•01•

84 9 0
                                    

El ambiente se había vuelto más pesado tras la llegada de la nueva pareja a la famosa tienda de empeños ''Empéñame está''. Juan y Spreen se mostraban bastante melosos y avergonzados a la vez, jurando que incluso había sido una sorpresa para ellos mismos darse cuenta de los sentimientos que tenían por el otro. Claro que Tanizen sabía de los sentimientos de Juan por el oso dueño de la pollería, y claro que como amigo cercano estuvo ahí para ayudarlo a aclarar dichos sentimientos y aconsejarlo lo más que se le permitiera, pues al igual que el hechicero, Tanizen tenía sentimientos por alguien muy cercano a él, y sabía que el ocultarlos y hacer como si nada pasara era una tortura que crecía cada vez más.

Y estaba feliz de ver que sus consejos habían ayudado a su amigo, se le veía feliz al lado de Spreen, el brillo en sus ojos lo delataba por completo, era bueno ver el amor florecer cada día más en Tortillaland. Sin hacerlos esperar demasiado, se acercó a ellos para felicitarlos y molestarlos un poco.

-Hombre, enhorabuena por ustedes, ya era hora de que salieran del closet -dijo entre risas mientras palmeaba la espalda de un Juan totalmente colorado por la vergüenza y los nervios del momento.

-Gracias pibe, la verdad es que estoy feliz -contesto Spreen al ver que su pareja se ponía rojo y no contestaba. Definitivamente le encantaba verlo así, y más al saber que era por él.

-Es bueno saber eso, el pobre Juanito ya se estaba quedando sin uñas de tanto mordérselas por los nervios jaja -siguió Tanizen riéndose cada vez más al ver las expresiones de su amigo. Encantaba aprovechar para burlarse de él de vez en cuando.

-Y dime Tanizen, ¿tu cuándo? -Contraataco el oso con una sonrisa burlona.

El rubio, deteniendo sus carcajadas, comenzó a ponerse igual de colorado que Juan, pareciendo que estaban haciendo una competencia de quién parecería más un tomate. Spreen al ver eso solo pudo soltar una risa, seguido de Juan, quien en su mente agradeció a su pareja. Tanizen tosió un poco y se aclaró la garganta para después mirar a Juan con algo de reproche, sin desteñírsele la cara.

-¿Qué? No puedo ocultarse cosas a mi pareja, ¿no es eso lo que me dijiste? -Pregunto Juan con fingida inocencia para después soltar una risa.

-Serás un... Bueno, tienes razón. -Acepto rendido, sabía que no podía negarlo.

Pero incluso el simple hecho de que alguien más supiera que tenía sentimientos por alguien le resultaba vergonzoso. Tanizen, el empresario, el frío, ¿enamorado? Eso sí era sorprendente, más para él que para los demás. Y el hecho de que alguien más lo supiera significaba que era verdad, que no lo podía negar. Siguieron hablando hasta que a lo lejos, vieron como Noni iba saliendo del elevador con dos cajas grandes en las manos, las cuales le permitían ver muy poco.

-¿Necesitas ayuda Noni? -Preguntó Tanizen un poco preocupado pero feliz al ver a la vaca.

-Descuide, estoy bien jefe -contestó un poco jadeante por el esfuerzo de cargar dichas cajas.

-Hola Noni -saludo Juan animado moviendo la mano, una accion sin mucho sentido, pues el mencionado no podía verlo.

-Juan, Spreen, hola, ¿qué tal están? Bienvenidos a...

Su saludo (poco animoso) se vio interrumpido cuando cayó por culpa de la agujeta zafada de uno de sus tenis. Un fuerte golpe se escuchó haciendo que los otros tres chicos cerraran los ojos y pusieran expresiones de dolor. El primero en acercarse corriendo fue Tanizen, quitándole las cajas de encima y ofreciéndole una mano para ayudarlo.

-¿Estas bien? Deberías tener más cuidado, pudiste haberte lastimado de gravedad -le reprendió Tanizen mientras ayudaba a su amigo a ponerse de pie.

-Sí, perdón jefe -fue lo único que pudo decir, la vergüenza lo invadió por completo. Una vez se puso de pie, dio dos pasos a la izquierda para mantener cierta distancia de los chicos, acción que no pasó desapercibida por ninguno. -Hechicero, Spreen, ¿cómo están? Enhorabuena por los dos.

-Gracias Noni, estamos muy felices, ¿tú cómo te encuentras? -Soltó sin ninguna malicia Juan la pregunta hacía Noni.

¿Por qué una simple pregunta de cortesía le molestaba tanto? Quería salir de ahí, quería alejarse de todo mundo en ese preciso momento. Las miradas de los otros tres posadas en él le produjeron una ansiedad increíble que no sabía que podría llegar a desarrollar, no soportaba ser el centro de atención.

-Yo... Bien... Gracias... Tengo que... Ir a... Adiós -Tartamudeo Noni para acto seguido irse corriendo sin mirar atrás, saliendo por la puerta trasera. Después hablaría con su jefe excusándose con que iba a ir a la bodega por unas cosas que faltaban.

La tienda quedo en completo silencio, Spreen y Juan miraron a Tanizen esperando alguna respuesta para saber qué era lo que le pasaba a Noni, pues dicho comportamiento no era para nada normal. Tanizen, quien ahora era el centro de atención, soltó un suspiro pesado y miro a los chicos preocupado pero serio a la vez.

-Ha estado así hace un par de días, he intentado averiguar qué es lo que le pasa, pero incluso el simple hecho de acercarme a él lo pone nervioso. No les mentiré, estoy bastante preocupado. -Soltó el rubio a la pareja, mostrando una faceta que prefería ocultar ante todo mundo.

La pareja se miró por unos instantes, como si intentaran comunicarse telepáticamente. Juan fue el primero en actuar, se acercó a su amigo y apoyo su mano en el hombro del rubio, logrando que este lo mirara, para ver una sonrisa sincera de apoyo.

-Tranquilo Tani, estoy seguro que lo que sea que le pase a Noni es completamente ajeno a ti, no te preocupes, dale algo de tiempo para aclarar su mente.

-Si pibe, no creo que tengas que ver en esto, sino Noni seguramente hubiera renunciado- dijo Spreen, ganando se una mirada de reproche por parte de su novio.

-No le hagas caso, el amor lo tiene tonto -intento aligerar el ambiente el hechicero, calmándose al escuchar la pequeña risa del rubio.

Por suerte Tanizen logro reírse de aquello, y aprovecho para atenderlos, puesto que Juan quería la nueva colección de mine-pops, y qué mejor que su pareja se los comprará con tal de verlo sonreír. Vaya lo que el amor puede hacer, había pensado Tanizen al ver a la pareja. Sentía mucha alegría por ver a su amigo feliz al lado de la persona que quería, pero... Dentro de él, tenía un mal presentimiento, una preocupación que no le permitía estar en paz, sentía que su corazón se oprimía y le temblaban las manos. ¿De miedo? Claro que no, ¿de impotencia? Probablemente. Y eso solo pasaba cuando pensaba en su vaquita... Noni. 



Permiteme SanarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora