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—¿Quién es...?

—¿J-Jimin?

—¿Dooly?

Adormilada, abrí los ojos fuera de mis sueños culpa del estruendoso tono de llamada de mi acompañante, lanzando un bostezo profundo. Mi mejilla seguía apoyada sobre el pecho expuesto del trillizo, aceptando la comodidad que me otorgaba su presencia. Durante la noche, mientras dormía, me había aferrado a él como solía hacerlo con mi almohada sobrante o con Dooly cada vez que descansaba conmigo; mi pierna se mantuvo rodeando la cintura baja del chico y mi brazo sujetó su torso con firmeza, quedando prácticamente sobre él. El pobre tampoco se quejó, sino que aceptó mi invasión y me permitió usarlo para mi mayor comodidad, sin moverse ni un centímetro en todas las horas que estuvimos sobre la cama.

La oscuridad de la habitación no me ayudó a entender la situación, aún con un pie dentro de mi imaginación nocturna, así que opté por volver a cerrar los párpados y disfrutar de la vibración cada vez que hablaba y de las repentinas caricias que comenzó sobre mi nuca al divisar que estaba despierta. Su aroma peculiar inundó mis fosas nasales, haciéndome pensar que los tres hermanos poseían el don de oler extremadamente bien a cualquier hora del día. Quizás era el jabón de ducha o la crema corporal con olor a madera y jazmín que guardaban en la estantería de su baño.

¿N-no vas a dormir en n-nuestra habitación? —la voz agitada de mi amigo sonó a través del teléfono, sacando un suspiro al boxeador.

—No, estaba ya durmiendo. ¿Qué ocurre?

N-necesito contarte una cosa.

—¿No puedes contármela mañana? —Jimin separó el móvil de su oreja lo suficiente como para observar la hora, entrecerrando los ojos por la luz de la pantalla—. Son las cuatro de la mañana, bichillo.

El silencio se hizo presente por unos segundos y con el sueño invadiéndome, busqué un nuevo lugar para posar mi cabeza, dejándola a la altura de su hombro, cerca de la curvatura de su cuello. El boxeador apenas tuvo que girar el rostro para alcanzar mi frente y plantar un pequeño beso allí, provocando una sonrisa débil en mis labios. Me sentía muy cómoda junto a él.

Un bufido profundo sonó al otro lado de la línea, indicando la irritación de Dooly nada típica de él.

—E-está bien, lo s-siento por despertarte.

—Hasta mañana, hermanito. Te quiero.

—Y yo a t-tí.

La llamada se cortó con un pitido y Jimin prácticamente lanzó su teléfono a la mesita de noche, seguidamente rodeando mi cintura entre sus brazos firmes para apretarme contra él. Me fundí en su agarre gustosamente, a un paso de caer en las garras de Morfeo y volver a ser inconsciente del exterior. Nuestras piernas se entrelazaron y sentí algunos pequeños besos más en mi frente, actuando como el mejor calmante que había experimentado jamás. Si bien no era la primera vez que dormía junto a alguien, sí era la primera vez que recibía esos gestos de afecto tan cariñosos, descubriendo lo mucho que disfrutaba el contacto físico cuando caía la noche.

Los minutos pasaron y yo ya estaba sumida en mi somnolencia cuando varios golpes resonaron en la puerta de mi habitación, despertándonos a ambos. Jimin se estiró levemente y giró la cabeza en dirección a la entrada, gruñendo por lo bajo. Aguanté hundida en su cuello hasta que los toques se tornaron constantes y finalmente pude reaccionar, incorporándome perezosamente en el colchón con los párpados pegados. No tenía ni idea de quién podría estar llamando a esas horas. Me imaginé a SeokJin o Taehyung, pues eran capaces de venir simplemente para molestar. Pasé una pierna por el cuerpo de Jimin en un intento de alcanzar la otra parte de la cama y bajarme, soltando un grito ahogado en cuanto tiró de mis brazos hasta hacerme caer tumbada sobre él. Se asió a mi cintura firmemente, dejándome a horcajadas en sus pantalones y totalmente recostada en esos abdominales marcados. Agradecí la oscuridad y que sus ojos estuvieran cerrados, pues mi rostro quedó a tan pocos centímetros que compartimos respiraciones.

Trillizos Park. - btsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora