parte uno: el miedo

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A sus veintiséis años Juanjo ha viajado por todo el mundo. Algunas veces por trabajo, la mayoría por ocio. Las fiestas y lujos son constantes en su vida. Un paseo en yate es tan común para él como coger el autobús para cualquier persona. Su rutina se basa en dos extremos que se esfuerza en compatibilizar. Fiestas y desfases entre reuniones y juntas con CEO's y políticos.

Lleva dos años trabajando en la empresa de su padre y ha conseguido a base de mucho esfuerzo una muy buena reputación. Gracias a ello, su padre confia en él y muchas veces le deja a cargo de la empresa o le permite liderar las reuniones más importantes.

Esta noche ha salido de fiesta. Al volver a casa se tambalea ligeramente por culpa de las copas de más que ha tomado, pero se mantiene lo suficiente en pie como para encajar las llaves y adentrarse en su ático con terraza privada.

Le gusta vivir solo. Puede llegar cuándo y cómo quiera y no hay nadie para echarle bronca. Si siguiera en casa de sus padres, probablemente se hubiera encontrado con su madre en la puerta, esperándole con los brazos cruzados y lista para reñirle por ser un irresponsable con el alcohol. Pero no es el caso, así que va directo a su habitación y, sin desmaquillarse siquiera, se acuesta en su cama, listo para dormir.

El sonido repetitivo del timbre le despierta. Abre los ojos desganadamente. Mira el despertador de la mesita. Las 09:51h. Ha dormido un total de tres horas y media. Gruñe pensando en la hora de sueño que le ha robado el dichoso timbre.

Se levanta y sin mirarse al espejo ni preocuparse por su apariencia, va directo a la puerta.

— ¿Qué pasa Francis? — frunce el ceño al encontrarse al conserje del edificio en su puerta, con un ramo de rosas en la mano. — ¿Qué es eso?

— Han dejado esto para ti en el vestíbulo. — le ofrece el ramo, sin comentar su apariencia.

— ¿Quién? — pregunta confundido.

— Ni idea Juanjo, nadie lo ha visto. De un momento a otro las flores estaban en recepción con una nota enorme que ponía "para Juanjo". — explica, encogiéndose de hombros. — Hay un sobre, quizás ahí tienes la respuesta a tus dudas.

— Eh, claro, seguro. — asiente, aún confuso. — Gracias, Francis. Y buenos días.

— Buenos días, — le responde — hasta luego, no te molesto más.

Juanjo se despide del conserje y cierra la puerta, sin apartar la mirada de las flores. No se le cruza ni una sola persona que haya podido regalarle el ramo. Se apresura a abrir el sobre, muerto de curiosidad.

"Llevo tiempo queriendo ponerme en contacto contigo pero siempre me ha frenado la vergüenza, pero es que ayer estabas tan guapo con esa camiseta de rejilla... Solo podía pensar en como se sentirían mis labios contra los tuyos. Me sentí muy mal cuando te vi con ese chico, pero no te preocupes, no volverá a molestarte. No dejaré que nada se interponga entre nosotros, mi amor.
Espero de corazón que te gusten las rosas.

Con cariño,
♪"

— ¿Qué cojones? — murmura releyendo la nota. Una punzada de incomodidad aparece en su pecho. Gira la nota, y no puede evitar jadear del susto al verlo. Una foto. Una foto del chico con el que se lío ayer, lleno de golpes y sangre por todo su rostro. Siente su corazón acelerarse. Arruga la nota con urgencia pero no la tira. Necesita deshacerse de las flores.

Se fija en el reloj de la pared. Las 10:12h. A las doce tiene una reunión muy importante, así que decide que llegar una hora antes a la oficina no es nada disparatado. Se viste rápidamente y con el ramo en la mano sale de casa, no sin antes guardar la nota en el fondo de su armario. No sabe porqué, pero siente que no debe tirarla. Lanza las flores en el primer contenedor que encuentra de camino a las oficinas y, por fin, siente que puede respirar un poco más tranquilo.

Bajo Protección || majos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora