Fuego que consume

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El crepitar del fuego se oía como un suave murmullo. Bald y Skaev se habían sentado alrededor de la precaria fogata armada, charlaban sobre aquel pasado que ahora era solo sueños. Ady se mantenía a unos metros de ellos, podía oír con claridad la charla de ambos guerreros, pero decidía ignorarlos. El dolor físico había pasado, sus heridas no habían sido profundas y estaban vendadas. Ahora solo trataba de no perder el control de su mente que ya era un desastre. A su lado, un adolorido pero despierto Raff, intentaba vendar sus heridas. El chico no estaba herido de gravedad, pero si tenía una profunda herida en el hombro, donde el ataque del capitán le había atravesado de lado a lado. Raff se había quitado la primera venda que Skaev le había puesto, ya que la tela se había llenado de sangre y al secarse le molestaba. La herida ya no sangraba, pero prefería tener una venda limpia sobre aquel corte.

— ¿Me ayudas por favor?

Ady no había reparado en la complicación del chico, hasta que oyó su voz y pudo percatarse que al menos llevaba diez minutos intentando vendar su herida. Sin decir nada se acercó a él. De rodillas a su lado tomó la venda y fue acomodando este alrededor del hombro del chico, trataba de ser lo más suave posible para no lastimarlo. En el corte aún se veía los bordes rojos de la piel lastimada, una parte de ella temblaba ante la imagen. Al terminar se aseguró de que esta no se vaya a caer.

— ¿Puedes moverlo con normalidad o está muy apretado? – cuestionó la joven, el muchacho movió un poco el brazo como si quisiera probar que este no se caería.

—Así está bien, gracias.

Ady asintió y volvió a sentarse, pero esta vez al lado del muchacho que volvía a colocarse la camiseta de lino que suponía Skaev le habría dado al chico. La joven sentía sus mejillas arder, como si fuera algo normal, puso sobre sus mejillas sus palmas frías intentando disimular su nerviosismo.

— ¿Cómo crees que nos encontró? – dijo de pronto el chico señalando con la cabeza a Skaev, que hasta el momento cabía resaltar, no se había presentado formalmente. Simplemente era otra criatura rara que parecía conocerlos y estar de su lado.

—Supongo que nos rastreó o quizá al igual que Baldwyn nos llevaba años buscando, la verdad a estas alturas ya no me sorprendería. Parece que todos en esta broma nos conocen y saben lo que debemos hacer menos nosotros.

Ady se encogió y abrazó sus rodillas tratando de reconfortarse, no quería hablar de más, temía que toda esa ira, miedo y frustración, saliera y no hubiera forma de detenerlo. Cada vez se sentía peor, la presión en su pecho era peor cada segundo.

—Es que no logro entender, nadie podía entrar y salir del castillo, ¿Cómo es que llegaste aquí? - Baldwyn volvía a cuestionar al gran lobo mientras avivaba el fuego con un pequeño tronco.

—Es que no era necesario Bald entiende, el oráculo se enclaustró, pero logre contactar con ellas por un aprendiz, y este me dijo solo un poco. Sobre la reina y la profecía. Entonces supe lo de Eikya y Atius, más me tarde en encontrar un mellom verdens que me traiga.

—Bueno eso si lo entiendo, siempre creí que solo los de la resistencia lo sabíamos, tu estabas en la línea de fuego, te dimos por muerto. Verte ahora es aún terrorífico, es ver un fantasma – confesó el oso causando la risa del contrario.

—Ni yo recuerdo muy bien como salí de la línea de fuego la verdad, para cuando desperté ya habían pasado varios días del ataque, mis heridas no me permitían valerme por mí mismo. Estuve al cuidado de los Burstan, supongo que esperaban que les diera respuesta de Eikya, pero ni yo pude calmarlos. Meses después recién pude volver a caminar bien...

La voz del hombre pareció quebrarse, el silencio solo dejaba en claro el dolor que debió sufrir en aquel instante. Respiro profundo, tanto que al soltar el aire incluso las llamas de la fogata se agitaron.

Hijos del caos - Gem HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora