20: Agrio

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La noche calló sobre su mundo, y la omega miró con algo de miedo los ojos de su alfa, el momento que no quería que llegara ya estaba frente a su puerta, junto con ellos

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La noche calló sobre su mundo, y la omega miró con algo de miedo los ojos de su alfa, el momento que no quería que llegara ya estaba frente a su puerta, junto con ellos.

Se despidió de aquellos dos ambientes que había sido más acogedor que mil otras habitaciones de miles de casas lujosas de miles depretendientes, y sostuvo la mano de la mayor todo el camino hacia la planta baja, con su alfa vigilando que nadie apareciera.

Pero tenían calculado que a esas horas de la madrugada nadie saldría.

El aire frío del exterior golpeó sus mejillas y congeló un poco sus lágrimas, se volteó para despedir a su alfa con un último beso, abrazándolo con fuerza, ahogando sus sollozos en su interior.

Se dijeron unas últimas palabras, donde la mayor agradeció su existencia, y declaró su amor de nuevo.

La omega concordó, y le dedicó una última sonrisa falsa antes de cambiar a forma de una loba inmaculadamente blanca, que la miró con ojos de cachorro, oscuros como aquel cielo nocturno.

La alfa sonrió, agachándose para acariciar la cabeza de aquel magnífico animal, una loba medio adulta y esbelta, quien frotó su hocico en el cuello de la pelinegra, dió un par de lamidas y una última mirada.

Luego se giró y comenzó a correr lejos, moviendo sus patas con fuerza, haciendo más fuerza aún para no volver a los brazos de la mayor, quien juntó la ropa destrozada de la calle para arrojarla en el contenedor del complejo.

Escuchó toda la noche los aullidos, sus intentos de ahogarse en el olor de las sábanas fueron nulos hasta que su omega dejó de llamarla, y fue cuando finalmente lloró, descargando todo lo que no se animaba frente a la otra.

Ella debía ser fuerte, por las dos.

Ella debía ser fuerte, por las dos

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— ¡Señorita!

El grito y el golpe en la mesa la hizo despertar, alzando la cabeza de golpe y parpadeando varias veces para despejar el sueño de sus ojos, aunque lo hubiera preferido antes de todas la miradas que tenía encima, más el ceño fruncido del viejo profesor frente a ella.

Delta ; michaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora