Cuentos de grandeza

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­­— No olvides que las antorchas sirven como armas — Murmuró el chico antes de entrar, Ady levantó la mirada, pero este ya estaba unos pasos adelante suyo. Recordó la tarde en que lo había golpeado con una de las antorchas, la risa surgió en su pecho, pero fue aplacada en sus labios. No era momento de bromas. Siguió al chico a una distancia prudente, sabía que, si tenían que huir, él con sus largas piernas, rápidamente le sacaría ventaja. El pasillo los guio en espiral adentrándolos en la tierra, ninguno recordaba que el camino fuera tan largo. Cerca ya del final Ady se percató de la antorcha apagada, esta tenía una especie de cúpula de vidrio la cual estaba rota, con esa antorcha había golpeado la primera vez al chico que ahora iba armado delante de ella.

El lugar no había cambiado mucho, salvo porque ahora en un rincón se veía tirada una mochila, cerca de las paredes del lado oeste había algunas rocas con restos de pelo y manchas negruzcas, Ady esperaba que eso no fuera lo que imaginaba, aunque dentro de ella lamentaba la mala suerte del animal que había sido la comida del oso. Otro cambio que era más resaltante, era el de las paredes. La primera vez que entró estas estaban vacías, en cambio ahora, finas líneas de un marrón más oscuro, cruzaban la pared en trazos desiguales y sin sentido. Ambos se preguntaron cómo había sido posible que no se fijaran en ello.

Baldwyn los miraba moverse, quería hallar en ellos algún rastro de sus amigos, pero no lo lograba. Parado en medio de todo dejó que ellos se conectaran con el lugar. Cuando se fijó que ambos lo miraban supo que era momento de llevarlos al pasado. Sintió la garganta seca, aquellos ojos que lo miraban hacían trizas sus nervios. Dejó a sus mirada vagar por el lugar tratando de encontrar las palabras para iniciar con la historia.

—Mi nombre es Baldwyn Stolen — aquello era duro de hacer — soy el guardián de este mellom verdens, este es el número cincuenta cuatro, hay muchos otros repartidos por el mundo.

Las palabras se entendieron a pesar de que eran dichas por las fauces de un oso. Ambos no sabían a donde mirar mientras oían la presentación.

—¿Qué es un mesón verdens?

Los labios de Ady se torcieron en una mueca mientras intentaba pronunciar las últimas palabras. Sabía que lo había dicho mal, sintió el calor subir por su cuello y posiblemente sus mejillas estuvieran teñidas en dorado

—Mellom verdens — corrigió Baldwyn con gran paciencia.

La pregunta lo había cogido con sorpresa, se había olvidado que ellos habían nacido humanos a pesar que sus almas fueran de quimeras. Era obvio que no entendían términos que no fueran en su idioma

— Pues es esto — Continuó mientras extendía los brazos señalando alrededor — es amm como una puerta que te permite viajar a otros lugares...si eso, una puerta

Estaba orgulloso de su explicación, seguramente entenderían aquello, de otro modo no sabría que más decir.

—Es como un portal entonces — interrumpió Raff.

Este tenía una mano en la espalda y la otra que sujetaba su barbilla. Ady recordó a la estatua del pensador que hace muchos años había visto en un libro. Raff levantó la mirada encontrándose con el rostro confuso de Baldwyn — O sea, digo, si dices que esto es una puerta que te lleva a otros lugares, quiere decir que es un portal. Con esto puedes viajar a cualquier parte del mundo en solo segundos.

—Pues...es más complicado que eso pero por ahora me sirve que lo entiendas, así que te diré que sí. Este es un portal — sus ojos pasaron por las líneas de las paredes — y bueno creo que el hecho de que los conozco ya es más que obvio ¿no?

Había quedado muy claro, desde la primera vez, que aquella criatura los conocía. De solo analizar la idea, Ady se sentía terriblemente acosada, toda la vida había pensado que estaba sola en ese bosque, sin saber que unos ojos la observaban todo el tiempo. —Eso es lo que no entiendo — agregó la joven — ¿cómo es posible que nos conozcas, pero nosotros a ti no?

Hijos del caos - Gem HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora