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Las lágrimas bajaban sin permiso por las mejillas de Sunghoon, a la vez que algunos sollozos se escapaban de sus labios.

Realmente, del uno al diez en una escala de ridiculez, Sunghoon se sentía un once.

No podía creer que realmente estuviese llorando por Jay frente a un pastel de chocolate, pero vaya, a veces la vida no es como uno la espera.

No supo exactamente cuánto tiempo estuvo en esa misma posición, solo supo que, de la nada, algo en su espalda se sintió tibio. Se levantó de golpe, en busca de una razón para ello, pero al mirar a su alrededor, sólo pudo ver lo que se esperaba de una cafetería: personas comiendo tranquilamente.

Estaba bastante confundido, pero decidió ignorarlo, quizás se lo había imaginado o quizás era una señal dada por sus ancestros para que dejara de hacer el imbécil, se comiera su pastel y se largara de una buena vez de ahí.

Sí... Probablemente había sido eso último.

Suspiró y comenzó a comer, decidido a terminar rápido e irse.

— Mhm... está rico... — murmuró, después de llevarse a la boca el primer bocado.

Le habían servido el postre tibio, pero por el tiempo que tardó en siquiera tocarlo, se había enfriado. Quizás si se hubiese apurado, este estaría más rico, pero ni modo.

Cada vez que masticaba, un pensamiento nuevo se sumaba a la jungla que se había formado en su cabeza, una jungla que, por supuesto, tenía que ver con Jay. Las pequeñas lágrimas que había estado tratando de retener buscaban su momento para continuar saliendo, mientras que él hacía todo lo posible por detenerlas.

Se imaginaba a sí mismo con Jay en alguna situación romántica, se preguntaba cómo sería tenerlo de novio.

"Mierda, yo solo quiero gustarle a Jay..." pensó.

Terminó de comer tan rápido como pudo y se levantó para irse. En aquel lugar, la comida se pagaba por adelantado, se entregaba al cliente y este podía decidir si sentarse a comerlo o simplemente llevárselo, por lo que simplemente dejó unas monedas en la mesa como propina y se fue.

La campanita que anunciaba la apertura de la puerta fue lo último que escuchó proveniente del local, luego de eso, lo único que escuchaba eran los sonidos de la calle.

Decidió caminar de camino a casa en vez de tomar el transporte público o un taxi. Sabía que ese día había un tráfico espantoso y no quería estresarse encerrado en un espacio pequeño un uno o más desconocidos por un buen rato solo porque los putos carros no se movían.

El aire frío lo golpeaba en la cara y se colaba directamente hasta sus pulmones, pero poco le importaba, incluso lo sentía como lo mejor. La sensación de frescura lo hacía feliz, aunque sea un poco.

De repente, comenzó a sentirse cansado, más de lo que ya estaba. Sus ojitos comenzaron a pesar y a cerrarse involuntariamente.

"¿Pero qué...?"

Sabía que necesitaba reposo, pero no entendía por qué su necesidad se manifestó tan de la nada. Comenzó a sentir picazón en todo el cuerpo, como un ligero ardor que, por más que se rascara, no desaparecía.

Su estado parecía empeorar a cada paso que daba y aquello lo estaba preocupando, ¿qué estaba pasando con él?

Una nueva sensación se sumó a las anteriores, sentía algo nuevo sobre su cabeza, no sabía explicar el qué. Su mano derecha viajó rápidamente hasta su cabeza para tantear y descubrir qué demonios había ahí, si es que había algo.

Lo que sintió lo hizo abrir los ojos en grande. Sobre su cabeza podía sentir un cachito afelpado y muy suavecito, al levantar su otra mano y tantear el lado opuesto de su cabeza, pudo sentir otro cachito igual al anterior. Su caminata se detuvo al instante, pues, ante los ojos de unos cuantos transeúntes, comenzó a pasar sus manos por toda la superficie de las suavecitas protuberancias que salían de su cabeza. Las frotó, pellizcó y hasta trató de jalar para quitarlas, sin mayor éxito, lo único que logró fue arrancarse a sí mismo pequeños aullidos de dolor, fuesen lo que fuesen, ahora parecían ser parte de su cuerpo.

Se cubrió la cabeza con la capucha de su sudadera inmediatamente y comenzó a correr en dirección a su casa, tenía saber qué le estaba ocurriendo.

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Wonyoung vio como su nuevo objetivo se levantaba, listo para irse, por lo que se apresuró a sacar un poco de polvo de hadas, rosearlo sobre sus manos y juntarlas. ¿Qué estaba haciendo? Simple. Tenía que crear un pequeño "stalker", un pequeño bichito que seguiría a aquel muchacho para asegurarse que todo salió bien. Serviría como una cámara a través de la cual el hada podría monitorear sus progresos.

Era una cuestión de rutina, claramente nada podía haber salido mal. Wonyoung estaba muy confiada sobre su trabajo esta vez, tenía que haber salido perfectamente.

Ni bien tuvo a la pequeña mariquita, quien se encargaría espiar al pelinegro, entre sus manos, le dio la orden.

— Síguelo... — susurró.

Sus ojos siguieron al insecto, hasta que este desapareció por la puerta del local.

Seguido a eso, cerró los ojos y se concentró ver lo que el insecto veía, siempre con una sonrisa en el rostro, total, ¿qué podría haber salido mal? Aparte de nada, claro. Wonyoung era una experta, todo debía salir con respecto su improvisado plan.

[ Miau : Jayhoon ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora