conocía pero que había tocado algo profundo en él: el joven de rizos oscuros y ojos hazel. En medio de su dolor, deseó conocerlo, descubrir si había más en la vida que la tristeza y el dolor que conocía tan bien.

Payasito [MAYLOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora